Según tu suerte

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Era una noche lluviosa y las calles se encontraban vacías, el cielo del color correspondiente para las tres de la mañana. Iba caminando a lo largo de la avenida Bermont luego de una larga y fatigosa jornada en el restaurantes en el que trabajaba limpiando y sirviendo mesas, y digo trabajaba por que ya no mas, hoy luego de que un estúpido sujeto me gritara e insultara por "no apresurar me con su orden" y que el inútil del gerente no hiciera nada, renuncié.

- ¡No puedes renunciar por una estupidez, Megan!-

Me gritaba un gerente muy, pero muy enojado.

- ¿En verdad cree, que luego de que un cliente casi me golpea, luego de que me llenó de insultos mal fundamentados, me iba a quedar aquí? Y debo agregar que no es la primera vez que el mismo hombre maltrata a quien atiende su mesa y USTED no hace nada -.

Le reproché en un tono que decía lo molesta que me encontraba y que era mejor dejarme ir sin rechistar. Y al parecer entendió, pues al cabo de unos minutos en silencio bajo mi mirada, habló

- Bien, como tú prefieras. Pero te advierto que si cruzas esa puerta, no habrá vuelta atrás.

Dijo un poco más sereno, mientras yo asentía con la cabeza en señal de acuerdo. Me había dado la media vuelta, lista para salir cuando lo escucho volver a hablar:

- Mañana en la tarde vienes por el dinero que te corresponde por tus servicios -. Mencionó

- ¡Por supuesto! Aquí estaré pase buenas noches -. Dije mientras atravesaba la puerta y me dirigía rumbo a mi hogar. ¡Genial! Ahora tendría que buscar otro empleo .

~®~

Iba caminando sumida en un silencio sepulcral debido a la hora, estaba por dar vuelta en la calle en la que se ubica mi casa, cuando escucho un grito desgarrador seguido de dos disparos; inmediatamente me volteé para ver si lograba ubicar de dónde procedían aquellos disparos. ¡Que error! Debí de echarme a correr como si mi vida dependiera de ello, ¡Y así era!
Al momento de voltear, veo como un hombre vestido todo de negro sale tranquilamente del callejón que está a unos 20 metros de donde me encuentro, lo peor no fue darme cuanta del arma que llevaba en la mano, sino que descubriera que yo lo observaba. Al encontrarse nuestras miradas, sentí como se detenía el tiempo; las gotas de la lluvia comenzaron a caer mas lentamente y el cielo se iluminó por un relámpago seguido por un espantoso trueno. ¡ Dios! Iba a morir ahí mismo, si bien me iba, sería por un disparo en la cabeza o en el corazón, rápido e indoloro. Pero claro, las cosas siempre puede empeorar. Miré como aquel sujeto se giraba por completo en mi dirección y comenzaba a caminar a donde yo me encontraba.
En ese momento salí del shock e hice como si no hubiese visto el arma y aparenté tranquilidad, como si no tuviera miedo. Y no lo tenía, pues en comparación con lo que sentía, el miedo no era nada.

- ¿Te encuentras bien? Es que acabó de oír unos disparos y creo que no es seguro permanecer en la calle -. Me escuché decir tranquilamente.

- Debería decirle lo mismo a usted, señorita. No debería a dar deambulando sola a éstas horas, no es seguro -. Me dijo mientras escondía la mano tras su espalda y una pequeña y escalofriante sonrisa se asomaba en su cara.

Negué con la cabeza.

- Tiene razón, no es seguro. Por eso mismo me encontraba rumbo a mi casa. Tenga cuidado, buenas noches -. Dije de forma amable y me di media vuelta. Sin embargo no me podía ir de ahí, pero tampoco era aceptable el quedarme allí y terminar con una bala en la cabeza. Así que tomé una decisión y continúe caminando.

Al entrar casi corriendo a mi casa, aseguré puertas y ventanas, no me arriesgué a prender la luz por si aquel sujeto me había seguido, así no sabría a que casa había entrado.
Rápidamente me dirigí hacia el patio de mi casa, y sin hacer ruido, coloqué una pequeña escalera contra la barda que daba al callejón. Al asomarme, cuidando de no ser vista, me llevo una sorpresa al darme cuenta que allí abajo se encuentra un niño llorando abrazado al cuerpo de una mujer.

~©~

A los pocos minutos se podía escuchar los de una sirena de ambulancia junto a la de policías. Mientras tanto el pequeño, que según me había dicho se llama Oliver, se abrazaba a mi sin dejar de llorar.
Al llegar las autoridades estas procedieron a realizar su trabajo. Cuando un policía se acerca a mí, me quedo muda de la sorpresa. Era él, aquel policía era el hombre que mató a la madre de Oliver, este último al darse cuenta de quién era comenzó a caminar hacia atrás lentamente

- ¡Fuiste tú!¡TÚ LA MATASTE! ¡TÚ MATASTE A MI MAMÁ! -. Gritaba el niño desconsolado.

Los policías al escuchar esto voltearon rápidamente hacia el blanco de los gritos del pequeño. El hombre al ver la situación en la que se encontraba, de un movimiento sacó el arma que guardaba en la cinturilla de sus pantalones y apuntó al pequeño para luego apretar el gatillo. En un intento de proteger a Oliver me coloqué frente a él justo a tiempo para sentir el impacto de bala en mi estómago.

Por un momento no supe donde me encontraba, ni quién era. Veía movimiento a mi alrededor pero todo me parecía irreal, gente corriendo, gritándome, y una pequeña mano que me apretaba la mía. Luego una abrumadora oscuridad se fue cerniendo sobre mí hasta perder el conocimiento.

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Luego de ver como lloraba aquel niño junto al cuerpo que , supongo, era su madre me apresuré a tomar mi teléfono y marcarle a la policía y contarles lo ocurrido, tratando de ser breve. En cuanto colgué la llamada me apresuré a salir y volví al callejón donde se encontraba el infante.

~®~

Siento que me duele todo el cuerpo y escucho un pitido muy molesto al lado de mi cabeza. Al intentar abrir los ojos una brillante luz blanca me lo impedía, sin embargo al segundo intento lo logré; me encontraba en una habitación de hospital: totalmente blanca, junto a mi cama, a la derecha, se encontraba un sofá café de dos plazas, a mi izquierda se encontraba un electrocardiógrafo( esa maquinita que mide los latidos del corazón). Al terminar de estudiar la habitación en que me encontraba, la puerta se abrió, dando paso a una enfermera seguida por un hombre que se me hizo muy familiar, la enfermera al darse cuenta de que me encontraba despierta mostró una gran sonrisa y procedió a checar mi estado de salud, mientras tanto aquel hombre se encontraba incomodo junto a la puerta

- Hola - dijo- ¿cómo te encuentras? - preguntó al tiempo que se adentraba en la habitación.

Medía alrededor de 1.75 m., tenía complexión fuerte y tez morena, unos ojos negros y bajo ellos unas ojeras muy marcadas; se notaba que se la estaba pasando fatal

- Mejor que usted al parecer - respondí con la voz un poco débil, a lo que el hombre respondió con una sonrisa cansada.

- Me llamó Alexander - dijo un poco inseguro - quería agradecerte por salvar a mi sobrino, Oliver, no tenías por qué, pero gracias a eso ahora está sano y salvo, aunque muy triste por la muerte de su madre -.

- Lo siento, lamento tu pérdida, pero me alegro de que el pequeño esté bien - comenté.

Nos observamos en silencio, y al observarlo fijamente y entonces lo reconocí

- ¡Oh! Tú eres el imbécil del restaurant - dije en lo bajo.


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⏰ Última actualización: Jul 20, 2018 ⏰

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