Capítulo 1: Instituto Sylvester.

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Ambas abandonadas por sus padres, ambas solas en el mundo, ambas en el Instituto Sylvester desde pequeñas.

Angie Eastwood, una chica amante la lectura y escritura, de 16 años, con un lindo y largo cabello castaño y ojos marrones que contrastan con su pálida piel, unos brackets en su linda boca, ella suele vestir siempre con sus camisas de cuadros, sus shorts negros con unas mallas negras y sus botas. A veces las chicas a su alrededor creen que es un poco extraña, creen que vive en un extraño mundo de fantasía, en un mundo irreal, ¿Por qué? Porque ella visita todos los días la biblioteca a las 3:00 en punto, cuando sus clases han acabado, lee un libro en particular que le gusta demasiado. ¿Cómo se llama? Ah Divergente.

Mientras que Caroline Underwood, igual que Angie, es una amante de los libros, y más cuando se trata de escribir los suyos propios, tiene apenas unos escasos 14 años, de tez clara y ojos café oscuro, con cabellos castaños lacios arriba de la cintura y unos lentes para que vea más claro, no es de las chicas que ame estudiar, es buena socializando pero no todo el tiempo, entra en la biblioteca todos los días después de clases, pero desgraciadamente a su tiempo solo puede estar hasta las 3:00 para leer unas cuantas páginas de su libro favorito del mes. ¿Qué libro lee? Divergente, sí.

Entonces podríamos decir que leen lo mismo, pasan por el mismo pasillo, pero no tienen idea de ello.

Angie llegó como todos los días a las 3:00 de la tarde en punto a la biblioteca, ella esperaba todos los días que llegara esa hora para liberarse de los estudios, no le importaba no cambiarse y traer esa falda que tanto odiaba con tal de leer lo más pronto posible, caminó hasta la dueña de la biblioteca del instituto, Judith.

—  ¡Hola Judith! Vine por mi libro. —dijo Angie con entusiasmo.

—  ¿Qué tal el día de hoy? —preguntó Judith entregándole el libro.

— Fue increíblemente aburrido, como todos los días —tomó su libro—. Gracias, te lo regreso en unas horas.

Judith es una mujer mayor, se pueden ver las canas que sobresalen de su cabello castaño que le llega a los hombros, es una mujer amable desde que Angie recuerda, desde que llegó aquí a los 6 años. Angie se sentó en una de las solitarias mesas de la esquina porque odia que interrumpan su lectura, al abrir su libro unas páginas después de dónde se había quedado notó un separador hecho a mano con un nombre que había quedado un poco borroso, parecía que había sido hecho hace años. Percibió a Judith acercarse con algo en la mano.

— Angie, ¿éste no es tu collar? —mostró el artículo, era idéntico al suyo, pero ella ya lo traía puesto, el pequeño dije era un círculo con un reloj de arena que parecía poder girar, aunque por más veces que intentara ella sola no podía moverlo, alrededor de él el círculo que lo sostenía estaba rodeado por otros dos círculos de oro que al acomodarlos de forma correcta podrían formar una pelota con el único centro de un reloj de arena inclinado, además de que en uno de los círculos estaba grabada una escritura por toda su extensión «La magia existe en los libros, en el corazón y en la mente»—. Lo encontré ayer tirado en ésta mesa y pensé que era tuyo —Angie solo pudo negar con la cabeza, alguien más se sentaba ahí y tenía el mismo collar que ella ¿Sería la chica del separador?.

Unos zapatos resonaban por toda la biblioteca corriendo, al parecer se detuvieron y Angie pensó que estaban buscando a Judith, pero luego los oyó avanzar hacia su lugar y la vio, una chica de cabello castaño arriba de la cintura, con ojos café oscuro y piel clara estaba ahí parada observando a Judith, observando su collar. Se veía cansada, traía ropa normal no la del instituto, una blusa blanca con mangas hasta las muñecas, con jeans y unos zapatos de piso negros. Le sonrió a Angie y luego volvió la mirada a Judith.

— ¡Judith! ¡Has encontrado mi collar! —abrazó a la bibliotecaria—. Gracias —tomó el amuleto y se lo puso en el cuello.

— Caroline, ¿es tuyo?.

— Sí, acabo de darme cuenta que lo perdí, lo busqué por toda la escuela y solo se me ocurrió la biblioteca como última posibilidad.

— ¿Es tu collar? —preguntó Angie completamente interesada de saber cómo había conseguido esa chica, Caroline, un collar idéntico al de ella— . ¿De dónde lo has sacado?.

— Bueno, casi nací con él, llegué aquí con él —miró el libro que leía—. ¡Hey! Ese es mi separador. Por favor no lo quites de la página.

— No lo haré. —le sonrió.

— Bueno, tengo que irme. —dijo Judith alejándose de ambas chicas. Caroline se sentó en la silla al lado de Angie.

— Un gusto, mi nombre es Caroline Underwood. —comentó ella alzando una mano hacía la otra joven quien la tomó y sacudió en forma de un saludo.

— El mío es Angie Eastwood.

—  ¡Genial! —se escucharon unos «Chss» callando a Caroline por su expresión en tono alto, luego habló más bajo para que no volvieran a cállarla—. ¿Lees Divergente?.

—  Si. —sonrió—. Tú también ¿cierto?

—  ¡Oh si! Tobias es muy lindo, estoy por acabarlo, al libro me refiero.

—  Yo igual. —se acomodó en la silla algo incomoda.

— Y la parte en que le dispara a...

— No me digas, solo no ahora. —rió por lo bajo.

—  Es genial. Es un libro genial. Perdón, no quería hacer Spoilers pero a veces resulta inevitable.

— Tú collar. —Caroline miró su amuleto y luego el de Angie porque ella lo sostenía en la mano—. Es el mismo.

— Sí. Pero... —acercaron los collares para ver si tenían algo de diferente pero no, eran idénticos—. Mirá hasta tiene la misma frase «La magia existe en los libros, en el corazón y en la mente». Que extraño ¿no crees? —al instante los círculos empezaron a girar rápido, sin hacer ningún ruido, luego en el reloj la arena se tornó dorada y comenzó a caer hacia el otro lado, cuando el último grano de arena cayó, de un instante a otro las chicas estaban en Chicago, en la ciudad, entre edificios de los que habían oído narrar, ¿Y cómo los reconocieron? Porque ese lugar era la ciudad de su libro, era la ciudad de Divergente.

Viajando Entre Historias.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora