10 | Per silvam.

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Un hombre de tés lisa y morena fue el primero en ponerse de pie, caminó haciendo sus pasos resonar en los oídos de todos que llegaban a hacer alcanzados por el sonido, se puso frente a la mujer y apartó la mano que sostenía el bisturí.

- Quiero un soplete -demandó el hombre de la manera más autoritaria posible.

Seokjin estaba paralizado y contemplaba en silencio lo que le resultaría en uno de los días más desafortunados que podría haber vivido en ese lugar.

- Lo lamento... pero las políticas no lo permiten -respondió la mujer volviendo a ofrecerle el objeto.

- ¡Me importa una mierda cual sea su política! Yo pagué para esto, haré lo que quiera con este crío... ahora, deme un soplete.

La mujer no protestó de nuevo e hizo una seña con su mano, unos segundos después otra mujer puso en las manos del tipo lo que había pedido, este sonrió en grande y miró al peli-rosa, que inmediatamente fue arrastrado hasta la silla, ahí lo ataron en las muñecas y los tobillos, sabía que resistirse era inútil, pero se le era imposible simplemente dejarse hacer, pues aunque su mente lo entendiera su cuerpo se negaba a aceptar lo que vendría.

El hombre miró a las mujeres, estas como si leyeran su mente llevaron sus manos hasta el pantalón de Seokjin y lo desabrocharon, dejando a la vista su miembro. La respiración del joven era errática y miraba con terror los ojos oscuros de aquel hombre, tenía todos los fundamentos para pensar que no vendría nada bueno. El tipo se sentó en una silla que estaba junto a él y con una sonrisa macabra, haciendo que del soplete saliera una llamarada hizo su sonrisa más grande mientras iba acercando el calor hasta el pedazo de carne y como si no tuviera ni un gramo de humanidad la pegó de lleno contra él. Todos los presentes rieron ante el grito que salió de su garganta, pero para su mala suerte este era sólo el principio.

Después de unos minutos aquel señor pareció aburrirse y decidió cambiar de juguete, tomando el bisturí que antes se le había ofrecido.

Seokjin tenía los ojos llenos de lágrimas y sus mejillas rojas cual carmín eran el centro de atención.

El hombre sin escrúpulos apartó la camisa del menor y posó el filo en el borde de la aureola de su moreno botón, lo miró a los ojos casi con alegría e hizo presión deslizando el filo, arrastrando la piel morena. Todos veían y se relamían los labios ante la escena, el primer corte apenas había logrado despegar una pequeña parte de la piel, pero con su meta clara volvió a pasarla con lentitud, la sangre salía, el menor aturdía el ambiente sonoro y milímetro a milímetro cada vez quedaba menos de lo que alguna vez había sido.

La piel perdía su color al ser despegada del cuerpo, mientras el interior rosa se hacía visible entre el rojo de la sangre.

Corte tras corte, fueron necesarios minutos para que ya no quedara absolutamente nada. El joven mordía su labio que ahora también sangraba por la fuerza con la que apretaba sus dientes, su pecho estaba lleno de los hilos de sangre que iban bajando causándole un cosquilleo y, por si fuera poco, otro hombre tomó el lugar del primero... le hizo lo mismo, pero en sentido contrario, dejando su pecho totalmente lizo.

Seokjin no llegó hasta el final, su conciencia estaba perdida en el mundo de los sueños mientras su cuerpo era vendado, no porque desearan que tuviera algún tipo de bienestar, si no para ver el resultado de sus actos... para poder apreciar las cicatrices que lo adorarían de una manera tan artística para sus ojos.

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El cielo gozaba de la nada turbia que el blanco de las nubes le otorgaban, sin dejar rastro de color alguno más que el dominante vacío. Las hojas muertas arrullaban cada paso que es dado. No reconocen los días, no les interesan los problemas de la siega que azota al mundo, las horas se arrastran penosamente en un camino eterno.

Taehyung hallaba una distracción tranquilizadora en detallar el suelo que pisaba, lleno de pequeñas ramas; el esmero parecía privarlo de la realidad, tal vez la incertidumbre desaparecía por unos instantes, pero al tiempo que la fauna sin vida lloraba al ser pisada recordaba por qué estaba ahí. En cambio, Jungkook permanecía unos pasos atrás de él con la mirada anclada sobre su espalda, también viendo como sus ligeros mechones color café eran movidos milimétricamente por la fría brisa del bosque.

Paso tras paso dejan un mundo tras ellos y aunque la calma se vea en sus rostros, la esperanza, la desesperación y el deseo de una rendición que los llevaría a un descanso eterno convierten de su interior una masacre para reinar sobre sus cuerpos y determinar, no solo el rumbo, sino también si vale la pena seguir en busca de uno. En sus mentes no cabe más pensamiento que el de avanzar sin ser descubiertos, sintiéndose cada vez más cerca y a la vez lejos de la libertad que al parecer se les escurre entre los troncos de los árboles de corteza seca y envejecida.

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Una cinta de tela oscura y llena de polvo sostenía un rifle cargado sobre su hombro, recorría la ruta que ya había sido trazada mucho tiempo antes, ni siquiera el mismo Namjoon sabía que buscaba en algunas ocasiones; enemigos, espías, traidores... todos parecían ser sinónimos entre sí como si valieran lo mismo.

El denso bosque podía albergar desde un simple mapache hasta infiltrados que intentarán atacarlos en el más mínimo descuido, o los ya bastante comunes viajeros que intentaban abandonar la zona, claro que estos tenían razones suficientes para planear su huida de Corea, pero los hombres de poder parecían sufrir con cada alma que lograba escapar de sus manos, se desvivían en su intento de frenar a cualquiera que intentara pasar más allá de la frontera, incluso si sólo se tratara del norte -que de hecho es la única salida que existe por tierra- , los asuntos políticos que envuelven a Corea por el momento no son nada beneficiosos para ninguna de las partes, llegando a arrasar con millones de vidas quizás sólo por mero capricho.

Pero él era un simple soldado atado al régimen de órdenes que alguien más daba.

Salió de su trance al escuchar como hojas eran pisadas a unos metros de distancia, miró a su compañero y este también se había quedado quieto. Se miraron y sin decir una sola palabra se pusieron a la defensiva, buscaron entre los árboles con la mirada y se encontraron con dos cuerpos viajeros. Con el mayor silencio posible se acercaron apuntándolos de lleno con sus armas y al tenerlos a unos pocos metros estos se dieron cuenta de su presencia.

- No se muevan -dijo Namjoon alarmando a ambos jóvenes, quienes se quedaron inmóviles sintiendo que habían llegado hasta el final de su viaje.

Namjoon sostenía firmemente el rifle mientras apuntaba a ambos chicos, sus rodillas estaban ligeramente flexionadas y mantenía sus brazos estirados en una perfecta postura que se le había enseñado durante su entrenamiento.

La tensión era tan grande como la inmensidad de los pinos y los jóvenes estaban paralizados, hasta que sin que ninguno lo percibiera el menor de los dos adolescentes se adelantó lentamente intentado cubrir al otro.

- ¡He dicho que no se muevan! -reclamó Namjoon.

- Jungkook... por favor, no seas imprudente-le susurró el castaño-, deja de moverte ...

Cuando El peli-negro se detuvo Namjoon hizo una seña con su mano derecha a su compañero, quien respondió avanzando sin dejar de apuntarlos, dejó su rifle a un lado y con firmeza llevó ambas manos del menor de los presentes a su espalda para ponerle unas esposas y repitió el proceso con el castaño.

Si existe un Dios, solo él sabe lo que viene a continuación, no solo para los dos chicos andantes en el bosque, si no también para el soldado que los aprisionó.

  Portada n° 2

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Portada n° 2 .

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