Para Elisa de Richard Clayderman, intentaba recordar en su cabeza y musitarlo tarareando despacio, ignorando la picazón en sus axilas, y el sudor frío en su pecho y espalda. Su respiración se camuflaba perfectamente con los silbidos que causaba el viento que se desarrollaba con ímpetu entre los pinos imponentes.
Mientras sostenía al bebé en sus cansados brazos, no pudo evitar sentirse vigilado entre las cortezas duras de los árboles, muy terrorífico.
Los animales de la noche cantaban como era costumbre y las ramas se zarandeaban apuntándolo y culpándolo.La luna era la que lo acompañaba en su caminar penoso y pecador, yendo en busca de la única salvación para la penumbra en su corazón. Por otra parte, lo reconfortante del momento era la calidez que emanaba su fruto del amor, que se removía por el frío y la tensión que absorbía cómo una esponja y su aterciopelada frazada azul con dibujos de pelotas de verano. Tal vez estaba haciendo las cosas mal, tal vez estaba dando un paso en falso. Sin embargo, ya no importaba realmente, no cuando su corazón ha muerto por culpa de su descendiente.
Guiado por el malestar y la pesadez, caminaba sin rumbo en la profundidad del bosque que algunos lo tachaban como mágico. No sabe cómo pasó realmente, en un momento estaba en la calle Negley Run Blvdy al siguiente se topa con el abundante verde y no se resistió. Su abuela le había contado cuentos que radicaban en seres mitológicos que dormían en este bosque. Su mente, al recordarlo, se iluminó con una trágica idea que no estaba seguro si se iba a poder ejecutar.
Se había vuelto loco, es lo que podía pensar cuando un escalofrío lo ataco, deseando volver a la carretera e ir a su casa.
Pero ya era tarde, se tropezó con esa pequeña cabaña tan temible, de maderas viejas rodeadas de moho verde, sin ventanas y maldijo a su mente en el momento que pisó Highland Dr y la desesperación y el dolor lo manejó como a un muñeco.
Dentro de la casilla, se escuchaban estruendos no muy escandalosos y una risa ronca y ajada. Bruscamente detuvo su alborozo y de improvisto, hizo su aparición una anciana encorvada, su cabello era una mezcla de negro con canas, el tiempo le jugó en contra pues sus arrugas se intensificaron cuando frunció el ceño al hombre parado cargando al pequeño bebé, que dormía plácidamente como un minino, se notaba que anteriormente fue una mujer hermosa. Pero lo que más le llamo la atención, eran el color de sus ojos negros perseverando.
La mujer abrió la boca, dejando a la vista su falta de dientes y la podredumbre de los que persistían, en su pera se deslumbraban bellos encarnados negros y lucía un vestido viejo, raído. La anciana sonrió con insolencia y habló, provocándole un repeluzno a Desmond.
—Por un momento he creído que era un lobo.
A Desmond lo golpeó el sentimiento de intriga y miedo, pero no se atrevió a hablar, no sabía que hacer en ese punto, estaba dudando de su fortaleza al instante en que la idea de correr lejos y esconderse cruzó como un rayo en su mente, atrayéndolo fuertemente. Primero, porque el aspecto de la anciana no era para nada de fiar, ya que su iniquidad desprendida de su aura lo zurró y segundo, su hijo se sacudía como si se sintiera en peligro.
Pero antes de poder hacer lo correcto, la mujer tomó su brazo clavando levemente sus uñas largas, y puntiagudas en este.
—Entre usted, no vaya a hacer que perturbemos el sueño del bebé—rió.
Su cuerpo le advirtió con una sacudida, que la forma en que pronunció las palabras "del bebé", contenía un atisbo de algo. Malicia, quizá.
Sin nada que decir, entró al pequeño lugar, pero por poco sale corriendo de ahí. El olor a encierro era repugnante, ahogante.
La anciana entró cerrando la puerta tras de ella, mirando fijamente a su hijo relamiéndose los labios. Des lo apretó más a su pecho, estaba convencido de que Harry estaría mejor solo en la carretera que aquí.
—Ahora bien, su señoría. ¿A qué se debe tan placentera visita?— La mujer pecó de falso respeto mientras él tomaba asiento en un balde invertido.
—Vine hasta aquí por su ayuda, señora.— Consideró que sonar seguro de sí mismo le permitiría salir impune de las garras de la mujer.
—¿Qué espera de mí?— Ella acarició lo que parecía ser un cuervo muerto en la pequeña mesa en una esquina de la cabaña. No le pareció nada extraño que solo viva de una cuchara de madera y una olla gigante, como la que había visto afuera y tratado de no opinar nada. A su derecha se encontraba un mueble simple color caoba cargado de libros viejos decorados con tela de araña y polvo.
—Llevo en mi pecho el dolor de la muerte de mi esposa. Oí de usted y de lo que hacía, tuve la esperanza de que...— Su discurso ensayado se detuvo por la tenebrosa voz enfrente de él.
—No hay forma de que pueda burlar a la muerte Don, le voy a pedir que se vaya antes de que me arrepienta.— Des, por culpa de la luz de la vela, no fue capaz de percatarse de las embaucadoras facciones de su rostro.
—Entonces, por favor se lo imploro, haga algo para que vuelva a ver a mi esposa. ¡Aun que sea en mis sueños!
—En sus sueños ¿eh?...—acarició los vellos en su pera y sonrió torcida. —Debe saber que lo que pide es mucho, deberá recompensarme a cambio.
—¡Lo que sea! Lo que usted desee.
Y el pacto quedó jurado cuando unieron sus manos y ella rió por fin demostrando su maldad. Se movió por el pequeño lugar, danzando y saltando en círculos, alabando al diablo y cantando una plegaria en otro idioma. Des se quedo estático mientras corría por sus venas la ansiedad y el bebé comenzó a gritar tornando su piel bordo y eso parecía alimentar a la señora que reía feliz, pero también la tensión del hombre aumentaba colosalmente. Con un par de cabellos suyos y unas gotas se sangre que fueron derramadas sobre un libro negro que se encontraba reposando en el suelo, el deseo del hombre se cumplió.
—Desmond Styles, para toda la eternidad estarás con tu amada, pero recuerda el día en que vendiste tu alma y la de tu esposa al diablo. Aférrate a las consecuencias y ama a la muerte que será tu acompañante. Pero la desgracia caerá sobre tu descendencia.— Recitó con voz diabólica.—Ahora mi recompensa.
Sin previo aviso, secuestró al bebé tomándolo de sorpresa y se quizo levantar pero su cuerpo entero se acalambró y gritó, tuvo que presenciar como la bruja tomaba un cuchillo y lo clavaba en la palma de la mano de su hijo que hiperventilaba desesperado. El rojo carmesí fue liberado y recogido en un frasco. Miró unos largos momentos a Harry. Con algo así de asco y todo el rencor que alguna vez pudo ver en el corazón de alguien.
—He encontrado al príncipe,— siseó— ahora falta que él encuentre a su rey.
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Resistir. (Larry Stylinson-próximamente)
Fantasy"Hombres hermosos me atormentan. Martirizándome y fulminándome. Los hombres son tan extraños. Hay que aniquilarlos. Pulverizarlos. Eliminarlos." Prohíbido la copia de esta historia, es de mi propiedad. Cualquier parecido a la realidad es pura coinc...