malas decisiones y como vivir con las consecuencias.

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Pongo el separador encarando la pagina ciento tres, y cierro el libro, frustrada.

Se suponia que lo terminaria en el avion, pero como siempre, estoy demasiado nerviosa en el soso aciento de clase turista, como para poder perderme en los pensamientos de mi novio ficticio en turno.

Voy a perder la coneccion en Texas, estoy segura. Si, tengo unas horas de margen, pero estoy completamente segura de que algo horrible pasara, y perdere el vuelo. Voy a tener que esperar horas, si no es que hasta el dia siguiente para poder volar a Kentucky.

Kentucky.

Entre mas lo pienso, mas me arrepiento. Es una idea estupida, pero mi necesidad de alejarme de todo, de ellos... de el, se estaba volviendo demasiado fuerte, mas fuerte que yo. Y tome la primer oportunidad que se presento ante mi. Dios bendiga los intercambios.

La voz de la asafata anuncia que llegaremos a Texas en diez minutos y yo pienso que, despues de todo, voy a llegar a tiempo. Vaya, hubiera sido divertido tener una historia que contar a mamá en cuento pudiera comunicarme con ella. Pero por supuesto no.

Guardo mi libro en la mochila que llevo como equipaje de mano, donde guardo otros diez libros que espero leer en algún momento antes de empezar la escuela. Necesito leerlos. Tengo entradas de blog que escribir. Hay gente que confía en mi criterio para comprar o descargar libros, ademas, espero empezar a pedir libros antes de su publicación, pronto.

Nos dicen que es momento de desabrochar nuestros cinturones de seguridad y de prepararnos para bajar, y lo hago con pereza.

Estoy sentada entre alguien que parece un hombre de negocios y una dulce abuelita que ha rezado durante las tres horas de vuelo, y no quiero molestar a ninguno. Cuando ella se pone en pie, yo hago lo mismo, siguiendola por el pasillo, y afuera siguiendola para poder checar en que terminal debo esperar mi siguiente vuelo.

Hago una mueca frente al pizarrón, por que no puedo ver bien las letras. No puedo creer que puse mis lentes dentro del equipaje registrado.

-¿necesita ayuda señorita?- me pregunta un oficial, en un perfecto ingles.

-humm, si. Voy a tomar el vuelo 312 en un par de horas.- respondo, con mi inglés aprendido de libro, y de alguna manera hago que suene a pregunta.

-yo voy a tomar el mismo vuelo.- dice una chica a unos metros de mi, con una sonrisa, en un inglés mucho mejor que el mío, pero que puedo decir, también es aprendido- yo puedo ayudarte.- añade acercándose un poco más.- tenemos que ir a la terminal C, puente 9.- Dice con el ceño fruncido, mientras ve la pizarra.-sígueme.

Yo por supuesto lo hago. No tengo nadie más a quien seguir.

-me llamo Delilah.- se presenta mientras camina.- ¿tu nombre es..?

-Daniela.- digo.- gusto en conocerte.

-lo mismo- contesta mientras entra en el vago del metro, a donde la sigo.- ¿es la primera vez que viajas a Kentucky?

-si.- respondo, mirando hacia todos lados. - estudiante de intercambio.- agrego.

-visitando a mi papá.- dice ella con un gesto, a modo de explicación.-voy al menos dos veces al año.

Quiero decirle que deberíamos salir a algún lugar editan te el tiempo que ella esté en la ciudad, pero no quiero sonar sola, o desesperada... No quiero asustar. Caminamos hasta donde un número enorme marca la sala de espera del puente 9. Y ella empieza a caminar hacia atrás, jugando con las correas de el enorme bolso de mano que lleva.

-bien, aquí estamos. Voy por un café, pero no tardo.- dice y se aleja por un camino que obviamente ya conoce.

No somos amigas, pero me alegra no tener que estar sola, al menos no en el avión .

Cuando vuelve, unos cuarenta minutos más tarde, trae un Starbucks venti, y teclea en el iPhone a una velocidad impresionante. Yo hago como que vuelvo a perderme en mi libro, pero la verdad es que he estado leyendo la misma línea durante al menos diez minutos. Ella se sienta a mi lado, pero a penas lo hace, su teléfono suena y ella se engancha en una larga conversación con algún conocido. Riendo con alegría y sonando mucho más entusiasmada de lo que se ve.

Después de un rato empiezan a llamar a las primeras personas a entrar, y yo me alegro de no tener que alargar más ese silencio incómodo que se había formado.

-Dios, odio tener que esperar.- dice ella, de la nada, como si hubiéramos estado hablando por horas, mientras se acerca a la ventana.- todavía nos quedan como dos horas de vuelo. Ojalá hubiera una manera de sólo aparecer ahí.

-ya quieres llegar.- digo, y suena como la constatación de un hecho.

-no, sólo odio los aviones.- contesta, sin mirarme.

Nos llaman y ella va a sentarse al fondo del pequeño avión, mientras que a mi se me asigna uno de los de enfrente. Probablemente no la vuela a ver, y por todo lo que sé, puede que sea lo mejor. Nunca me había sentido tan incómoda.

Paso las dos horas escuchando música en mi iPod, por que me convenzo de que mi libro no puede atraparme en estos momentos, elimino fotos de la memoria del iPod y subo algunas a Facebook, de las vistas por mi ventana en el avión.

En cuanto descendemos y tengo mis maletas salgo y tomo el primer taxi disponible, que no fue el primero que veo. Le paso la dirección anotada en un trozo de papel, y ella sonríe, ¿nueva en el campus, eh?- pregunta, yo sonrío y asiento.- lo vas a amar. Incluso cuando tu edificio es más bien pequeño.

No voy a vivir en los dormitorios, sino en un departamento a unas cuadras, edificio de estudiantes, supongo. Incluso cuando pude pagar yo sola la primer renta, necesito buscar un roommate pronto, y un trabajo.

Ella aparca frente a un edificio de unos cinco pisos en la calle Uppercross, me ayuda a bajar mis maletas del auto, y señala la entrada. Se despide con la mano y grita "¡bienvenida!" Antes de irse.

Abro la puerta del edificio. No tiene llave, pero un letrero anuncia que para poder entrar después de las doce de la noche tengo que usar mis propias llaves. Subo mis dos maletas por las escaleras, y maldigo la hora en la que se me ocurrió llevar maletas grandes conmigo. Porque, por supuesto, mi departamento es en el cuarto piso y no hay elevador. Saco las llaves de mi maleta de libros. La grande es para la puerta de abajo, la más pequeña, es la de la mía. Intento introducirla en la cerradura, pero no funciona, ¿era al revés? Lo intento de nuevo y descubro que tengo que presionar un poco para poder abrirla, pero al hacerlo hago que mis maletas se caigan, haciendo un ruido que resuena por todo el pasillo. Maldigo y me apresuro a meter las maletas y cerrar la puerta tras de mi. En cuanto lo hago escucho otra de las puertas abrirse, una que no esta muy lejos de la mía.

-¿qué rayos?.- pregunta una voz cantarina y muy aguda.- el pasillo esta vacío.

-te juro que escuché algo,- contesta la voz de un hombre, ella responde en una voz tan baja que no entiendo lo que dice, y cierran la puerta.

Todo esta vacío, excepto por los poquísimos muebles que incluye la renta y mis maletas. Esta a oscuras y estoy completamente sola por primera vez en mi vida, pero también por primera vez, me siento completamente feliz.

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⏰ Última actualización: Jul 19, 2014 ⏰

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