¿The Most Beautiful Moment In Life?

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El pasillo emanaba tranquilidad, sus paredes blancas estaban adornadas con cuadros de colores pastel como era costumbre, algunos pintados por los mismos internos del hospital según lo que las enfermeras le habían contado a Seokjin.

Otro día, la misma hora, el mismo lugar.

Se detuvo frente a la habitación enumerada como la 236, fuera de esta a un costado de la puerta se encontraba el retenedor de acrílico con la tabla de información del paciente.

Park Ji Min
Contusión cerebral.

El ahora castaño desvió la mirada y apretó el ramo de flores en sus manos, tomo la perilla y entro sin aviso alguno, de todas maneras sabía que su amigo seguiría postrado sobre esa cama sin darse cuenta de su presencia; como era costumbre saco las flores que le había llevado el día anterior aunque aún estuvieran lo "suficientemente lindas" al parecer de la enfermera que se encontraba revisando los signos vitales del pelinegro sobre la cama. Desde el accidente de su amigo Seokjin no creía más en la delicadeza que una flor llevaba por encima, ni mucho menos en que la vida dependía de los rezos desesperados a una deidad que castigaba por el simple hecho de nacer; una vez termino de cambiar las flores, le entrego una de las antiguas a la chica que estaba a punto de salir de la habitación para dejarlo solo con Jimin ya que la había escuchado la tarde anterior comentándole a las demás enfermeras que esas flores eran únicas, y claro que lo eran, las tonalidades de rosa y azul combinados entre el significativo blanco de los pétalos eran el orgullo del tintado. Con una leve sonrisa despidió a la enfermera para después sacarse el saco gris a la medida y dejarlo en la silla que sería su trono durante la siguiente hora entera, tomo lugar en esta al costado izquierdo de la cama y entrelazó sus manos mientras se inclinaba un poco hacia adelante.

—Sabes...—comenzó a hablar más para si mismo, ya que no tendría respuesta alguna del contrario.—No me cansaré de visitarte hasta que te dignes en despertar, Jiminnie.—sonrió sin ganas, le miraba esperando que respondiera, que moviera alguno de sus dedos, la desesperación por saber si realmente se encontraba vivo y no dependía de esos tubos comenzaba a taladrarle la consciencia; retrocedió hasta que su ancha espalda golpeó contra el respaldo de la silla y se cruzo de brazos, no quería aceptarlo ya que la fé nunca le sirvió de nada, pero la necesitaba más que nunca.—Estaba pensado en que podríamos ir a comer cuando salgas de aquí, luces realmente delgado, ¿con qué te están alimentando?¿debería demandar al hospital?—necesitaba despejar su mente de aquél pensamiento tan absurdo como la fé, así que como de costumbre comenzó una conversación por si solo evitando el sentimiento de culpa a toda costa.—Bueno, aunque lucirías realmente bien con un traje y un buen peinado, yo te daría trabajo en mi empresa, no lo pensaría dos veces, así que...—de nueva cuenta sonrió y como "toque divertido" y de "convencimiento" guiñó su ojo, acto seguido suspiro con frustración y se pasó ambas manos por el rostro, simplemente no podía.—¡Lo siento!—murmuró sintiendo como un nudo se formaba en su garganta y sus ojos comenzaban a arder por las lágrimas que amenazaban con salir.—Yo no quería, Jiminnie, y-yo... ¡Debía hacerlo!—un sollozo escapo desde lo más profundo, Seokjin se encontraba destrozado, era su culpa, era su culpa que Jimin estuviera entre vivir y morir.—¡Si tan solo no fuera tan cobarde!—exploto; sus lágrimas corrían una tras otra por sus mejillas, las limpiaba con furia, no debía llorar, el había ocasionado todo eso y ahora no tenía idea de cómo arreglarlo.

Después de casi cuarenta minutos lamentándose y pidiéndole perdón se puso de pie, tomo su saco del respaldo de la silla en la cual paso un buen rato y mientras se lo colocaba, se encaminó a la puerta tomando la perilla de esta sintió como el alma se le iba del cuerpo y el miedo lo consumía ya que juraba haber escuchado la voz del chico que se suponía debía estar dormido por los analgésicos; de manera lenta miro sobre su hombro, el pelinegro se encontraba con la mirada fija sobre su espalda, paso saliva con fuerza negó con la cabeza, solo era su imaginación haciéndolo pasar un mal rato, hasta que:

—No te preocupes, Hyung; nadie lo sabra, te lo prometo.

Internado AbraxasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora