Capítulo Único

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Mansión Downey, California, Estados Unidos. Actualidad

Robert se encontraba en su despacho, teniendo una conversación sobre trabajo con el señor Holland. No era la primera vez que ocurría pues ambos solían hacer negocios juntos, la mayoría del tiempo para ayudar a distintas fundaciones. Aquella vez sin embargo, era diferente. Dominic había traído consigo a su familia pues pasarían las vacaciones de verano en la mansión, mientras ellos dos terminaban de arreglar los detalles de su actual proyecto. No era la primera vez que veía a su familia, los conocía de fiestas y encuentros casuales pero jamás tuvo el honor de hospedarlos en su propia casa. Las personas normalmente lo veían como un playboy famoso y rico que se divertía con sus diferentes ligues cada noche; Sin embargo Robert deseaba en secreto encontrar el amor verdadero y pasar el resto de su vida junto a esa persona, cuidándola y haciéndola feliz. Y fue en ese evento años atrás, cuando conoció al joven Tom que se dio cuenta de que se había enamorado perdidamente de un adolescente. Claro que ahora ya de adolescente no tenía nada pues el tiempo lo había hecho crecer y madurar y se había convertido en un hombre en toda regla. Y aquel hombre en toda regla lo había cautivado con su personalidad, su sonrisa y su bondad. Podría decirse que lo tenía a sus pies sin siquiera saberlo. En ocasiones se sentía molesto debido a aquella debilidad pero no podía evitar sentir lo que sentía así que conforme los años fueron pasando, esa molestia se convirtió en necesidad. Estaba mal pues al conocerlo tenía tan solo 17 años, era un crío y por otro lado era el hijo de uno de sus socios de trabajo. ¿Probabilidades de que lo tomaran por un bastardo pervertido? Muy altas. Pero, ¿qué se suponía que hiciera? ¿Tragarse sus sentimientos y fingir que nada ocurría? ¿Cómo mierda iba a hacer eso si el chico no paraba de provocarlo con insinuaciones y poses que él clasificaba secretamente como ilegales? Y por si fuera poco, hacía días que no daba con él, lo veía a la hora de desayunar, comer y cenar y después desaparecía sin dejar rastro. No quería parecer paranoico pero sentía como si le estuviese evitando. ¿Se habría dado cuenta de sus sentimientos? No había forma posible de que aquello hubiese sucedido. Tenía que ser otra cosa.

...

Mentiría si dijera que no había estado evitando al Sr. Downey durante toda la semana. Simplemente no se sentía capaz de mirarle a los ojos después de lo que había hecho. Se sentía sucio y desgraciado y nada podía arreglar aquello. Una noche el insomnio le impidió dormir así que comenzó a imaginar cómo sería vivir en aquella mansión junto a su jodidamente perfecto anfitrión, pasar el resto de su vida allí, viajando por el mundo o lo que fueran a hacer, siempre y cuando fuera con él. Suspiró recordando cómo se había corrido imaginando que eran las manos de Robert las que lo tocaban en vez de las suyas propias. Estaba mal. Estaba fatal. Aquel hombre lo veía como a un nieto o sobrino o algo así y allí estaba él, teniendo fantasías sexuales con el Sr. Downey de protagonista. He ahí la razón por la que lo había estado evitando durante los últimos días. Después de lo sucedido le era imposible volver a mirarle a los ojos con seguridad.

Por desgracia aquello no podía durar para siempre. Una mañana tras terminar de desayunar, notó como la persona a la que había querido evitar a toda costa, lo seguía por uno de los pasillos de la mansión. Mierda. Quería desaparecer. Quería que la tierra lo tragara. Quería cualquier cosa excepto tener que enfrentarle. Unos brazos fuertes lo agarraron estampándolo contra la pared y deteniendo por ende su intento de escapar. Trató de mantener la vista en el suelo pero finalmente tomó aire y levantó la cabeza para mirar al hombre a los ojos. Durante unos segundos no ocurrió nada. Solo existían ellos dos. Las palabras sobraban pues sus miradas hablaban por sí mismas. Finalmente Robert decidió romper aquel silencio soltando la pregunta que lo atormentaba desde hacía ya varios días. —¿Por qué me evitas, Tom?

El menor dudó por unos segundos. No sabía qué responder ante aquello. Había estado tan ocupado evitándole que no se había planteado las posibles respuestas que tendría que darle si llegaban a encontrarse. —No puedo decírselo.— Soltó intentando no tartamudear. Se sentía intimidado como cada vez que sus cuerpos entraban en contacto. Sentía chispas recorrer la zona tocada y un sinfín de mariposas danzando en su estómago.

Daddy | TombertDonde viven las historias. Descúbrelo ahora