Tentación.

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—Este maldito mundo gris otra vez— gruñía desde mis entrañas mientras miraba las sonrisas hipócritas en los rostros de las personas que se encontraban a mí alrededor.

Cada uno con diferentes muecas y ademanes tratando de demostrar al anterior que eran mejor compitiendo entre sí a ser el mejor rico del lugar. Mi propia vida me da asco, estar rodeado cada día en infinidad de bailes y fiestas elegantes con gente que no conozco intentando agradar a mi padre quien es el mayor magnate y multimillonario del mundo y yo su único hijo, rodeado de tantas mujeres que al instante en que lo pida, podrían tirar sus prendas al suelo sin importar el lugar y la situación en la que estemos, tratando de ganar casarse con migo no sé si por orden de mi padre o por la avaricia que demuestran sus ojos pero ante los míos, ante mi mirada, todo este mundo es gris, todo a mi alrededor es gris, no hay más colores y no creó que existan más.

Nuevamente estoy sentado frente al bar con una copa de coñac sobre mi mano, la música a todo volumen mitiga aquellas voces chillonas de las mujeres que se encuentran a mi lado tratando de seducirme. Agradezco el bullicio de esta aburrida fiesta para poder concentrarme en mi gran y única amiga la bebida. Sostengo aquella copa de cristal entre mis dedos a la altura de mis ojos para mirar a través de ese líquido celestial, cuando una silueta femenina cubierta de una prenda que igualaba el color de mi corazón, apareció en líquido. Bajé la copa para poder mirar a detalle a aquélla mujer, su cabello negro ondulado que caía sobre sus hombros me hipnotizo, su fina cintura hizo crecer dentro de mí un deseo de querer tocarla, dos pechos firmes escondidos detrás de aquella tela roja y una caída libre desde sus caderas dejando un camino de tela ondulada sobre el suelo que entallaba aquella divina figura.

No podía dejar de verla, ese color tan hermoso y cálido que por fin podía ver a través de este mundo gris me tenía embobado. Mi mirada quería penetrar aquella tela y verla en su esplendor cuando de pronto nuestras miradas se cruzaron, me miró fijamente a los ojos y sus labios se curvaron en una sexy y profunda sonrisa, una sonrisa pintada a juego con su hermosos vestido. Caminó hacia el otro extremo de la habitación mientras la seguía con la mirada y ella sabía que lo hacía, su menear de caderas hacia que mi corazón latiera a su mismo ritmo para perderse entre la multitud. Pude recobrar mi cordura y levantarme de mi asiento eh ir tras de Ella. No me importó quien estaba hablando con migo y creó que aventé a una chica por mi brusquedad, nadie valía la pena excepto esa mujer.

— ¿Te encuentras bien Marco?

Maldita sea, una voz ya conocida me paro en seco y se interpuso en mi camino. Era Marry mi auto-proclamada prometida.

— ¿Viste a donde se fue la mujer del vestido rojo?

— ¿De qué hablas Marco? Aquí no hay ninguna mujer vestida así— decía mientras me miraba algo extraña— tu padre está esperando por ti, quiere que te unas a la celebración y...

— ¡CÁLLATE! ¿QUE NO VEZ QUE ESTOY OCUPADO? mejor ve tú que prefiere estar contigo, ¿crees que no sé qué te acuestas con él? Deberías de controlar tus alaridos de zorra para que nadie los escuche y ahora quítate ¡tengo que encontrarla!

Empuje a Marry quitándola de mi camino, en su rostro se reflejaba horror pero no me importó ¡tengo que encontrarla!

Camine entre la gente en dirección en la que se fue, al voltear a las demás alas de la mansión pude ver como la cola de su vestido desaparecía entre los pasillos corrí tras Ella, el rastro de su perfume tan dulce que dejaba a su paso me indicó el camino cuando por fin pude ver que entraba a mi habitación de una forma sensual no podía más, mi corazón latía a mil por hora y corrí hasta ese lugar. Al entrar pude verla parada frente a mi ventana mirando la hermosa vista, yo sólo tenía ojos para ella aquel mundo gris era penetrado por sólo su figura y su hermoso vertido rojo que se movía al vaivén del viento que entraba por la enorme ventana, me acerqué poco a poco a ella mientras miraba el escote de su espalda que terminaba en el borde de sus caderas escuche salir un dulce sonido de aquellos labios carnosos.

— ¿Me... amas, Marco? —Su voz era profunda pero sensual, muy sensual — ¿lo haces?

—yo... no... ¿Cuál es tu nombre?— valla hombre resulte ser ¿cómo podía tartamudear en ese momento? Ella volteo ligeramente su cabeza para poder mirarme de reojo sin alterar aquella postura tan exquisita.

—dímelo, necesitó escucharlo de tus labios.

Su mirada era penetrante, su vos era hipnótica y su cuerpo era como un imán que atraía el mío como si fuese un trozo de metal.

—sí, yo te amo.

Finalmente me rendí a sus encantos, ella esbozo una pequeña sonrisa y estiró su mano para que yo pudiera tomarla, el tacto era suave y sus manos eran pequeñas, su piel era blanca y muy fría todo lo contrario a su sensualidad. Tome la iniciativa y me acerqué a ella tomando con una mano su pequeña cintura y con la otra una de sus mejillas para poder besarle, sus labios eran fríos, succione el inferior para poder abrirme paso a través de ellos y así apoderarme de su lengua, su sabor dulce era celestial y ella respondía mi beso con la misma intensidad con la que yo lo hacía, me perdí en aquella tentación de mujer para después no saber más de mí todo en ese instante se volvió oscuro.

A la mañana siguiente desperté sobre mi cama y un rayo de luz me daba directamente sobre mi rostro, trate de abrir los ojos y poco a poco pude enfocar mi vista la cual dirigí a mi mesa para buscar mi desayuno cotidiano en su lugar encontré un perico doblado.

Esa mañana me sentía espectacular, mi típica resaca había desaparecido y mi cuerpo se sentía liviano, parecía que me encontraba en otro lugar y por fin después de tantos años mi mudó había dejado ese color grisáceo que me enfermaba, en su lugar todo parecía tener color y un aroma dulce.

Por mi mente paso la imagen de aquella mujer la cual hizo que me levantara de mi cama como un resorte para buscarla a mí alrededor al no encontrarla decidí tomar el periódico en lo que esperaba a que trajeran el servicio.

En la portada aparecía Marry de seguro anunciaría su compromiso con mi padre, que asco me dan. Al seguir mirando mi cuerpo comenzó a temblar y un escalofrío recorrió mi espalda, una foto mía se encontraba abarcando el resto de la hoja, estaba en el suelo envuelto en una cortina roja, continúe leyendo tratando de controlar mi respiración.

"la prometida de Marco Di Monti hijo del magnate Di Monti narra los acontecimientos:

Estábamos celebrando su cumpleaños cundo note algo raro trate de intervenir pero el grado de alcohol ya era bastante y fue algo brusco con migo, alucinaba cosas y se apartó de mi dirigiéndose a su cuarto buscando a una mujer vestida de rojo, trate de seguirlo pero al querer entrar en su cuarto este estaba cerrado con llave así que busque ayuda para forzar la cerradura, al entrar pude observar como Marco tropezó con una de sus cortinas cayendo al vacío.

Las cámaras de seguridad fueron revisadas para buscar a la misteriosa mujer pero en ninguna apareció, lo único que se pudo captar fue a un Di Monti totalmente ebrio tambaleando en dirección a su cuarto. Las autoridades concluyeron que se trató de un accidente debido al estado inconveniente del Muchacho."

No lo podía creer ¡ESTABA MUERTO!

No entendía cómo había terminado así, todo era confuso y me desplome en ese instante. No entendía nada, mis manos cayeron sobre el frío piso que de pronto se empezó a convertir en un líquido caliente que me empezaba a cubrir. Al mirar me di cuenta de que era sangre, toda la habitación estaba cubierta de este líquido que fluía cómo de una herida abierta. Mi cuerpo se llenó de sudor al escuchar aquella voz sensual de anoche no quería voltear, un frío sepulcral invadió la habitación y nuevamente esa voz me llamó por mi nombre, al voltear pude ver a aquella mujer pero esta vez su aspecto era diferente, su piel estaba pegada a los huesos y su color era aún más blanco casi transparente, su cabello negro caía sobre su rostro dejando sólo entrever sus labios que aún mantenía aquel rojo vivo el mismo color de su vestido que ahora se unía con el resto del río de sangre que cubría el lugar. Ya no podía moverme, el miedo se apoderó de mí.

—Marco... dijiste que me amabas...— una sonrisa siniestra se apodero de su rostro mientras se acercaba lentamente hacia mí —ahora estaremos juntos para siempre...

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