Capítulo 7

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El semblante de mi padre era difícil de leer y solo me quedé quieto en el sillón, esperando su respuesta ante mi bomba

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El semblante de mi padre era difícil de leer y solo me quedé quieto en el sillón, esperando su respuesta ante mi bomba.

Aunque luego de todo, no se sentía como una bomba sino como algo que se veía venir.

Tal vez para mi papá no fuese así. Después de todo, le había dicho que preferiría tomarme un año luego de todo.

¿Qué padre aceptaba con una sonrisa eso? Ninguno.

Pero no iba a esperar un no por respuesta.

No iba a volver al colegio ese año.

Ya había comenzado el primer semestre y entrar, luego de no haberme aparecido por ahí, solo sería peor para los chismes y rumores.

No necesitaba eso a mi alrededor. Ya antes había sido difícil soportar ese ambiente, no quería ni imaginarme como sería ahora.

Y no estaba dispuesto a averiguarlo, de cualquier forma.

—¿Estás seguro que quieres perder este año? Es el último. No hay más luego de esto, a menos que hayas decidido entrar a la universidad —dijo, reclinandose en el sillón.

Asentí, más que seguro.

La universidad podía esperar, lo sabía. No había necesidad de apurarse. Al menos no en mi caso.

Prefería estar bien yo antes de volver a introducirme al sistema educativo y todo lo que con ello venía.

—Iré a la universidad, pero no me siento preparado para ello aún. Tampoco para volver al colegio. Necesito tiempo para mí, para estar bien.

»Lo necesito.

Mi padre me quedó mirando con fijeza por lo que se sintió una eternidad, hasta que asintió.

—Si es lo que necesitas, te lo daré, con un par de reglas, eso sí.

Estuve dispuesto a aceptarlas, aún cuando no sabía de que trataban.

»Primero, sé responsable. Ve a todas las juntas del grupo de apoyo y a las sesiones con la psicóloga. Sin falta. Segundo, nada de problemas ni escándalos. Te quiero con la cabeza baja, más baja de lo normal. Controlate e intenta pasar desapercibido. Tercero, solo un año. No más de eso. Solo uno, no te excedas con mi bondad.

Dejó de enumerar y yo asentí, levantándome de mi asiento.

—Estoy más de acuerdo con todas las reglas y pienso cumplirlas a cabalidad.

Él asintió y parándose de su propio asiento, me tendió la mano, la cual estreché. Me sonrió, acariciando mi hombro.

—No tengo dudas de aquello.

Siempre había tenido aquella confianza conmigo, de que era capaz de ser una buena persona, un buen chico, un buen hijo. Y siempre había intentando de que así fuese.

Sentirse Diferente (#1.5 Sentirse Viva)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora