1 LA SOLEDAD

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  Lisbeth parecía desconcertada por mi insistencia 

Dejó su vaso de refresco sobre la mesa y me miró de forma transparente por unossegundos. 

-No te entiendo -me dijo-, habíamos convenido olvidar ese asunto y ahora quieresrevivirlo.

  La brisa del mar le alborotó el largo cabello. La miré temblando con la carta de mihermana en la mano. 

-Que yo sepa, Alma no sufrió como tú sufriste -le dije-, pero seguramente no senecesita vivir algo tan duro para hundirse. 

-¿Hundirse? ¿Por qué piensas que se ha hundido? 

-No sé. Tal vez estoy malinterpretando las cosas o mezclando su carta con mispesadillas... 

Me detuve. Lisbeth me miraba callada. Me encogí de hombros y completé: 

-Las pesadillas han vuelto. 

Asintió lentamente. 

-Lo sé. 

Caminé hacia ella. 

-Son demasiado reales otra vez... No quería preocuparse. 

- Pero el médico nos dijo que los sueños no se repetirían a menos que... 

Dudó. 

-Dilo. 

-A menos que volvieras a vivir una angustia similar 

-Exactamente. Por eso necesito que me platiques la historia que nunca quise oír...Necesito que tú me digas lo que siente una mujer que ha sido víctima de un abuso.Porque las pesadillas tienen el ingrediente de siempre: mi hermana Alma. Laescucho gritar, llorar, suplicarme. Y me despierto sudando, mirándola, cómo siestuviera allí, con su gesto solitario, ávido de afecto, de comprensión y ayuda... 

Un grupo de pelícanos volando en delta pasó sobre nuestras cabezas. 

Lisbeth sabía que no tenía otra alternativa, que yo no quitaría el dedo del renglón.

Suspiró.                

  -Está bien. 

Cuando mi padre irrumpió en el recinto, estaba preparándome para dormir. 

Extrañamente, no tocó la puerta. Entró con vehemencia como si se estuvieraquemando la casa. 

-¡Tienes que venir conmigo! Vístete rápido 

Era una orden. 

-¿Qué ocurre? 

 -No hagas preguntas. Apresúrate.

  Sólo algo muy grave podía provocar en él esa actitud a las diez de la noche. 

-¡Te estoy esperando... 

-Ya voy 

Terminé de vestirme con la primera indumentaria que hallé a la mano. Salí de micuarto asustada. Sin decir palabra, papá caminó decidido a la puerta exterior. Loseguí. Casi en el umbral estaba mi madre retorciéndose los dedos. Pasamos junto aella. Evadió mi mirada. 

El automóvil se hallaba con el motor en marcha, la portezuela abierta y las lucesencendidas, como si hubiese detenido el vehículo de paso sólo para recogerme. 

-¿Adónde vamos? 

No contestó. Tenía el rostro desencajado, la respiración alterada. Manejórápidamente, casi con enojo. Se dirigió al centro de la ciudad. 

-¿Desde cuándo sales con ese joven? -cuestionó. 

-¿Adónde vamos, papá? 

-Te hice una pregunta. 

Volando sobre el pantanoWhere stories live. Discover now