Cuando nos mudamos a Sydney, mis expectativas sobre vivir en un nuevo lugar y empezar desde cero no eran, que digamos, muy altas y la idea no me emocionaba en absoluto, pero mama me convenció en que un cambio nos vendría bien, tanto para ella como para mi, y acepte casi sin decir palabra.
Después de la muerte de papa, sabía que mi madre se seguía sintiendo algo incómoda en nuestra antigua casa, y aun que intentaba ocultarlo, podía ver realmente que no estaba bien del todo viviendo allí, por lo que la mudanza tal vez podría ayudar a mama a empezar de nuevo.
Nueva escuela, nuevos amigos y un montón de libros que leer era lo que tenia planeado, principalmente, para este ultimo año de instituto. Pero no todo realmente salió como tenía pensado. Creía tenerlo todo bajo control hasta que el chico sentado al final de clase abrió la boca.
Rubio, de ojos increíblemente azules y con un aro de metal adornado su labio inferior parecía tener el propósito de arruinar mi último año en el instituto y llegaría a conseguirlo como continuara acercándome.
Pero él no tenía le intención de alejarse y no creo que realmente yo quisiera que lo hiciera.