[único capítulo]

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Draco Malfoy no podía tener más suerte.

Sabía que no merecía nada de lo que tenía, había sido una mala persona la mayor parte de su infancia y adolescencia, pero se había redimido, era una persona nueva –en parte–; seguía siendo el mismo Slytherin arrogante, pero por lo menos ya no juzgaba a los magos por su tipo de sangre, además de que había dejado –sólo un poco– de reñir a Potter por hacer las cosas al estilo Muggle. Incluso había ayudado en la guerra y visto a sus padres ir a Azkaban.

Muchas cosas habían cambiado desde entonces y ahora cada uno – graduados y con trabajos– tenían su propia vida. Y ahí es donde Draco sentía que tenía una buena suerte no merecida. Su vida había cambiado y dado un tremendo giro.

Fue salvado por Harry de terminar en Azkaban, toda la fortuna familiar caía en él –por lo que preocuparse por dinero era imposible–, vendió la mansión y se mudó a un pequeño apartamento  –algo lujoso, al estilo Malfoy– decidido a empezar de cero. Y entonces una noche de regreso a casa, lo volvió a ver; Harry Potter. ¡Oh, el gran salvador! sólo el Cara rajada para él.

Aunque al final había peleado codo a codo y madurado bastante desde Hogwarts, no es que tuvieran una amistad o algo parecido. Sin embargo, el mago –ahora con 24 años– se para y saluda a Draco. Y lo que inició como un saludo de cortesía, terminó en un café y una larga plática en casa de Harry, allí cerca de donde Draco también vivía.

Fue agradable, fue fresco, fue algo nuevo. Hablaron como nunca lo hicieron en el pasado, se pusieron al día desde la última vez que habían sabido del otro y no hubieran sido ellos, si no se les hubiera escapaba alguna broma sobre el otro.

La charla les tomó todo la noche hasta la madrugada del día siguiente, cuando Draco decidió volver a su propio hogar.

Entonces lo que pensaron ambos que jamás se repetiría, lo hizo más de una ocasión. A veces se encontraban en sus caminos a casa o quedaban en un café cercano en un tipo de reunión amistosa, ya siendo inevitable verse seguido por "accidente".

En fin, lo que había empezado como amistad, terminó en una relación. Ninguno sabía cómo había empezado –una noche de copas con sentimientos reprimidos siendo liberados por una vez–, pero aceptaron como terminó todo –con ambos en la cama sin acordarse de mucho pero dispuestos a repetir–.

Entonces Malfoy vendió su apartamento, siendo un pedido de Potter que viviera con él, diciendo que la casa era muy grande para él solo.

Y si, los primeros días eran peleas por tonterías y como sus formas de hacer las cosas chocaban; siendo Draco un obsesivo al orden y por siempre querer tener el control y la última palabra, mientras que Harry era un desordenado que tenía la manía de romper las reglas que Draco ponía en la casa.

Pero eso no importaba realmente, porque al final del día se amaban y Draco lo agradecía aunque no se mereciera una vida tan feliz al lado de Harry Potter, el niño que salvó al mundo mágico.

Malfoy agradecía cada minuto que pasaban juntos, aún cuando peleaban.
Agradecía despertar en una cama cómoda y cálida y no en una celda fría en Azkaban.

Agradecía levantarse por las mañanas –aunque a veces el otro lado de la cama estuviera vacío–, con el olor a café y té recién hechos recibiéndolo, siendo Harry quien se levantaba primero que él para preparar el desayuno.

A veces despertaba y se encontraba con un Potter aún durmiendo a su lado, esos días a veces desayunaban en la cama y eran días cuando Draco podía usar la magia para aparecer un delicioso desayuno. Y ambos estaban bien.

Draco agradecía y amaba que Harry lo recibiera con el desayuno listo al despertar –o con una ronda de sexo–. Realmente no importaba que hiciera Harry, era –seguro– mil veces mejor que lo que servirían en Azkaban.

Pero sobre todo, agradecía que Harry lo hubiera salvado –en más de una forma–. Agradecía tener a Potter en su vida, aunque sabía que no lo merecía. Pero no importaba, porque había tenido suerte y lo aceptaba.

Había conseguido a la mejor persona que jamás pensó tener en su vida y había conseguido un hogar que compartir juntos. Y aunque a veces pelearan, sabía que Harry lo amaba – que al final era él quien cedía a sus quejas–. Estaban felices juntos, con sus problemas, con sus noches de sólo películas abrazados en el sofá después del trabajo. Era suficiente incluso con dormir juntos luego de un largo día.

Estaban bien en su pequeño mundo feliz donde Draco amaba que Harry supiera de su preferencia al té antes que al café y le diera una taza caliente para tomar con el desayuno por las mañanas, acompañado de un abrazo cálido que le hacía sentir que todo estaba bien, junto a un beso de buenos días en su cuello que le provocaba un escalofrío y le recordaba que estaba vivo. 

Todo gracias a Potter.

–Soy un mago con suerte. –Susurró Malfoy sosteniendo la tibia taza en sus manos y pegándose más al cuerpo de Potter, quien le abrazaba sentado detrás de él; sus brazos eran un buen lugar para refugiarse y sentirse amado.

–¿Qué? –Harry preguntó confundido luego de dejar en su lugar el beso de buenos días que siempre le daba a Draco.

–Gracias por quererme. Realmente te amo. –Y Draco no diría más que eso así que allí, sintiéndose bien entre los brazos de Harry, tomó de su té –Te amo, pero este té esta horrible ¿Qué pasa, Potter, se te olvido cómo hacerlo? –¿Qué podía decir? Como Slytherin y Malfoy, debía nivelar las cosas y ser un poco malo.

Harry besó la cabellera rubia y desordenada de Draco. –También te amo pero, callate Malfoy. –Dijo con una sonrisa en el rostro.

–Ya quisieras, Potter. –Sonrió la serpiente bebiendo de nuevo de su té, antes de girarse y besar a su pareja.

Por la mañana. [Harco-Drarry]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora