UN CASO DE LOCURA

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—Otra vez las doce… —murmuró bajo el castaño, mientras tiraba el resto de su cena en el lavadero, ya estaba harto de que su esposo los últimos meses no llegara a tiempo a cenar con él, o que no le diera razones por las que lo hacía; pero quizás era su propio error y no se daba cuenta, al final de todo no se atrevía a preguntar el porqué de su tardanza. Él lo amaba, pero se sentía tan solo en tan bello apartamento en el que vivía con su esposo.

Todo iba de maravilla, enserio, eso quiso creer pero se le metió a la cabeza el bichito de la telenovela sobre que si su marido lo engañaba con alguna mujerzuela del trabajo, y a pesar de todo no le cuestionaba nada en cuanto su adorado esposo llegaba a casa al pasar de las doce, las primeras semanas los esperaba sentado en el sillón mirando TV, y cuando lo encontraba dormido este lo llevaba a su lecho en sus fornidos brazos, pero Taehyun ya estaba harto, casi ya ni lo veía más que para despedirse cuando partía al trabajo muy temprano o si tenía suerte de no caer en los brazos de Morfeo al esperarlo.

Aquel día no fue una excepción; se disponía a secar los trastes de la cocina aún estando en sus retorcidos pensamientos, tanto así que se le resbaló un plato y al intentar atraparlo en el mismo instante en el que este topada el piso cortó la suave piel de su mano, la cual de inmediato inconscientemente llevó hasta sus labios para cortar el paso de la sangre que empezaba a fluir. Y de repente escuchó las llaves de su adorado fuera de la puerta, dejó todo así y nada más, corrió hasta su habitación y se metió a la cama, estaba molesto, tan molesto que como Jung Kook llegaba muy tarde los últimos meses, a él se le dio por no esperarlo más en las últimas semanas.

—Tae Tae…cariño… —llamó como las últimas noche esperando alguna respuesta y como las mismas no la obtenía; él otro optó por la mejor de sus ideas según su decir, dormir para no escucharlo, pero le dolía, por que lo amaba tanto como se lo prometió en el altar y ahora le carcomía las dudas y la curiosidad de si tal vez él pelinegro se cansó de él y se acuesta con alguien más, no soportaría eso, no lo haría, por eso para él, ya no tenía otra opción.

Despertó al otro día entre abriendo los ojos con un poco de ardor, la razón, aquella última noche de sus ojos café botaron unas cuantas lágrimas antes de caer dormido, observó a su costado, esta vez nada, ya no había el buenos días que el pelinegro le regalaba cada que amanecía, nada, y por eso este día se había decidido, según él les repito, hacer lo correcto.

Antes de empezar con su determinada jornada en casa camino hacia el baño para asear su cara, y se miró en el espejo, sus bellos ojos ahora rojos y manchados, no le dieron más que más rabia, y tiró del agua juntada para mojarse el rostro, ¿dolor?, no había, su mano había sido vendada, y recordó, en sus pensamientos y palabras sus mejillas siendo besadas la pasada noche por su amor, su sucio y detestable amor para él…le dolía.


—Otra vez las doce… —murmuró entre dientes y azotando su mano vendada sobre la mesa… dio cinco vueltas por él espacio de la sala y nada, aún no llegaba, y de pronto escuchó las llaves de siempre una vez más, y como ya siempre corrió a su cuarto y se recostó ocultando bajo la almohada su arma auxiliar… escuchó los bajos pasos del pelinegro acercarse a la puerta y luego de entrar cerrarla, aproximándose a su lado,  acuclillándose delante de él y depositar despacio un par de besos sobre su sien.
Al rato verlo dormido a su lado y hoy más que nunca se dió cuenta que el pelinegro lo aprisionaba muy fuerte en sus brazos al dormir, podía sentir de cerca su respiración; pero otra vez dueño de sus pensamientos lo llevó a imaginarlo abrazando a alguien más de aquella manera, llevó su mano cuidadosamente bajo su almohada y extrajo su arma antes guardada, observó una última vez el tranquilo rostro de su amado en la densa oscuridad, cerró los ojos y sin medir pudor lo apuñaló en el corazón…lo último que escuchó de su amor fue un último suspiro…

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