-¡Basta! -grité mientras mi hermana jalaba mi blusa favorita-. En serio, basta. Es mi blusa favorita.
-¡No, Cat! Quiero usar esta blusa -dijo haciendo puchero.
Rodé los ojos debido a la inmadura actitud que había tomado mi querida hermana.
-Pero es mía, y yo la quiero utilizar, Kat -suspiré-. Aparte, no me llames "Cat". Suena raro, no quiero que me digas "gato" en inglés.
-¿Y tú si me puedes decir "Kat"? -alzó una ceja-. Pues bueno, gracias eh, a ver cuándo se te ofrece algo a ti.
Reí para mi misma. Yo amaba a Katherine. Y aunque peleábamos, esa era nuestra manera de demostrarnos nuestro cariño.
-Sí, porque tu nombre es Katherine. Por lo tanto "Kat" va con k, genio - dije tocándome la sien de una forma rápida.
-Uy sí, la sabelotodo - dijo haciendo un ademán con sus manos.
Katherine salió de mi recámara un tanto indignada. Me asomé por la ventana y vi como se subía a su auto para marcharse. Cerré la puerta de golpe y me acosté mientras revisaba mi teléfono.
Gris
¿Qué tal tu fin de semana, mujer?
Yo
Nah, muy equis, la verdad.
Gris
¿Por? ¿No ibas a ir a cenar hoy con tu hermana o algo así?
Me palmeé la cara. Cierto, la cena de Kat. Aún no sabía qué me pondría. Y al parecer mi hermana quería ponerse mi blusa. Alcé una ceja mientras veía la blusa tirada en el piso.
Yo
Cierto, gracias por recordarme la cena. Me iré a arreglar. ¡Te quiero! Te hablo si me aburro.
Aventé mi teléfono a la cama, me levanté, agarré mi blusa junto con unos pantalones negros y unos tacones nude para posteriormente ponérmelos.
Caminé con un tanto de pereza hacia mi baño. Al entrar, me recargué en el lavamanos mientras miraba fijamente mi reflejo.
Ojeras, granitos, cabello hecho un desastre. Era lo único que lograba ver. Suspiré profundamente para después lavarme la cara con agua fría.
Nunca me había considerado como una persona con la autoestima mala, pero tampoco como alguien con la autoestima por los cielos. Sin embargo, siempre conseguía encontrarme el más mínimo defecto.
Pasé mis dedos por mi cabello desordenado para tratar de arreglarlo.
-Aplácate, por favor -le rogué a mi cabello haciendo un puchero-. Por favor, por favor, por favor.
Al ver que mis dedos no lograban su cometido, tomé mi cepillo.
Comencé a cepillar mi cabellera mientras observaba mi maquillaje.
<<¿Labios rojos? No, muy formal. ¿Rosas? ¿Nude? ¿me pongo sombras? ¿delineador? ¡Qué va! Es solo una cena familiar, me iré lo más simple>> pensé mientras me seguía cepillando.
-No, no, no, no. No ahora -lloriqueé al ver mi cabello esponjado-. ¡Maldición!
-¡Catalina!-gritó mi madre desde la planta baja-. ¡Catalina, ya es tarde!
Salí del baño corriendo. De un movimiento, abrí la puerta de mi habitación.
-Ya voy, mamá - grité de vuelta-. Entre más me apures, más me tardaré -refunfuñé para mí.
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Mi Divino Error
Teen FictionTodos cometemos errores en esta vida, y, dicen por ahí, que de los errores se aprende. Pero ¿y si ese error puede poner en peligro la relación con tu familia? ¿y si ese error puede hacerte sentir la persona más feliz del mundo? El amor llega cuando...