Capítulo único

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—Sensei —llamó mi compañero, Genos, desde la cocina de nuestro pequeño apartamento -, levántese, el desayuno está listo.

—Hm... —gruñí cubriéndome de pies a cabeza en las sábanas.

— Sensei, por favor vaya a desayunar antes de que se enfríe —insistió, sacudiendo mi hombro ligeramente.

—Genos —susurré —, si no dejas de joder te voy a...





No dije más cuando vi su rostro, inexpresivo como siempre, pero que me llenaba de una sensación cálida en mi pecho.

Insistió por un momento más, antes de disculparse por interrumpir mis sueños... Realmente, me impresionaba mucho cómo se mantenía sereno a pesar de que su voz temblara tanto al expresarse hacia mí; ni siquiera hice alguna cara que pudiera resultar intimidante en lo más mínimo...
Me levanté, antes de que su sistema se sobrecalentara de nuevo y el doctor Kuseno me regañara al momento de llevarlo a reparaciones... por quinta vez esta semana...

Esa mañana transcurrió normal: un exquisito desayuno preparado por mi aprendiz, un poco de lectura de manga mientras él escribía en su libreta cada mínima acción que yo realizara; y ya al ser mediodía, era el momento de ir a hacer las compras y aprovechar algunos cupones que tenía.





— ¿No son emocionantes estas ofertas? —le pregunté, admirando los cupones que tenía en mis manos.

— Eso creo. Realmente está bien por mí el acompañarlo en su actividad favorita, así que no me molesta —sonrió de forma tan dulce. A veces me era tan lindo el verlo tan expresivo... sólo conmigo...

— Ya veo —le devolví la sonrisa, encantado por la suya.

— Dígame sensei, ¿qué haremos después de estas compras? —preguntó, volviendo a su inexpresivo rostro.

— No lo sé... —mentí, casi como tomándole poca importancia al asunto.

—Entonces le haré el almuerzo una vez que...

— No es necesario —hablé fríamente, antes de que insistiera más.

— ... está bien —murmuró.









Al llegar a la tienda a la cual estábamos acostumbrados a asistir durante las ofertas, le pedí a Genos que escogiera los vegetales en lo que yo recorría el resto de la tienda en búsqueda de los otros víveres. Sin dudarlo, aceptó y se fue en dirección al pasillo que le indiqué.

No tardamos mucho, a pesar de llevar muchas cosas; ambos cargando con dos bolsas en cada una de nuestras manos. No cruzamos palabra por unos minutos, sino fuera hasta que sugerí ir a pasear un poco al parque.





— Creí que sensei no tenía planeado nada —por primera vez en todo el día, cuestionó mi decisión.

— Voy pensando sobre la marcha, es todo —respondí con sutileza —; si no quieres venir, iré yo solo...

— No es eso sensei... por supuesto que lo acompañaré...

— Oh —fue lo único que alcancé a decir antes de que sintiera su mirada en mi mano —. ¿Ocurre algo?

— ¿No necesita ayuda con eso, sensei? —preguntó con tono preocupado —, yo aún puedo llevar eso si le resulta molesto...

— No, hombre —reí ante su obviedad —. Si quieres tomar mi mano no tienes que codificarlo de esa manera, ¿sabes? —noté cómo se sonrojaba; es tan lindo cuando ocurre eso.

Belleza de las cosas simplesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora