Ana Maria estaba sentada en aquel zulo donde la castigaron esa misma mañana. Un agujero demasiado grande para ella y de múltiples usos. Aquel lugar apestaba a podrido por la cantidad de ratas muertas y excrementos de las mismas monjas del monasterio donde se encontraba,ya que se usaba a veces como retrete. Era aquel un hermoso día de verano,pero ella encerrada no lo sabía,atareada como estaba contando la infinidad de cucarachas y ratas aún supervivientes que merodeaban curiosas en el pequeño agujero donde ella se cobijaba y pasaba las calurosas noches de verano. No era la primera vez que la castigaban por robo.Contaba mas de quince veces que pisaba ese lugar nauseabundo. Y siempre debia soportar la misma sensación, la peste entraba por la nariz, bajaba hasta el estómago y le revolvia las tripas. En el monasterio de la Santísima Trinidad las reglas se debían cumplir al pie de la letra: la castidad,humildad y trabajo. Eran el pan de cada dia. Si alguna de las novicias se atrevia a incumplir alguna de esas reglas se exponia a los latigazos, azotes con vara,encierros y la infinidad de castigos a los que se aplicaban las niñas abandonadas por sus familias en el convento hasta que no hayan cumplido su período de formación. La niña Ana María le costaba la obediencia y la humildad,la gula la atenazaba a menudo,y no podía resistirse a veces a meter la mano en el estofado y mangar los garbanzos, o como habia ocurrido esa mañana: robar las jugosas manzanas del desayuno de la madre superiora. En cuanto a la castidad, la muchacha no tenia problema, pues nunca habia sentido a un hombre en su vida y aún no habia probado los placeres de la carne a la que otras monjas eran tan débiles. Aunque varias varias la habían sorprendido tocándose y descubriendo su cuerpo bajo las bastas sábanas del convento por la noche. La chica se paseaba impaciente por el hediondo zulo intentando que pasaran las horas más rapido para poder salir de aquel lugar.Chorreando como estaba de sudor,desnuda con los pechos al aire ,toda ella desprendia sensualidad virginal. Se echó agua en la cara y se lavó en la palangana del rincón.Los pequeños pezones se endurecieron al contacto con el agua, y pensó en aquella novicia que desde hace tiempo le dio consejos cuando llegó su primera menstruación.La calidez con la que le mostraba los misterios de la mujer, la sangre,los dolores y el milagro de los hijos. Amaba a esa mulata en secreto, y ansiaba salir de una vez de aquel agujero y volver a hablar con ella,de cualquier cosa, solo por el placer de verla, de mirar sus jugosos y gordos labios color marron oscuro,verla relamerse,sonreir,desviar la mirada,escuchar su risa,imaginar su cuerpo joven y lozano debajo de la túnica. En ese momento se abrió la pequeña rendija que usaban las monjas para proveer de alimento a las novicias castigadas alli. Pero en lugar de ver la acostumbrada mano con el pan y el agua vio unos ojos de alguien que le resultaba familiar. Resultó ser la misma novicia mulata de la que se estaba relamiendo imaginandola desnuda hace un rato. La negrita tenia una llave y abrió. La joven griega no se esperaba la visita de aquella mulata y se asustó.Pero pronto se recobró y sintió placer de la sorpresa. La otra ni habló. Cerró la puerta y se acercó a ella. Colocó la vela que traia en el suelo,y como en un sueño de Ana Maria la abrazó calurosamente, mientras canturreaba palabras sucias de su lengua y le lamia los labios con su gran lengua. Ana Maria por su parte recorrió su cuerpo mientras la besaba con devoción y descubrió que era tan sensual y protuberante como había imaginado. La negra se echó la larga melena negra hacia atras mientras contorneaba las caderas. Se trataba de usa sucia perra que recorria la lengua por el coño de cada novicia cada noche. Se encargaba de la limpieza y de la comida de los animales criados en el monasterio.A la muy guarra le encantaba lavar los trastos mientras enseñaba el canalillo y su gran culo orondo a los jóvenes visitantes del monasterio.Varias veces la habían amonestado por sus provocaciones y su conducta obscena.Pero lo que mas fascinaba a la joven era el sexo entre mujeres, como bien lo sabian las nuchas novicias y parte de las monjas del lugar. Esa noche queria una virgen.Y esa fue Ana Maria. La recosto contra la pared mientras le lamia esos pequeños pezones que antes se habian endurecido con el agua y el sudor.Comenzó a lamerle las orejas, el cuello y los hombros,los pechos y el vientre.Cuando llegó abajo la otra la paró. No quería perder la virginidad que tan valiosa era en aquella época.Así que le empezó a lamer el clítoris,primero de arriba a abajo,luego con su dedo lo recorrió, frotando vigorosamente con la palma de la mano.Ana María temió que llegara alguien y la descubrieran. Pero eso no ocurrió. La joven mulata parecía muy concentrada y despreocupada. Perlas de sudor surcaban su frente y la punta de cada seno. El pelo largo ,le caia a cada lado,de olor a jazmín. Ana sintió el éxtasis cada vez mas cerca.Gritó y le cogió el dedo a su compañera. Lo introdujo en la vagina y en menos de dos sacudidas llegó al orgasmo. Como un volcán en erupción o una lluvia de fuegos artificiales. Se desplomó jadeando. La otra se sintió satisfecha. Pero la niña no.La colocó recostada contra el suelo y le dio placer con su lengua durante un rato.Luego la cogió movida por la pasión y la puso a cuatro patas mientras encerraba su rostro en el culo mientras le introducia los dedos.La otra jadeo y pidio mas. La muchacha la complacio masturbandola cada vez mas fuerte hasta que la otra llegó al climax por fin. Se apartaron con la respiración entrecortada. Se lamieron sus respectivos dedos de los fluidos de la otra.
«Ha sido grata la experiencia».
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«Bandidas en la cama»
Short StoryRelatos cortos de mujeres libres de la primacia y represión masculina que viven su sexualidad de forma abierta y sin tapujos.