Parte 1- El último viaje

1 2 0
                                    

Qué manía le cogió a Extremadura al completo, qué feo le parecía cualquier punto de encuentro a medio camino entre Madrid y Lisboa. Y lo gracioso era que no conocía apenas nada de aquella tierra aparte de unos cuantos bares y parkings públicos en los que dejaba su coche a buen recaudo, antes de montarse en el automóvil de él para hacer alguna escapada a los alrededores. Sabía que era una antipatía irracional, pero odiaba a toda la comunidad autónoma, porque sí, o quizá por no odiarlo tanto a él. Sentados en aquella mesa apartada de un bar, apurando las últimas horas antes de partir cada uno hacia su casa, Paloma dijo que no podían seguir así, que las relaciones a distancia no funcionan eternamente, y Mario respondió que él no podía ir más allá. Ella se echó a llorar y le acusó de utilizarla como un simple entretenimiento y él acabó llorando también ante semejante acusación, falsa en su opinión. Pero es que costaba creer lo contrario, lo pensaba una y otra vez cuando pudo secarse los ojos lo suficiente como para agarrar el volante antes de que la noche se le echase encima. Escuchaba "no puedo ir más allá" como si él fuera sentado en el lugar del copiloto y se maravillaba de que un par de horas atrás hubieran estado convirtiendo la cama del hotel en un revoltijo de sábanas, como si la ruptura no anunciada comenzase su recta final con los fuegos artificiales del último polvo que echarían juntos en toda su vida. Hombres... pensó, maldiciendo a todos los descendientes de Adán en conjunto. Sólo nos buscan para el sexo, siguió pensando, mientras sus sollozos se convertían en un cabreo monumental. Cuántos kilómetros en balde, cuántos años perdidos en un juego de idas y venidas, de escapadas y llamadas hasta el amanecer, qué falta de planificación, qué maldita locura.

Decidió poner la radio, en un intento de acallar la fantasmal voz en sus oídos y de paso para animarse un poco antes de que Alicia notase sus ojos hinchados de regreso a casa.

Los días que pasan

Las luces del alba

Mi alma, mi cuerpo, mi voz, no sirven de nada

Qué no daría yo por tener tu mirada

Por ser como siempre los dos

Mientras todo cambia

Porque yo sin ti no soy nada

Sin ti no soy nada

Sin ti no soy nada

"No, mierda, justo esa canción no, ahora no, no puedo soportarla."

Malditas canciones, malditas frases de amor, malditas películas románticas. Una vez había leído que había personas visuales, otras auditivas y algún tipo más, y ella definitivamente era de las auditivas. Cualquier frase se le quedaba grabada, como cuando le preguntó la vez anterior adónde iba aquello, que ya pasaba de amistad pero no era todavía relación amorosa, y él respondió "vamos a intentarlo, no conozcamos a otras personas, si sólo estoy yo para ti, sólo estarás tú para mí". ¿Acaso no lo habían intentado lo suficiente? ¿Había otra esperándolo en Lisboa? ¿Fueron los dos tan tontos de no pensar en un plan futuro que los reuniese en la misma ciudad? Él nunca hablaba claro del asunto, echaba la culpa de no poder regresar a Madrid al trabajo. Tenía gracia, eran de la misma ciudad y se habían tenido que conocer por internet. "Si no fuera por el curro, iría a cualquier sitio donde tú estuvieses, Paloma." ¿Sabía aquel malnacido que ella era una persona auditiva y por eso la encandilaba con frases bonitas? ¿O todas las mujeres caían en las mismas trampas?

Tres horas de viaje le dieron margen para repasar casi día por día todo lo que había ocurrido desde el simple "hola" que dio comienzo a todo, una tarde aburrida y gris, con aquel mensaje privado en un foro sobre su gran pasión en común: la música rock. Cuánta afinidad, cuántas horas hablando de tantos intereses comunes, qué bonito ir dando pasos hasta encontrarse en persona. Qué nervios, qué emoción, qué energía invertida... para nada.

Ya no sentía tristeza ni enfado, sólo le dolía la cabeza y quería esconderse debajo de la almohada en cuanto soltase la maleta. Decidió que tiraría toda esa ropa, no quería nada que le recordase a su último viaje juntos.

Aquella noche soñó con él, y la siguiente, y la otra. Lo último que le había dicho antes de meterse en el coche fue que le daría espacio y lo dejaría tranquilo para que se aclarase. Qué duro resultaba tener ganas de luchar por algo y que al otro lado tirasen la toalla tan alegremente. ¿Pensaría él en ella a todas horas también? ¿Estaba todo perdido sin remedio? Agarraba el móvil y lo alejaba con toda su fuerza de voluntad. "No debo agobiarlo, no quiero parecer desesperada, tengo mi dignidad, lo echo tanto de menos, decir hola no puede hacer daño, no quiero volver a saber nada de él nunca más." Se iba de un extremo a otro en sus pensamientos, incapaz de tomar alguna decisión. 

Sin ti lo seré todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora