Lucha por ti

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Eran las doce de la noche. Esta playa era un lugar muy frecuentado pero al ser tan tarde no había nadie, estaba sola. Como siempre. Me levanté del suelo y me dirigí a las escaleras que me llevarían a un alto barranco. Disfruté del contacto de mis pies sobre la arena por última vez, era casi lo único que iba a echar de menos. Subí por las escaleras lentamente, viendo desaparecer la playa poco a poco hasta que solo vi el océano. No tardé mucho en llegar a la cima, era una gran explanada de hierba con un enorme monumento famoso en la ciudad. Como esperaba, no había nadie. Fui caminando hacia el borde de la explanada, me gustaba cómo se sentía el caminar descalza sobre la hierba. Cuando llegué al borde me asomé para ver la altura, debajo solo había mar y algunas rocas. Era mucha altura, pero yo no tenía miedo. Ya estaba preparada. Dejé los playeros blancos sobre la hierba y miré al cielo, la noche estaba estrellada y una enorme luna llena me observaba desde lo alto. Observé durante unos segundos mi ropa, me había vestido con mi camiseta y vaqueros favoritos. También me había ondulado un poco el pelo pero había optado por dejar de lado el maquillaje, de todas formas se iba a estropear en cuanto me mojase. Quería arreglarme para verme guapa en mi último día, es parecido a cuando en los entierros los familiares deciden maquillar y arreglar al cadáver de su ser querido. Quieren que se sienta guapo en sus últimos momentos antes de convertirse en cenizas, todos vamos a acabar así antes o después y yo había decidido acelerar el proceso.

Me coloqué al borde del precipicio, y en ese momento sentí una pizca de duda al ver la muerte casi delante de mí. Aparté esos pensamientos de mí, ahora solo sentía mi soledad y tristeza habitual. No tenía otra opción, estaba sola y ya nada merecía la pena. Pero no quería irme pensando que había sido una desgraciada toda mi vida, yo también había tenido buenos momentos. Me acordé de mi perro Black, se lo había dejado a una protectora de animales para que le buscasen un nuevo hogar. Pensé en los macarrones de mi madre, la sonrisa de mi hermano pequeño, los chistes malos de mi padre. Ahora iba a encontrarme con ellos, por fin iba a poner fin a estos últimos años de sufrimiento. No me lo pensé mucho, adelanté un pie y me dejé caer. Todo parecía ir a cámara lenta, yo solo miraba la luna mientras las lágrimas se deslizaban por mis mejillas y salían disparadas debido a la velocidad. Rápidamente sentí el impacto contra el mar, empecé a hundirme y cerré los ojos. Estaba quedándome sin aire poco a poco, ya sentía cómo la vida empezaba a desprenderse de mi cuerpo. Entonces comencé a agobiarme, no podía hacerlo. Hice movimientos fuertes con los brazos, nadando hacia arriba todo lo rápido posible. Saqué la cabeza del agua y empecé a toser y respirar atropelladamente, intentando que el aire volviese a mis pulmones. Nadé hasta tocar la enorme pared de rocas y me agarré con fuerza, había bastante oleaje. Fui cogiéndome a diferentes rocas hasta encontrar una pequeña escalera de piedra que subía de vuelta a la cima.

Había fallado. Me sentía como una mierda, había tardado mucho tiempo en reunir el valor suficiente para hacerlo. Todo estaba planeado al milímetro, y por ser una maldita cobarde ahora tenía que continuar con mi patética vida. Llegué otra vez a la enorme explanada y fui a recoger mis playeros del borde, casi con rabia me los puse aunque estuviese calada de arriba a abajo. Me di la vuelta y sentí un escalofrío recorriendo toda mi espalda. Había alguien sentado en un banco, estaba bastante lejos pero era muy seguro que lo hubiese visto todo. Chasqueé la lengua y me puse a caminar en su dirección, no quería hablarle pero tenía que pasar por ahí para irme a casa. No le miré, no le hablé, pasé de largo y pensé que ya había pasado todo cuando oí su voz a mi espalda.

-¿Qué tal el baño?

Su voz grave me hizo estremecer. Pensaba que era un chico, pero eso me decía que tenía por lo menos cuarenta años. No quería girarme, quería volver a casa y pudrirme ahí. Si no me iba ahora, ese hombre podría acabar violándome. Di un paso preparada para correr, pero el tono burlón de su voz me hacía enfadar. Era como si se estuviese riendo de mí, y no podía consentir eso. Tomé aire y me di la vuelta, me acerqué al banco y puse mi mejor cara de enfado.

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⏰ Última actualización: Jul 24, 2018 ⏰

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