CONFLICTO
Uno
-¡Damon!
Un viento helado azotó los cabellos de Elena contra su rostro,
tirando de su fino suéter. Hojas de roble se arremolinaban
entre las hileras de lápidas de granito, y los árboles hacían
entrechocar las ramas frenéticamente. Elena tenía las manos
heladas, los labios y las mejillas entumecidos, pero se
mantuvo directamente de cara al aullante viento, gritándole:
-¡Damon!
Aquel tiempo era una exhibición de su Poder, destinada a
ahuyentarla. No funcionaría. La idea de ese mismo Poder
vuelto contra Stefan despertaba en su interior una furia
abrasadora que ardía en oposición al viento. Si Damon le
había hecho algo a Stefan, si Damon le había hecho daño...
-¡Maldito seas, respóndeme! -chilló a los robles que
bordeaban el cementerio.
Una hoja seca de roble que parecía una marchita mano
morena avanzó a saltitos hasta su pie, pero no hubo
respuesta. En lo alto, el cielo era gris como cristal, gris como
las lápidas que la rodeaban. Elena sintió que la ira y la
frustración le escocían en la garganta y hundió los hombros.
Se había equivocado. Damon no estaba allí, después de todo;
estaba sola con el viento que aullaba.
Giró... y lanzó una exclamación ahogada.
Estaba justo detrás de ella, tan cerca que sus ropas le rozaron
cuando se dio la vuelta. A aquella distancia, debería haber
percibido la presencia de otro ser humano allí parado, debería
haber notado el calor de su cuerpo o haberle oído. Pero
Damon, por supuesto, no era humano.
Se echó hacia atrás un par de pasos antes de poder
controlarse. Todos los instintos que habían permanecido en
silencio mientras gritaba a la violencia del viento le
suplicaban ahora que huyera.
Cerró los puños.
-¿Dónde está Stefan?
Una línea apareció entre las oscuras cejas de Damon.
-¿Stefan qué?
Elena se adelantó y le abofeteó.
No había pensado hacerlo antes de hacerlo, y luego apenas
pudo creer que lo había hecho. Pero fue un bofetón potente y
seco, dado con toda la fuerza de su cuerpo tras él, y torció el
rostro de Damon hacia un lado. La mano le ardía. Se quedó
allí quieta, intentando calmar la respiración, y le observó con
atención.
Iba vestido como le había visto la primera vez, de negro.