[Parte única]

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El tic-tac del reloj es lo único que se escucha en la habitación; por la ventana ingresan débiles rayos de sol que se van extinguiendo poco a poco, anunciando el final de un día como cualquier otro. O al menos así es para el resto de las personas.

SiCheng no ríe, no habla o se mueve, sus ojos permanecen perdidos en algún sitio de la nada misma, y sus manos nerviosas acarician con suavidad un pequeño peluche de gato color blanco. Los minutos pasan y el joven parece formar parte de la decoración muerta del lugar, si tan sólo un ápice de vida se dibujara en sus tristes y cansados ojos... pero no es posible ya. No cuando es demasiado tarde. No importa que el reloj siga avanzando, que el sol vuelva a salir y que todos comiencen a avanzar, él simplemente no es capaz de hacerlo.

— Winnie... Es hora de irnos —la suave voz de Jungwoo rompe con el silencio del lugar, ha abierto la única puerta para volver por su amigo—, te esperamos fuera de la habitación, ¿sí?

No le toma mucho tiempo volver a cerrar la puerta. Se está conteniendo para no volver a romper en llanto. Debe ser fuerte, se lo prometió a sí mismo, así como el resto de sus amigos, todos saben que WinWin está muy sensible y harán todo lo posible para apoyarlo.

De vuelta en la habitación, el chino alza la mirada, y sus obscuros ojos se quedan observando el cuaderno que está sobre la cama. Sus nombres están escritos sobre la tapa con una letra preciosa de color dorado brillante. Algunas hojas sobresalen, han sido arrancadas, o no pertenecen al cuaderno. Con pasos pequeños y torpes, se acerca y lo toma. Sus frías manos tiemblan y su corazón se acelera, no es capaz de abrirlo, así que sólo abandona la habitación sin decir ni hacer nada más.

Los días desde entonces, pasan lento, para él ya todo ha perdido el sentido, como si su cuerpo se encontrara vacío, únicamente siguiendo las indicaciones de sus preocupados amigos. Aprecia mucho que estén a su lado, pero siente que les está fallando, no puede seguir así. Los días se convierten en semanas, casi van a ser dos meses.

El cuaderno ha quedado abandonado sobre su escritorio. Lo mira todas las veces que se incorpora de su cama y al ingresar a su cuarto. Algunas veces pasea sus delgados dedos por la tapa, pero cuando está a punto de abrirlo, retrocede y se va a hacer otra cosa. Por las noches, cuando no es capaz de conciliar el sueño, se  lo queda viendo, puede recordarlo todo con los más pequeños detalles. Termina dándose la vuelta con los ojos llenos de lágrimas y queriendo deshacerse de él, pero jamás pasa.

— ¿Seguro que no quieres que venga mañana? —Doyoung llama su atención con pequeños toques en su hombro que lo hacen saltar un poquito. Ambos están en la cocina de su apartamento, comiendo algo que ha preparado el mismo chico.

— Sí... No te preocupes, tú también necesitas descansar, prometo que estaré bien —murmura él, intenta sonreír un poco, pero sólo consigue hacer una mueca que no logra convencer a su amigo.

Tras algunas súplicas, Doyoung promete volver tan pronto salga el sol del jueves, y no tiene más que aceptar.

La misma rutina se repite por la noche, recién a eso de las tres y media es capaz de cerrar los ojos y dormir un poco. En sus sueños, vuelve al 16 de septiembre, y se despierta agitado, con su cara empapada en lágrimas, repitiendo una y otra vez que nada de lo que ha pasado allí es real... todo es un sueño, todo es pasado.

El apartamento está especialmente vacío ésa mañana, ha sido un milagro que sus amigos lo hayan dejado un día libre. Sin embargo, desobedece a Doyoung y se salta las comidas que le han dejado preparadas, su estómago no tiene hambre. En su lugar, sólo va a sentarse al suelo, junto al balcón de cortinas cerradas, no se atreve a abrirlas, le gusta la oscuridad no tan oscura que se genera en la habitación, lo llena de calma. Contiene el aire por un instante y cierra los ojos, luego, deja salir todo y vuelve a ponerse de pie.

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⏰ Última actualización: Jul 25, 2018 ⏰

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