Agorafobia

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Ese fin de semana se había levantado condenadamente temprano, era sábado y el reloj ni siquiera marcaba las 09:00 a.m., para ser sinceros no quería levantarse aún, anhelaba volver a enredarse entre sus sábanas y fundirse contra su almohada para volver a dormirse. Quería volver a sus dulces o perversos sueños en donde Tony era el eje de todo lo que sucedía... Lo extrañaba demasiado.

Esos últimos días solo se había estado arrepintiendo de la absurda pelea que había tenido con el mayor antes de que este se fuera, moría por tenerlo a su lado para disculparse por ser tan incapaz, por ser un estorbo.

Tony había entendido la situación de Peter -posiblemente más que él- desde el momento en el que se conocieron. Desde ese accidente que cambio la vida de ambos para siempre, de forma literal. Peter comenzaba a desmoronarse día a día y a su par Tony asumía ser el único que podía -y quería- ayudarlo.

Gracias a los reproches internos de su consciencia el chico empezaba a entender todo lo que el mayor hizo por él desde entonces, sabía que nadie iba a amarlo tanto como Tony, y si este dejaba de hacerlo, entonces nadie nunca más lo haría.

Sin Tony todo era más difícil, se sentía terriblemente solo y angustiado. Siempre había odiado dormir con el mayor y despertar solo -culpa de la exigente agenda que Stark mantenía-, ahora se daba cuenta que odiaba más dormir solo y despertar solo.

Quería que vuelva, necesitaba verlo, abrazarlo, besarlo. Simplemente quería oír su voz.

Sabía que Tony regresaría de su viaje mañana, pero sentía que esperar un día entero para verlo sería una tortura infinita. Desde el viernes cuando se había ido sin despedirse sintió la necesidad de llamarlo. No lo había hecho simplemente por orgullo, algo dentro él se lo impedía, odiaba perder delante del mayor, aún sabiendo que él era quien más lo había visto perder cosas desde que estaban juntos. Es más, estaban juntos porque Peter creyó haberlo perdido todo.

Hacía más de dos años que Peter había perdido a toda su familia, padres y tíos.

Tony había conocido al menor en un parque, luego de una semana de que este perdiera a sus tíos, quienes habían sido por años sus tutores legales. Había sido sorprendente la manera en la que el mayor se fijó en el chico, le había llamado la atención la manera tan extraña con la que este actuaba, se lo veía alterado, asustado, como si no supiera dónde estaba o a dónde debía ir. Tony pasó por un fuerte auto-interrogatorio antes de poder tomar el coraje de acercarse al chico sin verse como una especie de acosador o algo, para intentar ayudarlo o al menos para sacarse la duda de por qué alguien con aquel aspecto celestial desprendía tanta desesperación con tan solo verlo. Para su mala suerte, o tal vez buena, a estas alturas el millonario comenzaba a dudarlo, cuando estuvo a unos pasos de Peter, este se había desmayado. No dudó en ayudarlo, había logrado que recuperara la consciencia a los pocos segundos, y al ver que el chico se negó rotundamente a su idea de llevarlo a un hospital sólo optó por llevarlo a su casa. Le preocupó -más que sorprender- la comodidad del chico ante la idea de ir a la casa de un desconocido antes de quedarse en su casa. Aquel día Tony había cancelado todas las actividades que tenía que hacer simplemente para poder quedarse con el más joven. En definitiva nunca se arrepentiría de haberlo hecho. Peter le había contado todo lo que pasaba por su vida y por su cabeza sin ningún tipo de restricciones.

Y ese día se convirtieron en dos, y luego en una semana, y luego en un mes, Peter no se iba no porque no quería, sino porque no podía. El desmayarse en plena vía pública lo llevó a una inmensa paranoia que se terminó convirtiendo en una fobia.

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