Capítulo 1 - El Despertar de la Sombra

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La oscuridad se escurría velozmente por los pasillos del palacio de Etnamaid, persiguiendo a un hombre que corría de habitación en habitación buscando a su esposa: era Aldort, rey de los hechiceros superiores. El castillo estaba vacío por órdenes del rey, el único que aún permanecía allí. No podía irse sin encontrar a Asgrat.

Un frío penetrante le helaba los huesos, pero Aldort no sabía qué lo producía, así como tampoco comprendía el porqué de la implacable oscuridad. Pero eso no importaba, tenía que encontrar a Asgrat; ponerla a salvo junto a sus hijos y sus súbditos. Después de escudriñar el corredor, sintió que había llegado a la fuente de todo. Jamás esperó encontrar lo que vio al abrir la última puerta, el frío le penetró el alma. La habitación estaba iluminada por una tenue luz proveniente de una vela. En medio de aquel lugar estaba la reina, imponente, y frente a ella, una sombra de la que brotaba la oscuridad. Lo que sorprendió al rey fue la calma con la que conversaba la reina y el extraño ser. Ante la abrupta interrupción, la conversación cesó:

—¿Qué está pasando aquí? —Gritó furibundo el rey— ¿Asgrat, acaso estás loca?

La reina intentó contestar, pero el rey hizo un rápido movimiento con su mano y la lanzó contra una pared de la cual emergieron unas largas cuerdas rojas que la inmovilizaron.

—Aldort, espera, déjame explicarte. No...

La mano del rey de nuevo se movió y los labios de la reina se cerraron.

—¿Cómo te atreves a atacarla? ¡Retírate! Por ahora, a petición de Asgrat, respetaré tu vida. —Exclamó una silueta que estaba encerrada en un majestuoso espejo. No tenía una forma definida, pero sí dejaba ver claramente su siniestra sonrisa.

La espalda del rey se erizó al ver la macabra expresión, no podía permitir que entrara en su palacio o, peor aún, que fuera liberado.

—¡No voy a dejar que entres aquí! Este es mi reino y lo he de proteger a toda costa. ¡Regresa al oscuro lugar de donde viniste!

Aldort levantó su dedo índice desplegando una fuerte luz azul que se convirtió en una esfera, rompiendo brevemente la oscuridad; en el instante en que la luz tocó el espejo, la oscuridad creció. La esfera permaneció flotando inmóvil frente a la sombra y, en ese momento, lo que el rey más temía sucedió: del espejo emergió una extremidad de aquel ser, quien después de atrapar la esfera en lo que sería la palma de su mano, produjo una ventisca que llenó la habitación y los corredores del castillo con unas inclementes corrientes de aire. El rey, que apenas podía mantenerse de pie, miró a su esposa y vio cómo ella dejaba caer varias lágrimas que se envolvían en el viento.

—Si piensas que puedes detenerme, porque ves tan solo una sombra de lo que realmente soy, estás muy equivocado, tengo el poder suficiente para destruirte, a ti y a tu magnífico reino.

Aldort intuía que ese, seguramente, era su final. No sabía qué hacer, lo único que venía a su mente era contener a la sombra para que no escapara del espejo mientras él lograba recurrir al Duende de Cristal.

—¿Crees que el Duende podrá ayudarte? Deberás afrontar que no saldrás con vida de esta habitación y que él jamás se enterará de lo que aquí ha sucedido.

—¡Te equivocas! —Gritó el rey— él lo sabe todo, lo ve todo. Lo más seguro es que ya esté en camino.

—¡No! Mi oscuridad nubla los ojos del Duende de Cristal. Él no logra ni siquiera sentir que yo estoy en los cinco reinos. Si lo supiera ya estaría acá.

Alrededor del espejo se formó un remolino del cual salió una criatura que con gran agilidad saltó hacia Aldort; dos colmillos se clavaron en el brazo del monarca. Un terrible alarido retumbó en la habitación, el rey estaba frente a la sombra que ya había adquirido su forma original y que una vez más reía maliciosamente.

Las Profecías de Alcania - Las Armas LegendariasWhere stories live. Discover now