Levanté la cabeza para ver si alguien me había fotografiado a mí, a otra persona, o había sido mi imaginación. Al ver que era la única en la cafetería, me dio un repentino escalofrío y salí de allí rápidamente, no sin antes pagar lo que había consumido. Suelo ser paranoica, pero esta vez algo me pareció perturbador.
Caminé a mi casa a paso rápido, tenía que apurarme, pues pronto el cielo estaría cubierto de oscuridad. Al pasar por una calle (muy transitada por cierto), sentí una mirada que me helaba la sangre. No era una mirada de esas rápidas que te da la gente que pasa a tu lado. No, esa era profunda, con una perceptible maldad. No me atreví a mirar si quiera a quién pertenecía, lo que quería era llegar a casa. A esta hora mi madre ya debía estar haciendo su turno de noche en el hospital, y mi padre en la estación de policía, así que estaría sola.
Busqué las llaves en mi abrigo, pero no se encontraban allí. Los vecinos al parecer se dormían temprano, ya que todas las casas de mi calle permanecían con las luces apagadas. Busqué en los bolsillos de mi pantalón, tampoco estaban ahí. Escuché el sonido de las hojas secas (que se habían caído de los arboles) crujir, lo que significaba que alguien estaba caminando sobre ellas. Comencé a desesperarme. Y comencé a buscar si habían dejado la llave de repuesto bajo la maceta. Demonios, no estaba. Miré quien rayos hacía ruido caminando por las hojas, pero ya no había nadie. Es extraño, hace un segundo las hojas seguían crujiendo. Debía encontrar la forma de entrar, rápido. Pues el ambiente se estaba tornando denso y extraño. Fuí a la parte trasera de la casa, y para mi suerte, la puerta del jardín estaba abierta. Entré y me aseguré de cerrar puertas y ventanas con seguro. Subí a mi habitación y me encerré. Debo dejar de ser paranoica, pero estar en una nueva ciudad me causaba pánico.
Mañana le diré a mi madre que me dé otra copia de las llaves. Tal vez se me cayeron en cuento salí de la cafetería.