Nunca más

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Estoy.

No se donde estaba ni donde voy a estar.

Olvido con rapidez.

Lo que ocurrió la milésima de segundo anterior no lo recuerdo.

Siento que pasa el tiempo y lo unico que hago es existir.

Existir, sentir y olvidar.

Siento como voy mutando, como voy creciendo, como voy viviendo.

Y al segundo, lo olvido.

Las mutaciones me van sorprendiendo segundo a segundo y me abren una enorme frontera respecto a mi existir.

Ahora, pasado tanto tiempo que me he olvidado, choco las blandas paredes que limitan mi existencia, me doy cuenta de mi pequeñez y me encojo. Sin embargo, siento paz porque me sé contenido, aunque no se cuando fue que esto empezó. Tampoco sé cuando inició ese compás que marca mi vida, esa catarata constante que es música para mis pequeños oídos y ese viento a lo lejos que me hace sentir libre.

Sigue pasando el tiempo y en el ahora distingo algunas señales del exterior. Escucho cuando papá me explica que mamá me quiere tanto que me lleva dentro de sí y siento la velocidad del auto cuando vamos al médico, no me gusta ir a los controles porque insisten en apuntarme con esa luz enceguecedora que me obliga a taparme mis ojitos pero siempre me recompensan con chocolate y yo salto para agradecer y ellos, felices, se asombran y ríen,

Cuando llegamos a casa ya he olvidado todo lo anterior y me limito a escuchar a papá cantar. Después de comer, me revuelvo sobre mi limitado circulo a fin de lograr llamar su atención pero mamá esta intranquila y ni siquiera lo nota. Lo sé por la rapidez del compás y porque cuando papá le dice que no tiene que preocuparse, que estamos fuera de peligro, ella le responde que nadie lo está y se va a dormir.

Me alerto pero al momento lo olvido. Varias veces vuelvo a tener esa sensación, cuando ellos hablan del peligro y de los mounstros que vienen siento que ya lo viví pero simplemente no lo recuerdo.

Con el tiempo, empiezo a retener alguna información por un lapso de tiempo minimamente mayor. Como por ejemplo que después de la última visita al médico, en la que les dijeron que era un varón, empezaron a llamarme Emiliano.

En el mejor de los casos, me cuentan que en solo unos meses vamos a vernos, que me quieren mucho y me hablan de ellos, de nosotros y de la gran vida que me espera. En el peor de los casos se olvidan que estoy ahí y me dejan fuera de las conversaciones en las que debaten cual de todas las opciones es la menos terrible. En ambas situaciones cuando nos vamos a dormir todo vuelve a la normalidad, escucho el tranquilo ritmo de mamá, siento las caricias de papá y entonces duermo yo también.

Me despierto sobresaltado debido a los gritos y entiendo que la opción mas terrible llegó. Trato de no alarmar a mamá y me quedo quietito, ya que siempre me dice que soy su pequeño heroe, pero, cuando siento el romper de los vidrios, el acelerado compás de mamá y los bruscos movimientos, no lo puedo evitar y salto disconforme en su vientre. Papá pide que lo lleven a él pero que no me hagan nada a mamá y a mi; quiero decirle que no, que mamá no canta tan bien pero como respuesta a mi silencioso reclamo siento un golpe y una sacudida a todo mi alrededor. No sé que es lo que pasa al final pero puedo asegurar que el peor de los casos es hoy. Mamá me acaricia y me duermo.

Al despertar salto para darle a entender que todo esta bien, pero ella no responde así que vuelvo a hacerlo.

-Hijito, ahora no...- me dice con cansancio y tristeza, entiendo que no esta todo bien así que me quedo quieto.

Pasado mas tiempo del que ha pasado nunca, tengo hambre, mucha hambre, pero al abrir la boca solo siento aquel gusto amargo que me indica que la hora de comer no ha llegado. Pasan días hasta que mamá vuelve a darme de comer. No lo digo porque ahora entienda de tiempo, sino porque ella los cuenta tratando de saber cuántos faltan para que salga, y quiero pensar, para que salgamos.

Los 42 días siguientes son una tortura, el compás de mamá solo varia de acelerado a morir a tan débil y tranquilo que es imperceptible, como si ya hubiera muerto. No canta y, aunque habla todo el tiempo, solo puedo sentir lejanía en su voz, como si ya no fuera ella la que esta acá. Cuando me acaricia la siento más cerca que nunca, lo que me indica que debe estar esquelética, y con el paso del tiempo, ya casi no me queda recuerdo de papá.

Se rompe todo a mi alrededor, mamá grita que ha llegado mi momento y escucho mucha gente que corre a recibirme. Cuando al fin salgo solo quiero estar con esa mujer que me contuvo tanto tiempo, pero ni siquiera me permiten verla así que lloro mientras voy olvidando los pocos recuerdos que me quedan. Los nuevos olores, las nuevas imágenes, los nuevos sonidos me indican que yo no pertenezco acá. Me duermo y cuando me despierto el escenario ha cambiado.

Una mujer me sostiene en sus brazos y me dice:

-Bienvenido Pablo- pero siena raro de escuchar, algo en su voz y en su olor me indica que no es mamá.

Los años pasan lentamente y los recuerdos se van trasladando a una parte de mi cerebro a la que no tengo acceso.

Ya tengo 3 años, en todo este tiempo he adquirido nuevos recuerdos y estoy trabajando en no olvidarlos. Voy al jardín, juego con mis amigos, como y papá me lee un cuento cada noche antes de dormir. Pero varias de esas noches, como hoy, me persigue el mounstro y me despierto llorando.

- ¡Mamaaaaaaaaaaaaaa! ¡Mamaaaaaa! - me escucho a mi mismo gritar.

Llega corriendo y me abraza.

- Es solo una pesadilla, amor. - me consuela.

- Venía un mounstruo mamá, venía por mi. - digo y escucho en mi interior un acelerado compás que por deja vú creo conocer.

- Tranquilo mi chiquito, ya se fue, no va a volver más.

- ¿Nunca más, mamá?

- Nunca más.

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⏰ Last updated: Oct 21, 2018 ⏰

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