Lo último que recuerdo antes de que mi hermano mayor desapareciera es un sueño: estaba rodeada de un montón de plumas que al rozar el suelo empezaron a hacerse cenizas. Cuando desperté él ya no estaba a mi lado y sobre mi saco de dormir se encontraba una pluma al igual que las que había soñado y una carta de remitente desconocido donde solo contenía una frase: "No entenderás nada hasta que no pidas justificación a tu abuelo". ¿Qué quería decir eso?
Ahora estoy delante de la puerta de la enorme mansión del padre de mi padre con el que nunca he visto ni dirigido palabra. Siento como mi corazón me martillea el pecho y como mis pensamientos imaginan lo peor. Miro el dintel intentándome dar valor. Aprieto con fuerza la manilla y doy dos grandes golpes a la puerta. Dejo pasar largos los minutos hasta que de repente empiezan a sonar unos sigilosos pasos y de detrás de ella aparece un bajito hombre entrado en la vejez que me traspasa con la mirada. Es delgado, con el pelo blanco y sujeto a su gran nariz aguileña se encuentran unas gafas con forma de culo de vaso.
- ¿Quién eres y por qué me molesta? Aviso que si quiere venderme algo ya se puede ir- gruñó frunciendo el ceño.
- Se equivoca de persona. No sé si creerá lo que le voy a decir, pero tengo mucha prisa y espero que me pueda ayudar. S-soy t-tu nieta Emma...- tartamudeé agachando la cabeza.
El hombre extrañado me empezó a examinar concienzudamente, pero negó entristecido con la cabeza. Parecía como si nada más verme le hubiera defraudado en algo que desconocía.
- Emma...El señor solo ha mencionado una vez semejante nombre. La persona que buscas falleció hace unos años... no me miré así joven ya que tengo algo para usted- dicho esto se adentro en la mansión. Asome la cabeza para averiguar algo sobre mi fallecido abuelo y dentro vi una habitación que no era diferente a cualquier casa de un anciano. Suelos de madera oscura donde abundaban las alfombras y, sobre ellas, muebles donde reposaban fotografías antiguas. Durante el tiempo que esperé hasta que apareciera, pasee la mirada en cada una de las fotos reconociendo entre ellas a mi joven padre sujetando un globo junto a una pareja sonriente. ¿Dónde quedaba aquella época? Cuando por fin volvió me tendió un sobre enmohecido.- Vuestro abuelo escribió esto en sus últimos días y me mandó que entregarla si en algún momento una joven llamada como usted venía a verle. Nunca la leí ya que soy un viejo supersticioso y siempre he sido un criado muy fiel a su abuelo. Lo siento, pero he de irme. Mi trabajo aquí por fin ha finalizado.
Dicho esto el anciano criado comenzó a volatilizarse delante de mis sorprendidos ojos y cuando intente alargar la mano para tocarle ya había desaparecido. Entonces recordé el por qué había venido y abrí con sumo cuidado el sobre de la carta dispuesta a leerla.
Querida Emma:
Si estás leyendo esto significa que Isaac ha cumplido su cometido y que podrá descansar al fin en paz. Lo que vas a leer no es otra cosa que una vieja leyenda que está unida a nuestra "especial" familia. Seguro que cuando la termines no te creerás nada, pero irremediablemente tú y tu hermano Leo estáis en peligro.
Todo empezó en el año 114 a.C, en Roma, cuando la joven Atenea y el guerrero Perseo (conocido como El invencible) se enamoraron. Tuvieron una hermosa historia hasta que un ángel se encapricho de Atenea y la sedujo hasta conseguir que se separara de su amor para irse con él. La cuestión es que a los ángeles tienen mucho aprecio por sus alas y Perseo, sabiendo esto, siguió a su amor y al ángel y cuando le vio distraído le amordazo a un árbol y le arranco todas sus plumas. Este enfurecido les echo una maldición a los dos (supuso que Atenea también tuvo culpa de esto): cada 100 años el varón que surgiera de alguna de las dos familias sería apresado por los ángeles y torturado. La única forma de que esto no ocurriese es que antes de que pasara una semana del secuestro un alma valiente tendría que correr el peligro de ir a por él. Los ángeles son juguetones así que siempre en el lugar del crimen dejan una de sus plumas para que las almas valientes puedan encontrarles. Estas se iluminan cada vez más cuando los ángeles culpables están cerca.