El principio del fin

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»El lado B de un final...



























Con a penas nueve años, jamás imaginé que ese día, sería aquel día.

El día donde todo ya estaba perdido y completamente destinado a la muerte.

La muerte es un hecho que nos une a todos, vengamos de donde vengamos, caminemos como caminemos, y pensemos como pensemos. La muerte es un hecho y una realidad que nadie quiere aceptar. Constantemente cuando se habla de ello, comienzan a surgir frases como "Que Dios no te oiga", o también, "Ni siquiera lo digas que se puede cumplir". Si nos ponemos a pensar, dicho tema es tratado como un tabú.

¿Por qué se trata como tabú algo que es natural?

Ese día, yo aún disfrutaba de mis vacaciones. Era tarde en la noche y pronto iríamos de viaje hasta Savannah para visitar el grandioso parque de atracciones "Whispering Oaks". Se acercaba mi cumpleaños y estaba muy emocionada, era la primera vez que salía de Mississippi.

También llevaría conmigo a mi mejor amigo. Se llama Toby, y es un osito muy simpático y amable.

—Alexa, no olvides tu bloqueador solar. Allá debe haber mucho sol y no quiero que te enfermes.— Aún era de noche, pero debido a la lejanía, debíamos viajar durante este horario. Además, mamá dijo que la ciudad se veía mucho más linda por la noche.

—¡Sí, mami!— Corrí a la habitación emocionada.

En una pequeña mochila púrpura, tenía guardadas muchas cosas que planeaba llevar, entre ellas, una cámara de fotografías instantáneas que me obsequió la abuela. Dicha cámara era un tesoro para mí. Podía tomar fotos de lugares completamente normales, y transformarlos en un nuevo mundo. Un portal.

Con algo de dificultad, debido a mi altura, me acerqué a una repisa donde estaba el bloqueador solar entre muchas otras cremas para el cuidado de la piel.

Lo empaqué en la mochila, y acto seguido, tomé mi equipaje y lo llevé con el de los demás. Se supone que nos quedaríamos al menos una semana antes de que las vacaciones terminaran.

—Linda, abrígate con la manta que te di— Quien hablaba era mi queridísima abuela—. Nos tardaremos en salir de Mississippi, y han anunciado que vendrá una gran lluvia.

—Mamá, no exageres— Reía mi padre—. Iremos en auto con aire acondicionado, así que no hay de qué preocuparse.

Mi padre siempre solía decir eso...

“No hay de qué preocuparse.”

Aunque esa frase, normalmente terminaba con consecuencias torpes e inmaduras.

—¡Le haré caso a la abuela!— Dije risueña mientras corría hasta la silla donde la manta se hallaba colgada.

Era una mantita muy suave hecha con lana. Era de un hermoso tono verde obscuro, y el calor que me otorgaba era increíble.

Mi padre, mi madre, mi abuela y yo, comenzamos a empacar todas las cosas para llevarlas fuera. Había sólo un pequeño y gran detalle que habíamos olvidado. No desinstalamos la venta de garage.

—¡Thomas, cómo olvidaste algo tan importante!— Le regañó mi madre.

—No hay de qué preocuparse querida... Además no hay nada demasiado importante— Se acercó hasta los montones de cajas, abriendo una de ellas—. Bueno... Quizás si había algo...

—¿El qué?— Preguntó mamá.

—Son viejas armas que pensaba tirar— Mencionó sacando varias de esas cosas pesadas sobre la mesita de ventas—. Aunque pensé que sería mejor venderlas a gente con licencia.

El lado B de un final ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora