Como todas las mañanas la luz natural del sol me despierta. ¿Qué hora es? Seguro que más de las siete. Maldito despertador roto, algún día lo cambiaré. No llegaré a tiempo a la primera clase. Me visto sencillamente con una camisa roja de manga larga y unos pantalones negros ajustados, una coleta alta y fuera. Me paro en la máquina de comida de al lado del instituto. Tengo hambre pero no veo nada apetecible. ¿Una barrita de chocolate? Es lo que mejor pinta tiene. Introduzco una moneda de un euro y tecleo la letra de la barrita de chocolate: la veinticuatro. Me la como rápidamente antes de que suene el timbre. Puede que llegue a la primera clase. Subo los escalones para entrar dentro del instituto y esperar dentro. Un cuerpo alto y recio me impide el paso. Es Daniel.
—Vaya, vaya, mira a quien tenemos aquí, la lunatica.
¡Ya empezamos! Este insoportable lleva así desde que empecé el instituto. Dos años ya. Y eso empeoró cuando ese imbécil descubrió que hace poco me creia una heroina. Desde ese momento se dedicó a hacerme la vida imposible.
—¿Es que nunca vas a parar? eres un insoportable.— intento seguir hacia delante pero el me detiene.
—Me caes mal y lo vas a pasar mal hasta que yo me vaya.— me sonríe. Paso de él y sigo caminando hacia adelante. Seguro que ese idiota no sabe que tengo novio.
—¡Vanesa!— alguien me llama, reconocería esa voz en cualquier lugar. Es Carolina. Viene hacia mi.
—¡Carol! ¿Qué hay?— digo en forma de saludo.
—¿Qué tal? ¿Te a vuelto a molestar el subnormal de Dani?
—Sabes que si. ¡Nunca me dejará en paz!
—Tendrías que ser mas dura con él.—propone mientras caminamos por el pasillo lleno de gente.
—No es para tanto, son chiquilladas.
—¿Chiquilladas? ¿Dos años de chiquilladas? Y vaya chiquilladas…¿Recuerdas cuándo te tiró los libros y la mochila a la basura? O cuándo te llenó los zapatos de estiércol en la excursión al campo...
—Vale, se ha pasado pero ese insoportable es así.— la interrumpo.
—¿Por qué lo defiendes? Yo que tú llamaría a mi novio y le diría que le diera una paliza.
Me empiezo a reír a carcajadas ante la idea.
—¿Álvaro? No le haría daño ni a una mosca además, ¿no ves que es un delgaducho?
Carol se lo piensa un momento y se empieza a reír. Álvaro no es el típico adolescente cachas que se pone camisetas de tirantes para enseñar sus músculos y se pone cresta. Álvaro es un chico sencillo, un poco friki, ojos marrones rubio de pelo corto. No es demasiado guapo, pero es el chico más inteligente y más bueno que he conocido.
El timbre suena y las clases empiezan. Como siempre Daniel está detrás de mi. Me pregunto que trastada me hará ahora. Toda la clase de Matemáticas transcurre normal hasta que siento algo frío cayendo por mi espalda. El idiota se ha atrevido a echarme agua por la espalda en plena clase. Grito y me levanto apartándome de la mesa, los ojos de los veintiún alumnos la clase se fijan en mi. Escucho a Daniel reírse detrás de mi. ¡Lo voy a matar! Cogo un lápiz afilado de encima de mi mesa. Me doy la vuelta y se lo tiro a la cara dandole en el ojo a continuación le arrojo la mesa encima haciendo que se caiga de la silla. Se levanta, se limpia la nariz con sangre y me mira seriamente con sus ojos verdes. Se tira encima de mi haciendo que me de con la cabeza en la mesa y caiga. El profesor pide silencio y nos ordena que vayamos al despacho del director.
Subimos. Yo mojada y él sangrando por la nariz. Los dos enfadados como nunca. Lo insulto mentalmente y por el modo en que él mira la puerta del ascensor también lo está haciendo. Llegamos a la segunda planta donde está el despacho del director. Daniel sale primero; yo lo sigo. Da dos toques a la puerta y entra con timidez.
—¿Director Hernández? Venimos de parte del profesor Gutiérrez.— dice Daniel.
Cuando este pasa por completo también lo hago yo. El director medio calvo se sorprende al vernos a los dos. Está claro que no se esperaba que yo hiciese nada malo.