uno

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Ridículamente perfecto, tu, ¿como es que provocas eso en mi?, tu interés verocil en el prójimo provoca en mi persona tal descontrol, tan nada vano, simplemente uniforme, tanto como mi odio pérfido hacia ti, tanto como la reiteración de mis halagos silenciosos a tu bello ser, tanto como el amor que aviva en mi.
Simplemente aun no logro comprender, ¿como es que has provocado esta irremediable obsesión a observarte?, te has vuelto el pecado de mis castos ojos, tu, es una verdadera pena que mi inferioridad no alcance tu campo de visión, y a la vez es también, una gran suerte.
Te observo a la lejanía, como si de esa fuera la única forma en que se me este permitido verte, ¿quien dice que no lo es?, los santos no pueden estar cerca del pecador, y yo, soy un pecador por abacorar tu presencia.
Hostigar es muy poco comparado con lo que practico día a día gracias a ti, pero no estoy culpándote de ello, aunque en parte la culpa recida en ti, porque quien decidió caer en la trampa de tus encantos fui yo, y hay de mi pobre alma pecadora, que sin querer quiere hundirte en la raíz del manzano, porque por mas leal que seas a tu fe, yo no voy a abarme, porque jamas había sido mas vigoroso que con conseguir este cometido, el que consiste en obligarte a pecar.

Pensaba todo aquello con la mas insana mirada, dirigida por supuesto a mi mayor capricho. Todo aquello distaba a ser perverso en comparación con lo que mi cabeza había comenzado a maquinar desde que lo mire entrar por la nada pequeña puerta del templo al que mis padres me obligan a asistir, porque como ellos aseguran, el demonio me controla y tienen que sacarlo de mi cuerpo.
Pero como esperan que mi cuerpo sea liberado de la mano del demonio si yo soy quien toma su mano, la delación de ser el mal reencarnado de verdad me molesta, exageran aquello porque no llama mi atención el ser creyente o estar a la merced de un ser superior, pero lo que soy no es algo deleble ni menos deleznable, sin embargo tienden a deliberar sobre mi actitud impura, comportándose como obsesivos psicóticos de la palabra de el señor y lo correcto.

-Jovencito, presta atención a lo que dice el pastor. - me dicta mi madre, obligándome mas que nada a escuchar al hombre de avanzada edad, que por mas que haya asistido a tantas reuniones con la palabra vociferada de aquel hombre, sigue aburriendome infernalmente su parloteo incesante.

-Claro, estoy prestándola totalmente madre. - respondo con desinterés, dándole a conocer a la mujer que todo lo que aquel hombre habla a tono elevado no pasa de ser inútil a mi parecer.

-Kijong, di algo a tu hijo por dios. - se queja en voz baja, jalando ligeramente el saco de mi padre, quien suspira mientras gira su cabeza para fulminarme a manera de reprimenda, sólo opto por dirigir mi vista al gran ventanal a mi lado, asegurando que es incluso mas interesante observar los arboles y pasto que al hombre al final del pasillo.

Mientras el parloteo sigue fluyendo yo solo observo la belleza del jardín, deseando poder salir por un momento y perderme en todos aquellos grandes arbustos. Instintivamente me pongo de pie, provocando más ruido del que quisiese, y saliendo sin una pizca de vergüenza de aquel lugar, mientras las personas murmuran indignadas falsamente.

Al salir un enorme suspiro escapa de mi pecho, me sentía liberado, como si de verdad aquella charla fuese una tortura. Camine tranquilamente por el gran terreno, sonriendo y pateando medianas rocas como un chiquillo travieso que busca perder el aburrimiento.
Realmente agradezco haber salido de aquella aburrida reunión para encontrarme con el precioso jardín. Tome asiento en la redonda fuente de lizo concreto mientras observaba a mi alrededor, todo se veía tan bello, tan parsimonioso, tranquilamente apartado, como si el rastro de civilización se hubiera esfumado y solo yo fuera la única presencia poblando la tierra.

-¿Como es que tienes ese nivel de indecencia, para salir de ese modo tan súbito y desvergonzado a media platica?. - pregunto cohibido, sus hermosas facciones deformándose con recelo en una mueca de inquietud, como si de verdad estuviera indignado por mi anterior acción dentro de la iglesia.

-Tal vez sea porque el demonio aviva en mi cuerpo. - repetí las palabras de mi madre en un susurro, intentando mofarme del concepto que mis padres tenían sobre mi actitud injusta ante la ley celestial. Río por mi comentario, y pude jurar que mi corazón exploto de euforia con tan solo tener el placer de ver y escuchar ese gesto tan particular de su persona, me gire de inmediato, tratando de ocultar el sonrojo que inconscientemente provoco en mi.

-¿Entonces eres el demonio en carne propia?, porque de verdad me impresiona tener el mal puro frente a mis ojos. - siguió mi chiste, sonriendo sin siquiera mostrar los dientes, provocando que en sus mejillas aparecieran dos pequeños huecos que caracterice como lo que mas amo de su bendita anatomía.

-También es un placer. - dije socarrona y engreídamente, mientras mostraba una sonrisa presumida.

-Engreido. - bufo, enterneciendome por su actitud aniñada. - obviamente es un placer. - soltó de manera repentina, provocando que mi sonrisa se borrara. - para ti claro.

-.Si - dije tratando de ocultar mi vergüenza.

-Se hace tarde. - observo el casi completamente obscurecido paisaje, torciendo la boca.

-Supongo, aquí el tiempo vuela. - opine, observando su linda mueca, pues parecía que cualquier gesto de este hombre estaba destinado a ser digno de un museo para las bellas artes. Camino en mi dirección sonriendo de lado mientras asentía.

-Sera mejor que volvamos, ¿no crees?. - tomo asiento a mi lado, convenciéndome casi por completo de regresar a aquel tortuoso lugar. Casi, porque aunque fuera leal a su belleza no podría soportar entrar de nuevo a aquella iglesia.

-Puedes hacerlo, yo prefiero quedarme aquí. - sugerí con simpleza, sonriendole para darle seguridad de que estaría bien.

-Eres un poco desvergonzado. - acuso, suspirando para girarse a verme.

-Lo soy. - dije en forma de aclaración mas que de pregunta.

-¿De verdad no iras conmigo?. - pregunto aun como intento de convencer a mi mente.

-No. - respondí algo tosco, pues el que tratase de convencerme se había vuelto algo increíblemente molesto de su parte.

-Bien, me iré entonces. - se levanto para comenzar a caminar del lado contrario a donde creía que iría. Me confundió un poco, pues normalmente el se iría hacia el templo, sin embargo caminaba adentrándose en el espesor de los arboles, lo que me puso impaciente, pues quería seguirlo pero mi orgullo(lo poco que me quedaba gracias a que estaba a su completa merced desde que descubrí la inquietante atracción que me provocaba su actuar tan correcto y puritano)no me permitía cumplir sus caprichos no dichos a viva voz. Se giro para enfrentarme, sonriendo de forma engreída, negando con la cabeza y chasqueando la lengua en desaprobación, a mi actitud imagino yo. - vamos, se un joven educado y has caso a tu mayor. - dijo autoritario. - ponte de pie y ven aquí ahora. - ordeno, inmediatamente obedecí, pues el tono de voz que empleo me provoco un escalofrío imprevisto. Camine hacia el, a lo que sonrió victorioso y comenzó a caminar conmigo detrás de el, se detuvo en un lugar que no logre grabarme ni reconocer, pues todo alrededor era similar en cuanto a característica.

-¿Que es aquí?. - pregunte en voz baja, pues parecía que cualquier cosa que dijera podría molestarlo o por el estilo.

Se acerco cauteloso, como si solo estuviese tanteando el terreno. Pude sentir como mi interior dio un vuelco, pues la cercanía era peligrosa, al menos para mi. Se detuvo frente a mi rostro, tan cerca que casi podía sentir su aliento tibio chocar contra mi cara, me observo por segundos con esos hermosos ojos, tan obscuros, su mirada penetraba en mi alma, como si supiese mis insanos pensamientos. Sus labios gruesos se veían suaves a simple vista, sobresaltados como a manera de mohín por el grosor pienso yo, se inclino rozando nuestras mejillas, dirigiendo sus labios a mi oído y susurrando de una manera asesina y seductora.

-Sera nuestro jardín de Edén.

Lucifer ••Namkook••Donde viven las historias. Descúbrelo ahora