Eran las 5 en punto de la mañana, yo me había despertado por un soplo frió que se paseo desde mi ventana hasta mi cama; fue delicioso, sentí como mi piel se erizo por aquella sensación. Camine hacia la cocina en pijamas, aun con un ojo medio cerrado y prepare el café. Me quedo tan amargo como el pensamiento que tuve en ese momento: A mi edad solo esperaba una cosa con seguridad, la muerte. Quien creo que me acompaño esa mañana que me senté junto a la ventana mirando mi taza de café negro, mirando el paisaje sombrío, sintiendo el aire que me congelaba gracias a la lluvia que caía.
Estaba solo conversando con mi muerte; me decía que era hora, que se había acabado mi tiempo. Pero no tenía por qué explicarlo, ya lo sabía. Lo supe en cuanto mi corazón se estremeció, desde el instante en que me sentí helado, desde el momento en que el paisaje sombrío deleito mi mirada oscura, lo sabía desde que la soledad se volvió mi paz, desde el momento en que no había preocupaciones, recelos, o engaños; solo había tranquilidad, y un vacío que me dejaba naufrago en un espacio profundo lleno de un silencio que me llamaba. Simplemente lo sabía.
La mire y le dije: ya sé, no te preocupes que iré contigo; Ella no sonreía, pero si me pregunto: Entonces, ¿qué esperas?
Solo quiero invitarte un café, antes de dejar de ver este paisaje sombrío, que supongo yo, es tu obra maestra.
Está bien, lo aceptare, pero en cuanto terminemos, será hora de partir.
Le serví el café y la empecé a observar. Era alta, con un manto negro, tan negro como la noche; no me intimidaba su presencia, me parecía peculiar de hecho, pero al observarla más, me di cuenta de que solo tenía soledad, todo era frió, todo se detenía cerca de ella, todo se oscurecía si se movía. Ella era completamente triste y cruel.
Al paso del tiempo sentí como mi vida se iba poco a poco al convivir con ella, empecé a oír el tic tac del reloj, fui consiente de mis canas y mi piel arrugada, recordé todo lo que valió la pena y lo que simplemente no. El café amargo me parecía dulce, creo que por ser el último que tomaría, y entonces empecé a despedirme del paisaje que veían mis ojos mortales. En aquel momento pensé que me daría nostalgia recordar el olor de la madera en la mañana, y que empezaría a extrañar el sentarme con alguien y dar una buena charla de mis viejos tiempos.
Al terminar el café me despedí de todo: de mi tiempo, de mis sueños, de las sonrisas, de las lágrimas, de los recuerdos, de mis preciados sentimientos, de mi vista, de mi tacto... Me despedí de todo al caminar con ella. Me despedía de mi propia existencia.
ATT: Esmeralda.
YOU ARE READING
El ultimo cafe
Short StoryLos humanos vivimos muchas etapas. Esta es una representación de lo que podemos vivir el lo que parece ser la ultima parte, esa en la que empezamos a despedirnos de nuestra vida.