Epigrafe

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Bajo un cielo estrellado, un crepúsculo atildado, una luna llena y un corazón enamorado, decepcionado, acristalado, nace el sentir de este poemario. Con el denuedo de un alma aferrada y arraigada a las creencias del amor embelesado, con un sosiego por la felicidad y el estampe de una cruel realidad.

Los acantilados del amor son puntos estratégicos para su punto de impulsión, quien les sobrevive tiene la grata recompensa de un formidable acontecimiento, el verdadero amor; quienes dicen que no existe es porque no han luchado por obtenerlo y al primer sufragio deciden ahogarse.

Esto solo es para los valientes, al menos eso solía decir mi madre, un obscuro y exquisito apogeo donde renace la estima, la alegría, la confianza y el poder; el reinado de la paz pero también el de la destrucción, tu gran aliado o tu perdición.

No despertar al amor hasta que quiera, es una frase que siempre lleve como estandarte; misma que me hizo comprender que si las cosas se fuerzan terminan mal, en cambio si fluyen te lo harán disfrutar, no requiere de ciencia, pues aunque el ser humano se ha empeñado en que así es, el amor es una mezcla que jamás lograremos entender. Es verdad de las reacciones químicas y mentales en las que juega buen papel, pero también se encuentra en el espacio del alma, una materia difícil de roer.

Tras el disfrute de cálidos y fragantes cafés, acompañados de un buen postre, con la tranquilidad de la noche y una vela a tu merced, estos poemas salen desde el alma para el ser mas amado, mas odiado, ese que es capaz de llevarte a un punto de placer pero también capaz de corromper tu dignidad, un destello de la agonía que el amor ha de representar pero también la mas fortuita alegría que te ha de proporcionar.

Una poetisa en vela©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora