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Hoseok amaba sonreír, pero amaba aun más hacer que otras personas sonrieran.

Desde pequeño jamás temió a ponerse en vergüenza si era para hacer reír a su hermanito, ¡en el primer día de clases en el jardín calmó a sus compañeritos asustados!, y no se podía olvidar la adolescencia, en donde en un sinfín de veces fue quien en cada desastre amoroso y primer corazón roto era el encargado de secar lágrimas y sacar risas.

Era algo nato en él, pero no supo esto hasta que una visita al hospital se lo mostró.

Recordaba entrar a aquel cuarto blanco y encontrar a un pequeño niño llorando, se acercó y habló con él. Risitas se le escaparon al pequeño, y al rato no era uno, eran tres, seis, ¡ocho!

Las risas inocentes de esos pequeños fueron el mejor regalo que le pudieron dar.

—¡Hola, niños! —paso adentro, tropezón y cayó de forma estrepitosa levantándose con elegancia mientras decía que no le dolió.

Risitas tiernas, ojitos esperanzados.

J-Hope llegaba, ¡y nadie quedaba sin sonreír!

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¡Sonríe! [YoonSeok] [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora