Mi nombre es Amelie. Llevaba dos años trabajando como maestra y mi felicidad no podía ser más notoria. Amaba con toda mi alma lo que hacía. Dándome un break antes de comenzar un nuevo ciclo escolar, decidí darme una escapada de la monotonía y el silencio de una vida personal casi nula.
Posiblemente estaría unos días con mis abuelos, personas a las que les tengo un cariño grandísimo, y después, iría a CDMX con mi mejor amigo, Rogelio, quién visitaría a su novio. Estas historias de amores a distancia me podían demasiado que no sabía si envidiarlas o sentir lástima.
Mamá estaba feliz de que hubiese decidido comenzar a experimentar por mi misma. La situación económica no permitió que durante mi época de estudiante pudiese viajar tanto como me hubiese gustado, pero ahora, siendo un poco más independiente, el rumbo mejoraba.
Planeé durante el tiempo que estaría en la CDMX, el asistir a algunos conciertos que llevaba tiempo anhelando. Uno era un concierto de una banda regiomontana llamada Los Claxons, y otra era de Morat, la banda que me estaba causando una emoción enorme y una obsesión también. Roger solía no ser participe de ello, por lo que aunque sola, decidí aventurarme a ello.
Llegamos a México y yo lo único que quería era dormir. Estaba sumamente cansada. El novio de Rogelio nos recogió y se ofreció a llevarnos a donde nos hospedaríamos.
Cuando llegamos al hotel, había mucha gente afuera del edificio, realmente me preguntaba por qué, nunca me pasó por la mente que alguien famoso se pudiese quedar en ese hotel. Para mí sorpresa, justo en ese momento llegó una camioneta de la cual se bajaron unos muchachos. Por la multitud no podía reconocer quiénes eran. Roger se había ido a la habitación dejándome sola allí, entre toda esa gente, pues estaba cansado y se había aburrido de esperarme, pero mi curiosidad pudo más que mis piernas cansadas.
Casi caigo de espaldas cuando pude reconocer a Simón Vargas, el chico de gafas, y a todos los miembros de Morat. Grité como toda una fangirl y me sentí apenada, aunque nadie me vio, pero, ¿En dónde había quedado mi prudencia? Traté de calmarme y esperar a que la multitud se fuera diluyendo, con la finalidad de pedirle una foto a los chicos de la banda. Sin embargo, hice el oso de mi vida cuando al acercarme a ellos, no vi un pequeño escalón que había en el lobby del hotel, por lo que caí de rodillas frente a ellos. Casi puedo jurar que escuché sus risas, aunque no fuertes, sí muy burlonas, mientras Juan Pablo Isaza (sí, el grandote con tierna mirada y dientes de conejo) me extendía sus manos para ayudarme a levantarme.
Mis mejillas ruborizadas no ayudaban mucho, sin embargo, muy quitada de la pena, pude expresarme a pesar de la vergüenza que sentía.
-¿Estás bien? Deberías tener más cuidado.- espetó un Isaza bastante risueño
-Estoy bien, gracias. No pasó nada más. - dije, tratando de demostrar serenidad
-Bueno, me imagino que querrás una foto.- mencionó un Martín bastante amable y sonriente
-Sí, la verdad es que traté de esperar a que hubiese menos gente para evitar un accidente pero ya ven en lo que resultó. ¿Puedo?
-¡Claro! - dijo Isaza - Colócate aquí y Pedrito nos tomará la foto.
-NO nos has dicho tu nombre- mencionó Simón
-Me llamó Amelie.
-Qué nombre tan particular.
Me acerqué, quedando, entre Simón e Isaza. Cuando reaccione pude darme cuenta de que Juan Pablo Villamil no estaba, y queriendo preguntar por el, sentí el peso de una mano enorme en mi hombro. Era Isaza.
-¿Te gustaría ir a cenar con nosotros? Míralo como una disculpa por habernos burlado de tu caída.
Expectante, respondí:- no lo vi de esa forma, y siendo sincera, no me gustaría incomodarlos. De igual manera, muchas gracias.
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Un nuevo vicio
ФанфикY es que en eso se había convertido: un vicio. Era increíble la rapidez con la que su sonrisa había entrado en mis pensamientos y la fuerza con la que se había arraigado. No sé quería ir, y se estaba convirtiendo en algo más que obsesión, vicio... e...