Era primer día de verano y, como era de costumbre, nos dirigíamos a pescar. Era divertido pescar. Nunca he sido un chico muy de videojuegos, así que actividades como jugar al fútbol en la calle frente a mi casa, bañarme bajo la lluvia, ir de campamento y pescar eran de las cosas más emocionantes que habían. Sonará aburrido, pero para un niño de nueve años con pocas amistades, era realmente entretenido. Me vestí como cada año; con mis bermudas beige, mi camisa de franjas naranja y blanco, mi overol negro y mis botas de lluvia rojas brillantes. Eran unas botas realmente hermosas a decir verdad , pero quien sabe donde carajos estén ahora. Montamos todo en la Wagoneer del 81 que tenía mi padre y salimos.
Al estar ya en el bote en medio del lago, colocamos nuestros anzuelos, arrojamos nuestras cañas y esperamos. Esperamos, esperamos, y esperamos. En lo personal no sé si mi carnada en específico sabía tan horrible para los peces como para mi- Porque sí, la he comido. La curiosidad mata a cualquier gato- pero, fuese cual fuese el motivo, tardaba horas en atrapar un solo pez. Para fortuna mía, era un niño muy paciente. Sé que las palabras "niño" y "paciente" no suelen combinarse en la misma frase, pero supongo que yo era diferente. Comencé a contar las libélulas, y comprendí que no era paciente, sino distraído. En fin. Al cabo de unas horas lograba pescar el máximo de un pez, y lo liberaba porque lloraba al verlo retorcerse del dolor al no estar bajo el agua. Para mi todos esos pescados eran iguales, y como solo pescaba uno, en cierta ocasión le pregunté a mi padre si sólo había un pez en el agua. Para entonces él rió y su respuesta fue obvia, pero no me imaginaría entonces que diez años después, a las tres de la madrugada, curdo hasta más no poder por el despecho, lo estaría llamando para hacerle la misma pregunta.
Su respuesta fue tan viva y perspicaz que comprendí como es que mi mamá y él siguen enamorados luego de veinticinco años de matrimonio:
-Pues, no, no hay solo un pez bajo el agua- Dijo él con voz algo ronca, justo antes de soltar un bostezo y proseguir- pero sí que hay peces hermosos. Existen peces con muchos colores, muy llamativos y hermosos, y todos los buscan para verlos. Existen otros que son más extraños de encontrar, voraces, astutos, y todos los buscan para aprender de ellos. Existen otros, como los que cocinábamos, que eran más carnosos, y las personas los buscan para comérselos. Algunos buscan pescarlos con red; es decir, les da igual cual caiga en la red, no les importa un pez en específico, y eso es lamentable. Yo, personalmente, pesco con caña, porque solo quiero uno. Sin embargo, es complicadísimo conseguir en específico al más hermoso, astuto y carnoso de los peces. De hecho, es imposible. Sin embargo, cuando crees encontrarlo, lo atesoras. Lo cuidas, lo alimentas, haces de todo para verlo bien cada día. Ese es el pez perfecto; porque a pesar de no ser el más de nada, se convierte en tu todo. Y si crees haberlo conseguido hijo, por favor, no lo dejes ir.
Desde entonces tengo estas palabras en mi cabeza, aunque puede que las haya escuchado demasiado tarde.
Acá estoy, sentado en el quinto banco de la tercera columna en una iglesia judía enorme, viendo pasar a aquel pez perfecto vestido de blanco hacia un altar en el cual no me encuentro.
-EscritorBoy10.
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Cuentos sobre el Amor y sus Derivados.
RandomComúnmente, al leer títulos como "historia de amor", lo relacionamos directa e inconscientemente a una relación romántica entre una pareja que fue, es, pudo ser o será. Pero el amor engloba mucho más que eso. Los derivados del amor son tantos que, p...