Parte Única

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—Ten, en serio no quiero ir. —dijo el joven tendido en la cama de su mejor amigo.

—Doyoung, ¿Quién me va a acompañar sino? ¿Quién me va a dar valor para hablarle a Taeyong? —contestó el otro.

—Ya estás grande, puedes darte valor a ti mismo. 

Doyoung sabía que Ten podía, el tailandés era la persona con más autoestima y ego -del bueno- que Doyoung conocía. No necesitaba que nadie le de ánimos para nada. Siempre era él en dar el primer paso en todas las relaciones, hasta en la de ellos dos. Doyoung lo recordaba a la perfección. 

Apenas tenían seis años recién cumplidos y Ten ya se cargaba toda esa confianza. Recordaba que en ese entonces no tenía ningún amigo. A Doyoung siempre  le había costado hacer amigos, era demasiado tímido. Solía comer su merienda en soledad en el colegio, en realidad hacía todo solo. Pero un día un niño un poco raro se sentó a su lado y le dijo "Hola, niño conejo, seamos amigos". A partir de ahí una hermosa amistad había iniciado.

Pero hace unos meses un problema había aparecido, un problema con nombre y apellido; Lee Taeyong. Ten parecía tonto cada vez que se refería al mayor. Y había perdido toda la confianza que lo caracterizaba. Frente al pelirrojo se ponía todo indeciso de las cosas que hacía y decía. Doyoung sabía que era ridículo; era obvio que el mayor estaba tan embobado con Ten, como él lo hacía.

Para el pelinegro la derrota no era una opción, y Doyoung ya estaba harto; —Ten, sabes que no soy bienvenido en esos lugares. Soy una rata de biblioteca. Si voy todo el mundo me mirará raro y lo último que quiero es ir a partirle la cara a los idiotas de la universidad.

No era un secreto que la gente en la universidad le había agarrado gusto a molestar al "niño nerd cara de de conejo". Doyoung estaba harto de que la gente se crea más por el sólo hecho de destacar sus aspectos físicos. Desde niño le habían generado muchas inseguridades y era bastante tímido, pero con el inicio de su vida universitaria decidió dejar eso de lado. Con mucha ayuda de Ten, su amor propio aumentó de a poco y hoy en día decide que ignorarlos era lo mejor para él. Pero ellos piensan que es demasiado gracioso molestar al niño que sólo los ignora.

Estaba metido en sus pensamientos cuando Ten se volteo dramáticamente y dijo;

—Doyoung, tengo un trato para ti. —la cara asustó al castaño, ya conocía a la perfección esa expresión. Nunca sucedían cosas buenas cuando estaba esa cara. —Si vas a la fiesta conmigo, te perdono todos los libros que me debes.

Una cabeza se asomó interesada con el jugoso trato que le ofrecía su desesperado amigo.

Ten era algo así como su Banco de Préstamos. La familia de él tenía muchísimos comedores famosos en Tailandia y, por ende, la plata no era un problema para él. En cambio Doyoung no corría con la misma suerte. Es más, ni bien terminó su último año lectivo, sus padres prácticamente lo echaron de casa, ya que una persona menos en la mesa era significativamente menos para los gastos de ellos. Por suerte Doyoung trabajaba en una cafetería desde temprana edad, y tenía ahorros para alquilar un departamento. Era algo sencillo, y bastante alejado de la universidad, pero era accesible para él. Vivía con lo básico desde hace meses, pero su maldita visión era exquisita a la hora de leer y solamente podía hacerlo en libros físicos. Al principio dejó de leer unos meses por el simple hecho de que no tenía para gastar y su vista odiaba el formato digital. Pero luego Ten le ofreció ser su Sugar Friend; él le compraría los libros y cuando Doyoung tenga para pagarlos, le devolvía el dinero. Al principio se negó, no podía usar a su amigo de esa manera. Luego de mil insistencias por parte de Ten -y de su vista también-, aceptó.

Ahora mismo le debía dos libros y medio, así que la propuesta del desapareado menor le sonaba interesante. 

—¿En serio? —dijo el mayor por unos días.

Siete Minutos En El Cielo [Jaedo] (One shot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora