❝ eins ❞

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Cuando la campana del receso se escuchó en el lugar, WooJin todavía no terminaba de escribir los últimos compases en la pizarra.

La voz del profesor Ok resonó en el salón, advirtiendo a los demás alumnos que conforme se movieran antes de que WooJin terminara, estarían todos castigados y suspendidos por dos semanas.

El muchacho sentía los ojos ansiosos sobre él, mientras terminaba el último compás y se dirigía a su lugar.

—Están despedidos —dijo finalmente el profesor y se escuchó un ruidoso tumulto de gente apresurándose contra la puerta del aula.

WooJin respiró profundo cuando al fin llegó a su puesto y alcanzó su mochila del suelo, colocándola sobre el pupitre para luego meter los cuadernos y los lápices dentro de ella. Podía escuchar al profesor Ok ordenando sus propias hojas y carpetas, por lo que no tenía prisa al guardar sus materiales. Finalmente, se aseguró de que todos los cierres de la mochila estuvieran en su lugar, y estiró su mano para tomar la sombrilla que se apoyaba en su silla.

Bajó las escaleras colocando las correas de la mochila en sus hombros y se despidió del profesor sonriéndole.

Al salir del aula, se quedó estático en el pasillo, no habrían pasado unos diez minutos desde que terminaron las clases y ya no quedaba nadie en todo el lugar.

Bueno, excepto por el muchacho de zapatillas, pantalones, hoddie y gorra, todo de negro, que se encontraba dos puertas atrás, tan quieto como una estatua.

WooJin sonrió mientras apretaba el pequeño botón de la sombrilla rojiza con puntos blancos, y ésta se desplegaba sobre él, cubriendo gran extensión del techo, pues parecía más un paraguas que una sombrilla, y conociendo al joven, era probable que lo fuera. Acomodó su pequeña mochila de manera que no le estorbara y se acercó caminando al término del pasillo, frente a la salida de la facultad.

—¿Vas a venir o prefieres quedarte aquí el resto del día? —preguntó en voz alta, escuchando un pequeño eco.

—No me gusta —escuchó una voz junto a su oído, que lo hizo sobresaltar, pero al constatar que se trataba del otro chico, sonrió cómodo—; está demasiado soleado.

El más alto rio ante la queja del contrario.

—Pobre Chan, que naciste con dermatitis fotoalérgica.

—Bruto —fue lo único que escuchó en respuesta a su comentario.

WooJin siempre se imaginó que la gente se divertía al verlos juntos durante los días calurosos y con sol, pues Chan llevaba desde los zapatos hasta sus aretes negros, mientras que él llevaba siempre camisetas de colores vivos y llamativos; por ejemplo, en ese momento, llevaba una camiseta anaranjada y unos simples jeans. Pero la diversión no llegaba hasta allí, pues a pesar del calor y del gran espacio que cubría la sombrilla de WooJin, Chan siempre terminaba caminando detrás del mayor, apegándose a él en el acto. No es tampoco que al más alto de ambos le molestara, aunque a veces debía hacer su mayor esfuerzo para no tropezar.

Chan soltaba pequeñas maldiciones de vez cuando, la mayoría de las veces era porque descuidó alguna de sus manos y terminó quemándose por accidente.

Pero al menos vivían cerca de la facultad y sólo debían caminar seis manzanas para su departamento.

El departamento que compartían estaba en el noveno nivel de un edificio que, rodeado de otros edificios iguales o mayores en envergadura, tapaban la luz directa del sol incluso en el día más caluroso del verano. A WooJin le gustaba esto ha que hacía la renta mucho más barata, y a Chan le gustaba por el simple hecho de no tener luz.

Incluso con pararse en la entrada de los pequeños jardines, la luz del sol ya no molestaba.

WooJin por fin sintió a Chan separarse de él, permitiendo que volviera a acomodar la sombrilla en su formato compacto para transportarla en la mano y sin chocarla contra los bordes de las puertas o las escaleras.

—¿Ya estás a gusto, conde Cháncula?

Chan le sonrió medio divertido y medio engreído, mostrando ese bonito hoyuelo que solo se marcaba en una de sus mejillas.

—Por supuesto —remarcó, mostrando sus colmillos con gusto.

Cada vez que WooJin miraba a Chan lejos de la luz del sol que lo intimidaba y lo enojaba al mismo tiempo, el muchacho australiano parecía brillar de felicidad, y él mismo no podía evitar sonreír ante los fulgurantes ojos del menor y ante su cálida y hermosa sonrisa.

Chan jugueteaba entre los arbustos y los pilares de la entrada del edificio como si fuera un niño pequeño, aunque con dificultad un humano se podría mover tan rápido entre lugar y lugar. WooJin sólo se quedaba mirándolo y sonriendo en su dirección, apreciando al chico.

—Venga, Chanie, que te quemaste los dedos otra vez y tengo que vendártelos —dijo, llamando la atención del más bajo.

—No me hice daño, WooJin —respondió el otro, haciendo un pequeño puchero hacia el nombrado.

—Ni aunque fueras el más fuerte de todos los vampiros te dejaría andar por ahí con las manos quemadas, bobo.

Chan se acercó al mayor con una pequeña sonrisa en sus labios, mirando la mano que se había quemado unos minutos antes, por lo que WooJin tomó la otra mano del pálido chico, entrelazando sus dedos con los ajenos y guiando al autoritario vampiro dentro del edificio, ya que esta era una de las pocas formas con las cuales el muchacho se dejaba llevar. Pero a WooJin aquello no le molestaba, así como tampoco se molestó en soltarlo una vez que entraron al elevador del lugar.

Después de tanto tiempo estando juntos, WooJin estaba completamente acostumbrado a la forma extraña de Chan, tanto a su rara personalidad propia como a su comportamiento como vampiro. Lo conocía al derecho y al revés, cada pequeño aspecto de su persona; el humano siempre sabía qué estaba pasando con el otro, cuando estaba cansado o sólo aburrido, cuando tenía hambre o sed, cuando estaba de buen o de mal humor, WooJin siempre estaba ahí para acompañarlo.

Las manos de Chan seguían sintiéndose un poco frías cuando WooJin las soltó para buscar las llaves del lugar en sus bolsillos y luego abrir la puerta del pequeño pero acogedor departamento.

El mayor entró primero y dejó su mochila junto al futón, dirigiéndose al baño con rapidez pero sin prisa e intentando recordar dónde había guardado el botiquín médico la última vez que lo usó. Abrió varios cajones y muebles del lugar, hasta que encontró la cajita blanca al fondo de un cajón, debajo de un montón de las maquinillas Gillette de Chan.

—¡Chan! —llamó WooJin cuando encontró los vendajes de gasa.

Mientras destapaba la botellita de alcohol, Chan apareció en la puerta del baño, mirándolo expectante.

—Dame tu mano.

—Pero me va a arder —se quejó el contrario, pero igualmente le cedió la mano herida.

El humano tomó la pálida mano con cuidado, y comenzó a pasar un algodón con alcohol por los dedos del chico, intentando que no le doliera. Tenía pequeñas quemaduras recorriendo casi todos los dígitos. Escuchó un par de quejidos, pero siguió en su labor, primero limpiando y luego vendando con dedicación cada uno de sus dedos, hasta que casi todos ellos estuvieron cubiertos por la tela blanca.

—Ni siquiera te dolió tanto —dijo divertido.

WooJin casi podía escuchar a Chan abriendo sus labios para reclamar, por lo que llevó la mano vendada hacia sí mismo, y dejó un pequeño y gentil beso sobre la gasa. Escuchó cómo el vampiro se quedaba en silencio, por lo que levantó la cabeza para mirarlo y lo encontró tiernamente sonrojado.

—No hagas eso —escuchó decir al menor, en voz baja.

—Lo que digas.

El humano se acercó al contrario y acariciando su mejilla, dejó un fugaz beso sobre sus labios.

—Entonces —continuó WooJin al separarse—, ¿pollo para cenar?

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⏰ Última actualización: Aug 15, 2018 ⏰

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Of Love and Other Wines [WooChan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora