Night

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Sabía que en su corazón resguardaba desde tiempos remotos algún sentimiento afectivo por ella. Por Amy. Por su Amy.

Era difícil de explicar y aún más de intentar expresar lo que floreció en algún momento dentro de sí. Era tan fuerte y a la vez tan suave, tan desconcertante pero tan claro, tan desordenado y al mismo tiempo parecía tan perfecto. Tal como lo era ella.

El pensamiento lo hizo sonreír con suavidad, y que sus ojos se entrecerraran con ternura al verla dormir en su lecho. Tranquila y apacible. Todo lo contrario a cuando estaba despierta, siendo tan enérgica que incluso lo llegaba a asustar. La sonrisa en sus labios se elevó más, ahora con cierta diversión.

Observó la rosa blanca en su propia mano; era un regalo de despedida, una promesa de que su partida sería temporal y eventualmente regresaría a ella nuevamente. No era especialmente de su agrado tener que hacer este tipo de cosas en las noches colándose en la habitación de Amy como un completo acosador o idiota que no sabe respetar la privacidad de una chica. Pero es que muchas veces ella tendía a volver lo que sería un simple "hasta pronto" en algo un poco más difícil.

Era complicado mirar en su cara una sonrisa que a pesar de querer hacerse ver alegre, resultara triste. Como contenía tantas emociones no tan positivas, la desilusión y soledad que se reflejaban en sus preciosos ojos que sabía, luchaba porque no soltaran lágrimas eran demasiado para él.

Quizá lo peor de todo es que Amy lo soportara sin quejas, sin reclamos, siendo siempre tan comprensiva y amorosa como no pensaba que alguien podía serlo y dejándolo ser el espíritu libre que era. Sin atarlo ni forzarlo a convertirse en algo que no era ni podría ser, permitirle seguir forjando su camino y vivir como él mismo, queriéndolo a pesar de todo.

Dios, ¿Cuándo es que ella había madurado tanto? Le parecía como si fuese ayer cuando tenía que huir de la Amy Rose que lo perseguía para confesarle su amor y pedirle matrimonio...

Y él, bueno, se sentía como un cobarde por no ser capaz de encararla aún y estando frente a frente decirle todos los pensamientos que pasan como un bucle por su cabeza gracias a tanto tiempo enterrados y suprimidos por él mismo. Ni siquiera tenía el suficiente valor de despedirse apropiadamente, dejando que despierte con una flor que a este punto debería ser terriblemente familiar para ella, huyendo y dejándola sola una y otra vez para que cargue con todo.

Era un horrible novio si lo veía de ese modo.

Y por ello muchas veces llegaba a creer que simplemente no se merecía que un ángel como Amy lo amara. Ella era tan buena y tenía un corazón puro e indulgente, era paciente además de bondadosa, había cambiado tanto para poder seguirle el ritmo y estar a su lado. Estaba enamorada de un héroe como él y no rehuía de lo que ello implicaba; de no ser capaz de disfrutar de citas llenas de romanticismo cada noche, de no escuchar palabras empalagosas salir de él, de no ser mimada como seguramente se lo merecía y como sucedía ahora, tener que pasar temporadas lejos de su persona querida.

Exhaló un pesado suspiro a la vez que con pasos pausados y ligeros para no hacer mucho ruido se posicionaba justo a su lado. Arriesgándose a despertarla dado al tacto, aún así comenzó a pasar sus dedos por sus púas rosadas deleitándose con lo flexibles y suaves que eran. Su mano subió y bajó a lo largo de ellas unas cuantas veces antes de cambiar de rumbo y dirigirse ahora a su hermoso rostro dormido, acariciándolo con ternura y delicadeza mientras admiraba sus facciones únicas. Sus ojos eventualmente se toparon con sus labios; un repentino y ferviente deseo de besarlos emergió de su interior. Ya lo había hecho antes, varias veces, y a pesar de ser roces cortos que vez en cuando Amy iniciaba, sintió en la gloria en cada ocasión. Era una sensación extraña pero adictiva, y aunque no lo expresara abiertamente, ya se estaba acostumbrando a ello.

Sabía que podía disfrutarlo una vez más allí mismo, en ese momento. La idea le pareció más atractiva de lo que podía admitirse a sí mismo. Sin darse cuenta su rostro ya se había acercado al suyo, demasiado; solo bastaría un pequeño movimiento para efectuar el acto. Sin embargo... algo en su interior se lo impidió. Se dió cuenta de lo injusto y egoísta que sería si lo hiciera cuando ella estaba dormida. Amy disfrutaba lo mismo o incluso más que él esos contactos íntimos y especiales a pesar de su timidez al respecto. No podía hacerle eso, no podía privarle el experimentar por completo aquella sensación, debía estar despierta y en todos sus sentidos.

Suspiró de nuevo y se limitó a besar su frente con cariño. Se sintió aún un poco culpable, pero solo un poco.

Se irguió y colocó la flor en la mesita de noche y admiró de nuevo a la preciosa chica durmiente a su lado. Fue entonces, cuando comparando sus virtudes y actitudes, saltando de un pensamiento a otro, que se percató de una coincidencia curiosa: siempre regalaba rosas a una rosa.

Una diminuta y sigilosa risa escapó de su garganta. Sí, Amy era como una rosa.

Su rosa.

Su sacrificio, su persistencia, valentía y nobleza... Ella ya lo había dado todo.

Entonces decidió que era su turno para hacer lo mismo.

Con ese pensamiento en mente, partió de nuevo. Pero esta vez con un nuevo y ferviente deseo, mientras su mirada estaba llena de determinación.

Night [SonAmy One-Shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora