Prólogo

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Mi día no podría haber ido peor.

Desde que entré por la mañana a trabajar, con el imbécil de mi jefe dando el coñazo, hasta el atasco para volver a casa, causado por una estúpida huelga sin razón. Y, al volver a casa, deseoso por comenzar mi tarde de tranquilidad, me encuentro a mi novia follándose a otro.

Como si mi día no pudiera irme peor, acabamos discutiendo. Ella me echó en cara lo poco que la cuidaba, lo poco que la mimaba y el poco tiempo que pasaba con ella.

¿Acaso no puedo sentirme agotado después de días duros en el trabajo? ¿Acaso no puedo terminar el día descansando en el sofá o en la cama?

Ella siempre está fuera, con sus amigos, de juerga. Muy pocas veces ayuda con la casa: la colada, la plancha, los baños, la aspiradora, la cocina... todo lo hago yo. Y lo peor es que utiliza siempre la excusa de que antiguamente eran las mujeres quienes lo hacían todo, y que ahora nos toca a nosotros.

Cuando comencé a salir con ella, cuando comencé a vivir con ella... Jamás pensé que sería este tipo de persona.

Resumiendo, tras una horripilante y agotadora mañana, termino la tarde discutiendo con mi novia. Como el apartamento es suyo, me echa de la casa con una pulcra y perfecta maleta preparada...
¿Quizás lo tenía ya planeado? ¿#FormasParaRomperConTuNovio? Fóllate a otro para cortar por lo sano y échale la culpa al novio.

Y aquí me encuentro en estos momentos...

Delante de la puerta de la única persona a quien se me ocurriría acudir tras un desastre tan monumental como el de este día.

Me abre la puerta, sin sonrisa en la cara, conociéndome bien. Me ve, parado delante de su puerta, vete a saber con qué aspecto, y con una maleta al lado. Hace un mohín y frunce sus carismáticas cejas. Rápidamente agarra mi maleta y me coge amablemente de la mano, haciéndome pasar a su casa. Me guía hacia una de las habitaciones, donde deja la maleta encima de una silla y se gira, cogiéndome de las dos manos.

- ¿Palomitas o helado?

Me pregunta. Sin necesidad de respuesta, y leyendo mi rostro, me vuelve a guiar fuera de la habitación y me empuja al sofá, donde caigo rendido como un saco de hortalizas. Se dirige a la cocina, moviéndose tan ágilmente como hace veinte años atrás, y saca rápidamente dos enormes tarros de helado.

- ¿Vainilla y chocolate, o cookie y stracciatella?

Medita durante unos segundos y escoge la primera opción. Se acerca rápidamente hacia el sofá, contoneando sus caderas inconscientemente al andar. Coge el mando de la tele y pone un canal de películas de terror. Coloca los cojines del sofá y se acomoda, tumbándose con la pierna interior doblada y la exterior estirada hacia mí.

Me recuesto en el sofá y apoyo mi cabeza en su pierna estirada. Comienza a acariciar mi pelo mientras los créditos iniciales de la película se suceden. Abre el helado y coge una buena cucharada, de la cual comienza a dar pequeños mordiscos.

Vuelvo los ojos hacia arriba y la miro, contemplándola mientras come el helado. La tensión comienza a aparecer en sus ojos ante ciertas escenas de la película. Entrelazo mis dedos con los de su mano y comienza a apretarme fuertemente a medida que la historia avanza.

No soy capaz de concentrarme en la televisión, mi atención se dirige únicamente a la calidez que emana de su muslo y de su palma... En el alivio que mi cuerpo comienza a sentir ante la presencia de una de las personas más importantes de mi vida.

No me doy cuenta cuando comienzo a quedarme dormido. Ella para la película y me despierta con unas suaves caricias en mi frente y mejillas. Me levanto con su ayuda y ella se pasa uno de mis brazos por encima de sus hombros, agarrándome por la cintura. Me lleva medio a rastras a la habitación de invitados y me sienta en la cama. Desabrocha el primer botó de mi camisa de trabajo y saca una camiseta de Dragon Ball de la maleta.

- Cámbiate, ponte cómodo. Puedes usar el baño que tienes aquí al lado. Y duerme, lo necesitas.

Me aparta un mechón de pelo de la frente y sale de la habitación, entornando la puerta.

Observo durante un buen rato el anaranjado techo con ventilador. Me incorporo y termino de quitarme la camisa, dejándola encima de la maleta. Me visto con la camiseta de dibujos y me quito los pantalones oscuros, dejándolos junto a la camisa.

Me vuelvo a tumbar en la cama, sintiendo cómo el peso de tal horrible día se alivia al saber que, al otro lado de la puerta, se encuentra mi mejor amiga.

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