Capítulo 1.

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Tomó aire profundamente con la vista clavada en la puerta de su propia casa, suspirando de forma lenta para tomar valor y entrar a la residencia. Esbozó una sonrisa que trataba de ser alegre mientras se quitaba con cuidado el calzado y lo dejaba prolijamente en su lugar, para luego tomar el picaporte. Sin más, entró. —¡Estoy en casa!— Exclamó apenas traspasó la puerta de entrada, alzando la vista y encontrando el pasillo de su hogar tan solitario como años atrás, ningún ruido se escuchaba en la vivienda. Con un nuevo suspiro, no se molestó en seguir fingiendo estar contento y se adentró en su propia casa.

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—¡Sakura-chan! Estás exagerando, ¿no recuerdas lo que sentiste cuando fuimos al mundo genjutsu? — Si había algo extremadamente raro, era el que Naruto tuviera que regañar a alguien y más si ese alguien era Sakura. A pesar de que habían pasado un par de años de aquella trampa hecha por Madara en la cual ambos habían acabado en un mundo alterno en el cual Sakura no tenía a sus padres y él sí, su amiga parecía ya haber olvidado lo que sintió al estar día tras día en la soledad de su casa. Y él, definitivamente, no podía permitir que lo dejara pasar así como así. ¡Más porque se enojaba con ellos por cosas tontas! La mirada verde cayó sobre él con una clara molestia, chasqueando la lengua.

—¡Ya sé, ya sé!— Contestó de mala manera, llevada por el enojo causado por sus progenitores. —Pero de verdad, Naruto, ¡arg! Pero mi papá no puede andar husmeando así entre mis cosas, ¡si no lo hubiera hecho, no hubiera encontrado el juguete!—Gruñó esta con enojo, sintiendo palpitar las venas de su frente al recordar a su padre apareciendo en la cena con su dildo envuelto en papel higiénico y pidiendo qué le explique qué hacía su "bebita" con ese juguete a la vista de todo el mundo. ¡El puto juguete estaba en su habitación, en el fondo del cajón donde guardaba su ropa interior, en una maldita caja negra que decía "No abrir"! ¿Qué otra cosa podía hacer? Era estúpido tener que ponerle un sello a la caja luego de usarlo, además de que tenía que poder tener su propia privacidad. Con un nuevo gruñido, dio un paso con más fuerza y hundió el suelo bajo su pie.

—Al menos tienes un padre que se preocupa.— Susurró con una envidia que no pudo controlar, formando un leve puchero en su boca. Alzó la vista en dirección a la gran roca de los Hokage's, observando el rostro tallado en piedra de su padre. —Ya lo hemos hablado, sabes lo que opino.— Murmuró, llevando sus brazos detrás de la cabeza y apoyando la misma en ellos, levantó la vista al cielo, observando los pájaros que volaban a lo lejos.

—¡Estoy ansiosa por poder mudarme! Juntar dinero es más duro de lo que pensaba, el hospital no deja demasiado y las misiones grandes llevan mucho tiempo.— Soltó un bajo bufido de enojo y frustración, dejando de prestarle atención a lo que su rubio amigo pudiera decirle, aunque realmente este no pensaba hablar otra vez. Hacer razonar a Sakura era casi como hablar con una pared...aunque al menos la pared no lo haría enojar.

No quería pensar así de Sakura, pero la mayoría del tiempo se comportaba como una niña malcriada, era deprimente para él escuchar cómo se quejaba siendo que jamás tuvo unos padres que se preocuparan así por él. Claro que sabía que lo amaban, habían dado todo por él sin dudarlo, no podía quejarse por ello pero... ah, los peros. Era deprimente saber de ellos por un poco de chakra que había quedado en su cuerpo, los recuerdos de Kakashi-sensei y demás aldeanos que habían llegado a conocer a sus padres, sin mencionar la ilusión de Obito. Él los había conocido, por esa razón había podido hacer la ilusión tan real, eso lo había hecho sentir un poco mejor luego de enterarse la verdadera personalidad de Madara, no todo había sido falso como había creído.

Estoy en casa.Where stories live. Discover now