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ꕤ ˚ᥐ . Cuando el sol se eclipsa para desaparecer, sólo así apreciamos su grandeza.

⟨ 🌱 ⟩

La mañana siguiente, todo estaba como se supone que debería estar.

Las personas del pueblo Seward, hacían de su mañana un espacio tranquilo para relajarse en familia, al ser domingo, la mayoría no tenía que  trabajar así que no había nada de que preocuparse.

Ese no era el caso de Asmodeus Bane.

Él tenía que estar en un avión en menos de dos horas. Por cuestiones de trabajo, tenía que viajar a Nueva York y eso automáticamente hacía de su mañana nada apacible.

Lo bueno de esto, es que sólo estaría dos días fuera, después regresaría acompañado de una semana de descanso.

Eran las 6 de la mañana y él ya estaba listo para partir, sólo faltaban algunos detalles en su vestimenta.

–Es demasiado temprano para despedirme de Magnus. ¿Lo puedes hacer por mí? –le pidió a su esposa, Leyla.

–Claro, cuando despierte le diré –respondió ella, mientras le acomodada la corbata.

–¿A qué hora llegó anoche? –preguntó el señor, admirando las delicadas manos de su mujer haciendo un nudo perfecto.

Leyla se encogió de hombros. –No lo sé, pero le dije a una hora. Le preguntaré en el desayuno –admitió.

Ella quedó profundamente dormida y no se enteró sí su hijo llegó a la hora que habían quedado, pero confiaba en Magnus, así que no se preocupó.

–Bueno, dile que lo amo y que prometo traerle algo bonito de Nueva York.

–Le diré. Ahora ve con cuidado. Te amo.

–También te amo. ¡Los extrañaré!

Cuando Asmodeus se fue, Leyla arreglo un poco el desastre que había hecho, se ducho y bajo a preparar el desayuno.

Presidente Miaw, la mascota de la família, estaba parado justo en la puerta de salida, eso era raro ya que el gato siempre estaba con Magnus sin importar la hora, pero luego esperaba al que traía el correo así que no le dio mucha importancia.

–Presidente, ven te sirvo de comer –le hablo al gato, este no se movió, siguió en la puerta.

El desayuno, ya estaba listo, solo faltaba quien comiera todo lo que con alegría preparó.

–¡Magnus! –llamó en un fuerte grito.

Ellos viven en una casa bastante espaciosa, una de las más grandes de todo el puedo, pero no había nadie quien les ayudará con el aseo o a preparar el desayuno, a Leyla no le gustaba, ella prefería hacerlo todo por su cuenta.

–¡Magnus! ¡Preparé Gofres! –volvió a gritar. Escuchó a Presidente Miaw maullar fuertemente, como nunca lo había hecho. Eso la sobresalto: –Sí, llama a Magnus –dijo, mirando al minino.

Espero unos minutos más, y cuando no pudo más, subió a la habitación de su hijo, llamándolo unas cuantas veces.

Nadie respondía.

Volvió a gritar más fuerte.

Magnus no es de sueño pesado y con ese grito bastaba para hacer que se levantará, pero no pasó nada, ningún sonido de vida.

Un poco confundía, entró a la habitación. Abriendo la puerta, vio que nadie estaba ahí, el coraje de que Magnus no llegó a la hora acordada inundó su pecho.

Bajo las escaleras para marcarle y regañarlo, ellos habían quedado en algo. No le gustaba cuando Magnus no cumplía su palabra, ella lo había educado bien.

–¡Le dije a una hora! –reclamó, tomando en brazos a Presidente, quién sólo miraba a la puerta, esperado por su dueño.

Llamó, pero el sonido del teléfono se escuchaba en casa, más específicamente, en la habitación del menor.

“No revise el baño”. Pensó Leyla, subiendo nuevamente las escaleras. Existían ocasiones en las cuales Magnus se encerraba en el baño a asearse con una tranquilidad que a veces desesperaba.

Nuevamente entró a la habitación y encontró el teléfono del moreno en la cama.

–¡Magnus, sal del baño! –tocó la puerta, pero en el momento que hubo presión en ésta, se abrió dejando ver el lugar completamente vacío.

Todo estaba exactamente como lo dejó Magnus antes de salir por la puerta.

La preocupación se apoderó del  cuerpo de la mujer, conocía a su hijo, sabía con certeza que Magnus siempre llegaba y cuando no, mandaba un mensaje para comunicar la situación, más en esta ocasión el jóven había olvidado el teléfono.

Inquieta, llamó a la casa de los mejores amigos del jóven pero no había rastro de Magnus ahí. Con el miedo comenzando a esparcirse, le marcó a aquellos que consideraba cercanos a su hijo pero nadie supo cómo responderle.

Todos lo vieron a en la fiesta, pero a nadie se percató si regresó a su casa. Y así fue como Magnus no llegó esa noche, ni horas más tarde, mucho menos los días siguientes...

[...]

the night we met ¡! malec Donde viven las historias. Descúbrelo ahora