Polvo

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A través de las abandonadas ventanas la luz se filtraba iluminando la habitación. La escasa iluminación que entraba le dejaba poco que ver de la fotografía que sostenía entre sus manos. Al igual que la fotografía, aquel lugar estaba completamente dejado, los muebles cubiertos de polvo, las paredes cubiertas de telaraña, los focos, algunos rotos, otros tal vez funcionales, aunque era poco probable. La habitación en que la que él ahora se encontraba era enorme y de ella brotaban miles de recuerdos bellos al igual que de aquella fotografía. Pero de algún modo todo aquello parecía extraño, todas las memorias no encajaban en la manera en que él lo recordaba; tal vez dentro de él sabía qué era aquel lugar, pero un sentir más escondido le hacía dudar si aquel lugar era lo que él recordaba.

No obstante, miró a su alrededor y por un momento se olvidó de lo que sostenía entre sus manos y de todos sus sentidos, entonces se perdió en las historias por un momento, en los múltiples recuerdos que parecía que salían de entre los muebles, al igual que las risas que eran distantes, pero las oía, tal vez en su consciente, tal vez en su subconsciente. De repente el polvo del suelo, de los muebles y de las paredes parecían alborotarse en un tornado en frente de él, justo debajo del umbral que daba a la habitación contigua; pareciera como que formaban las memorias de manera vaga, un trabajo conjunto entre su imaginación y las volutas danzantes.  Se podía ver a sí mismo correr con los demás niños y olvidar por un momento todos sus problemas. Era una de sus más preciadas memorias antes de que tenga que crecer y salir al mundo real. Se distrajo por un momento; entonces de repente cesó, todo volvió a su lugar, todo volvió a tener un aspecto fúnebre y abandonado, amargándole el alma.

Dudó ante tantos sentimientos mezclados, pero asumió que aquel lugar no le transmitía el mismo sentimiento debido a que ya nadie lo cuidaba. Entonces, desvió de nuevo la mirada a aquello que tenía en las manos, aquella fotografía que había decidido conservar y llevarla con él. Él no lo veía en ese momento ya que se hallaba concentrado en la esencia de lo que la imagen había capturado, pero luego su mente dejó de recordar y miró lo maltratado que estaba aquella fotografía. Aparte del polvo, el material de la foto estaba muy maltratada a pesar de que acababa sacarlo del marco. Las imperfecciones en ese momento se hicieron más notables, dejó de ver la foto con cariño y la veía con cierto disgusto, hasta llegó a dudar si realmente valía tanto aquello para llevárselo consigo. Pero por algún motivo no podía dejar de verla, sus ojos parecían volverse microscopios y empezaba a ver cada falla en todo, la foto parecía casi corrompida.

Respiró profundamente, parpadeó por un momento y la ilusión terminó, pero no podía dejar de ver lo que ya había visto en aquella foto. Entonces, volvió enfocarse en el recuerdo que le transmitía, se buscó a sí mismo y su sonrisa inocente. Tal vez ver su felicidad le haría cambiar de parecer ante la foto. Observó por un momento cómo su yo joven sonreía ante la cámara, la diferencia era increíble entre su él y su yo joven. Pero, a pesar de que veía una curva en sus labios, una muestra de dientes que lo pronunciaba aún más, había algo inquietante en su mirada, como si la parte inferior de su rostro mostrase algo, pero su mirada era totalmente distinta, transmitía una desesperación horrible. Entonces, encontrándose con semejante sorpresa, empezó a observar las miradas de todos los niños y, lo que le dejó helado, fue ver que ninguno de ellos transmitía algo diferente, todos tenían una mirada de miedo.

No comprendía, sus recuerdos y lo que observaba no concordaban, casi colisionaban, él recordaba algo bello, pero miraba sus ojos infantes y miraba miedo. Trató de hacer memoria, pero no podía recordar cuál podría ser el motivo y, casi como si fuera una necesidad, con una gran curiosidad empezó a inspeccionar la imagen, miró a cada uno de sus amigos y amigas, pero no lograba distinguir nada distinto. Entonces, su mirada que fue yendo de derecha de izquierda, terminó en la señora que cuidaba en ese entonces de ellos. Entre sus brazos había un niño que no sonreía y que tenía una mirada perdida, no había alegría aparente y no podía ver qué miraba. Una memoria distante brotó y él recordó que aquel niño había hecho algo muy malo y cuando un niño hacía eso, la señora Margaret le llevaría a las autoridades correspondientes ya que ella no trataría con muchachos o muchachas maleducados.

Aquella situación se tornaba cada vez más horrible, miradas desesperadas, un niño con una mirada perdida y todo terminaba con el rostro de la señora Margaret. En ese instante sintió como si hormigas de hielo caminaban por su espina dorsal, el rostro de la mujer, que en sus memorias era nada más que severa, ahora se tornó casi diabólico; sonreía con placer mientras clavaba sus uñas como garras en ambos hombros del niño con la mirada perdida. Todo aquello le hizo soltar la foto y pararse de inmediato, llevar su índice y pulgar a ambos ojos y limpiarlas, en un intento vago de borrar lo que había visto. Abrió los ojos y se dio cuenta de que estaba exactamente en frente en donde la foto había sido tomada y, tanto tiempo mirando aquella infernal fotografía, le hacía posible verlo en vida real. Se miró a sí mismo, luego pasó su mirada lentamente hasta el niño con la mirada perdida, dio media vuelta y observó lo que tal vez el niño miraba.

Fue de nuevo a la mesa, recogió la fotografía y la comparó un par de veces; entonces se determinó que estaba mirando a un estante lleno de chucherías, el cual podría haber pasado desapercibido como un mueble más, pero vio en ese momento una rotura en la pared, parecía como si el estante estuviera mal puesto y se veía que había algo detrás de este. Actuó de inmediato y empujó el mueble dándose espacio para ver que había en ese lugar.

Se quedó de frente a la pared, quieto, anonadado, por un momento no pudo distinguir con claridad, pero luego sus ojos se ajustaron a la oscuridad y pudo observar perfectamente. Quiso encontrar otra razón, pero no pudo y a la par de eso las preguntas empezaron a surgir en su cabeza. No entendía o tal vez no quería entender. Caminó rápidamente hacia la salida, casi corriendo y no miró atrás, dejó la fotografía, lo que había visto y aquella casa, pero el horror se lo llevó, pensando en cuántos niños habían sido “muy malos” y cuántos él había pensado que se iban con las autoridades, pero terminaban mezclados con el polvo.

PolvoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora