1. see you again

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Nos encontrábamos cursando el último año de la secundaria, apenas era mitad de año, y yo en lo único que podía pensar era en empezar mi vida lejos de todos. Salvo de una sola persona.

Gustav Åhr -aunque nosotros lo conocíamos como "Pip"- era el amor de toda mi vida. Nos conocíamos desde hacía ya años, pero al empezar la secundaria, nos fuimos distanciando, y ambos forjamos un camino diferente; a él le gustaba la mala vida, los excesos, y a mí me gustaba el orden y la serenidad que lograba encontrar en ciertas cosas. Pero aún así, no éramos tan distintos.
Gustav no era una persona fácil de comprender, de hecho nunca lo fue; era inseguro, pero al mismo tiempo le importaba poco lo que se pensara de él, era serio pero cuando quería podía ser la persona más infantil del mundo. Y así, tenía miles de aspectos destacables que se contradecían entre sí.

En cuanto a lo físico, Gus tenía los ojos marrones más hermosos que había visto, la piel suave y rosada, aunque llena de tatuajes, y el pelo rubio oscuro. El sol que traspasaba las rejas de la ventana le daban directamente a él, realzando su naturaleza radiante y sus vivos colores, cosa que lo diferenciaba ampliamente de mí, que siempre estaba opacada y oculta, aunque quizás realmente no quería que nadie me encontrase.

Yo no soy tan relevante, me limitaré a decir que soy Ilona Järvela, un desastre andante. Y no soy tan especial, no tanto como él.

Él estaba allí sentado, junto al otro grupo de malvivientes, ¿Cómo hacía para poder destacar entre la multitud? Cuando intercambiamos miradas lo supe: nunca había dejado de amarlo. Nunca dejé de pensarlo. Me dedicó una sonrisa bastante ebria, no supe bien cómo sentirme. Aunque la sangre no tardó en subir a mis mejillas. Podría estar horas explicando cómo me hacía sentir, pero todo se resume en una cálida sensación, aunque también era una punzada al alma, pues era consciente de que quizás él jamás me habría de admirar como yo lo admiraba, nunca pensaría de mí lo que yo de él. Entre todos estos pensamientos, comenzaba a desvariar, a idealizar situaciones hipotéticas, casi fantasiosas, incluso infantiles.

Fui salvada por la campana (literalmente), había llegado el profesor. Aunque realmente no pude concentrarme, porque en mi mente sólo había espacio para una pregunta en concreto: ¿Qué debía hacer?
Finalmente la clase llegó a su fin, y salimos todos al recreo. Menos él.
¿Qué hago? ¿Le hablo? Cuando menos lo esperé, ya lo tenía estoico frente a mí, con aquella mirada perdida que era característica suya.

-Gus. -dije apenas, con la voz un poco temblorosa; demostraba mi nerviosismo.

Me miró confundido al principio, pero su sonrisa radiante no tardó en aparecer. Había algo muy distinto en él, sus ojos delataban una especie de vacío interno. Gus no estaba bien, lo conocía y podía notarlo.

-Estás igual que siempre. -se abalanzó hacia mí y me abrazó de tal manera que parecería haber olvidado todo el tiempo que estuvimos distanciados.

No agregué nada, tan sólo disfruté el bello momento que estaba pasando con él. Mi corazón latía rápido, todo era un cliché adolescente.
Cuando nos separamos, volví a mirarle los ojos, aunque esta vez con más atención; tenía unas ojeras moradas terribles, incluso peor que las mías, ojos enrojecidos por el cansancio, estaba más delgado. Fue entonces cuando confirmé que, efectivamente, Gustav no estaba bien.

-Sin embargo, tú has cambiado. Muchísimo. -dije, un tanto melancólica, recordando tiempos pasados, recuerdos que no iban a volver y que daría cualquier cosa por repetir.

-Soy el mismo de siempre, Lee. -me llamó por mi apodo, aquél que habíamos inventado juntos de pequeños, y que solamente él usaba conmigo.- Odio que no nos hablemos. Te extraño.

-No te creo. -me quejé, frunciendo el ceño, mientras él encendía un cigarrillo. Presté atención a cómo gesticulaba; eran movimientos mecánicos, casi robóticos, sin gracia. Le habían robado su gracia.-No me gustan tus amigos. No creo que ese estilo de vida te haga bien.

-Es lo único que calma mi dolor. Y ya sé a qué te refieres. -su mirada de repente se tornó en una dolorosa.

-Esta no será la última vez que hablaremos. -dije antes de devolverme a mi asiento, mientras el timbre sonaba. Y no podía dejar de observarlo, quizá ahora con ojos diferentes, otra visión de él.

The way I see things [lil peep]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora