El collar las había transportado a una ciudad algo descuidada. Algunos edificios tenían enormes huecos en los alrededores. También había un puente algo derrumbado con cables sueltos por doquier.
Se encontraban tiradas en los pastizales que rodeaban la gran ciudad.
— Es... es... —tartamudeó Caroline sin poder terminar la frase.
— Si, lo sé. —susurró la otra chica que se encontraba tirada a su lado. Ambas contemplaban perplejas la cuidad de su libro favorito. No podían creer que esto podía ser posible. Angie miro de reojo a Caroline—. ¡Hey tu! —la apunto—. ¿Co-cómo hiciste ésto?.
— ¿Acaso crees que yo lo hice? —la miró algo molesta. Angie solo asintió—. Pues no fui yo. —se puso de pie—. Tal vez fue tu collar raro, ese.
— Tenemos el mismo collar, son idénticos.
— Bueno. Sea lo que sea, fue como un milagro estar aquí.
— Si pero... ¿Cómo volveremos a casa? —se puso de pie y sacudió sus rodillas desnudas.
— ¿Volver? —la miro sorprendida, se levantó de un salto y comenzó a hablar de nuevo—. Por dios Angie ¿¡Acaso no ves en donde estamos!? —alzó sus manos para señalar a la gran ciudad—. Por dios, necesito tomar una foto de esto —checo en los bolsillos de sus pantalones—. Genial, no traje mi celular. Lo deje en mi habitación.
Angie miró a Caroline y después le echo un vistazo a su alrededor. Empezó a caminar en dirección contraria con los brazos cruzados. Caroline frunció el ceño y empezó a seguirla.
— ¿A donde vas? —le preguntó.
— A casa.
— ¿Qué? ¿Por qué? —se puso en frente de Angie—. ¿Me vas a dejar sola?
— Déjame pasar. Quiero volver.
— ¿Estas pensando lo que estas diciendo? ¡Mira! —volteó a Angie con fuerza—. Esto es Chicago, pero no cualquier Chicago. Si no que es el Chicago de nuestro libro favorito. ¡Es Chicago!
— Deja de repetir Chicago.
— El punto es que podemos aventurarnos ahí dentro. Es una oportunidad que cualquier lectora cuerda no rechazaría, te aseguro que ni la misma Veronica Roth se negaría a estar aquí.
— ¿Hablas de una especie de tour turístico?.
— ¡Exacto! Un tour turístico por un libro. Vamos, será divertido. —le sonrió. Angie lo pensó mucho, dudaba si eso era lo correcto o no. Pero al fin y al cabo estaban fuera de su instituto ¿no? osea cero reglas, lo que seguro ambas habían soñado. Angie bufó y al fin se dejó llevar—. Esta bien. Vamos.
Ambas caminaron hasta llegar como al quinto edificio para después echarse en el piso otra vez.
— Estoy cansada. —dijo Caroline—. Y es ahora que desearía que esta cosa —tomo su collar—, fabricara un especie de auto para recorrer mas fácil el lugar.
— Ah, pero tu querías recorrer la ciudad. —miró hacía la salida, pero había un pequeño problema, o mas bien uno gigante. Y es que ya no recordaba por donde entraron—. Maldición —susurró—. Ya no hay salida, nos perdimos.
— Relájate, solo relájate. —trató de calmar a Angie.
— ¿Cómo quieres que me calme? ¡Estamos paradas aquí sin salida! —se paso la mano por los cabellos.
— Estamos en Chicago, en un libro. ¡Alto! ¿Cómo sales de los libros? —Caroline trato de decir algo mas, pero un ruido proveniente de la otra calle la calló—. ¿Escuchaste esto? —preguntó. Angie la miro confundida pero el ruido se volvió a escuchar.
— Parece que son pasos. —y efectivamente eran pasos que cada vez estaban mas cerca—. Escóndete. —Ambas corrieron hacia un pequeño arbusto para echarse ahí. Hicieron un pequeño hueco en el para poder ver. En la otra calle salieron varios tipos vestidos de negro, trotando sin parar.
— ¿Tu crees que sea los de osadía? —pregunto susurrando Caroline mirando atenta a través del hueco, ella estaba muy emocionada, pero para Angie no era un buen momento para emocionarse.
— Pues, supongo que si. Trata de no hacer ningún ruido. —susurró la otra.
Los de osadía se detuvieron para tomar un breve descanso y se quedaron algunos sentados. Caroline y Angie aún seguían detrás del arbusto.
— Angie ya me cansé de estar en cuclillas.
— Aguanta. Tal vez si te mueves harás algún ruido.
— Pero ya estoy cansada.
Angie bufo—. Esta bien, solo no hagas ruido.
— Vale. —se acomodó y cruzó sus piernas. Al momento de acomodar su pierna, su pie chocó con las ramas haciendo un pequeño zumbido entre las hojas.
— Shh... —le chistó Angie.
— Lo siento. —sonrió traviesa.
— ¿Quién esta ahí? —se escucho el ruido de un arma cargar—. Salgan de ahí, ahora.
— ¿Eso querías cierto? Que no llevaran. —dijo Angie un poco enojada.
— No realmente, pero es buena idea. —le respondió Caroline con una sonrisa burlona de las que acostubraba hacer.
Ambas salieron del pequeño arbusto con la cabeza baja y las manos hacia arriba como si las estuviesen arrestando.
— No disparen. —dijo Caroline.
— ¿Ustedes quienes son? —dijo un tipo alto y fuerte, con una voz grave.
— Ella es Angie y yo soy Caroline. Somos de Chicago.
— Jamás las he visto por aquí ¿De que facción son?
— Ah... —Angie miro a Caroline—. Somos de Erudición.
— Erudición eh... Bueno, no deberían estar por aquí. Vengan las llevaré de regreso a su facción. —miro las ropas de las chicas—. Que extraño se visten los de Erudición.
— ¡Oh si! Es solo que veníamos a buscar a los Sin Facción y ayudarlos —Angie miró a Caroline, esa chica las metía cada vez en más problemas, los Eruditos no estaban a favor de ayudar a los Sin Fcción ¿cómo podía no recordarlo?. El muchacho las miró extraño.
— ¡Cierto! Le hemos mentido, somos de Osadía, pero... —Angie no pudo terminar ya que Caroline la interrumpió, esperaba que no las metiera en otro problema más con lo que sea que fuere a decir.
— Somos de Osadía, sí. Veníamos aquí y los Sin Facción nos quitaron nuestras ropas —sus ojos se ponían cada vez más rojos como si fueran a llorar, era buena actuando, solo que se le olvidó que los Osados no lloran seguido y menos por algo tan insignificante, al notarlo Angie le dio un pequeño pellizco a Caroline en el brazo y ésta se dio cuenta de lo que su amiga intentaba decirle—. Perdón, es que pobres hombres, sin facción y tan vacíos.
— Bien, las llevaré a nuestra facción ¿Qué edad tienen?.
— Yo tengo 16. —Angie sabía que esa no era una buena edad y menos en éste libro.
— Y yo 14 —mientras que para Caroline sería más fácil sobrevivir aquí.
— ¿Entonces que hacen aquí? Tú —señaló a Caroline—, deberías estar con tus padres y tú —refiriéndose a Angie—, deberías estar en entrenamiento ¿eres trasladada?.
— Si, anteriormente de Erudición. —contestó Angie un poco nerviosa, al mirar a Caroline de reojo pudo notar que la chica estaba completamente feliz, había logrado su objetivo, que ambas fueran llevadas a Osadía.
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Viajando Entre Historias.
FantasyEsta historia cuenta una mágica y loca aventura en donde dos chicas aparentemente normales, viajan en mundos totalmente diferentes al nuestro. Ellas no son de ese tipo de chicas que físicamente son asombrosas, inteligentes o perfectas. Ellas son mas...