"Siente el calor de mi fuego interno, compartamos y crezcamos desde adentro. Que ni yo soy tuyo, ni tú eres mía pero el placer de tu mirada me alivia y me hace sentir una alma distinta".
2:00 am es la hora que marca, como de costumbre se dirige al cambiador preparando así su regreso. Descanso añorado piensa. Cosa de todos los días escuchar algún comentario inapropiado de su superior. Otro que la invita a tomar algo sin perder la esperanza de que algún día acepte el ofrecimiento. Antes de emprender su camino a casa conecta sus auriculares, suena Dancing Mood en su cabeza. Desencadena su bicicleta y se monta en ella. No avanza sin antes saludar a Matías con un "Hasta mañana, Mati", a lo que él responde "avísame al llegar, porfa". Su sonrisa y pañuelo que cuelga en esa mochila se alejan de otra jornada similar a las que ya pasaron y pasarán, ella solo ansía llegar a casa.
La ciudad es cruda en estos tiempos y más a esas alturas de la noche. No es un gran trayecto hasta su hogar pero en su cabeza las cuadras se convierten en hectáreas. Recuerda escuchar a sus amigas comentar sobre María que en una pelea por su vida milagrosamente salió viva. "Pero que recuerdos son estos" piensa, subiendo el volumen de los cascos.
Alerta de batería baja y pesadez en sus ojos, Dancing Mood ya no acompaña. El silencio de la ciudad y la oscuridad de su paisaje. Ella piensa "tan solo 15 minutos antes y podría tomar mi colectivo", jefes ¿no?.
La calle cortada por arreglos, al ver esto baja de su transporte y decide ir por la vereda hasta la próxima cuadra. En la esquina un hombre acostado, luce como alguien a quien nadie le dice como vestir o cuando bañarse también como alguien con quien la vida ha sido hostil. Su pulso se acelera y con ello acelera su paso, con su bici de un lado. Sin hacer contacto visual pasa por al lado de él, a lo que el hombre, con aspecto de 2 días sin dormir, inhala su cigarro y exhala el humo junto con un balbuceo difícil de entender. Claramente era para ella pues nadie más había en la calle, acelera su paso. Los balbuceos ya se escuchan lejanos, su corazón vuelve a su estado normal, luce un poco exaltada. Vuelve a subir a su transporte y retoma la ciclovía.
Nadie en la calle, obviando aquel vagabundo ya lejano. La calle se presta para su bici. A lo lejos un auto viene a toda velocidad, ella se aparta hacia la izquierda dándole así el paso. La velocidad del vehículo motorizado disminuye en cuanto se acerca a ella. Comienza así a pedalear un poco más rápido. Suena una bocina, "te estoy dando el paso" piensa ella. Se pone el auto a la par, un hombre de traje y corbata, aspecto de persona mayor, se asoma por la ventanilla y dice "señorita hasta dónde vas? Puedo acercarte con tu bicicleta", a lo que responde "Gracias, estoy cerca de casa". Acelera su pedaleo pero insistente él le vuelve a hablar "ya que estás cerca podemos tomar algo y luego ver qué pasa" con sonrisa poco agradable a los ojos. Hace silencio y sigue firme en su camino. Enojado ya, por sentir que no tiene superioridad sobre ella, eleva su tono de voz y comienza a insultar y amenazarla. El miedo se apodera de la situación, el sudor de su frente no para de caer como las gotas de una canilla mal cerrada. A 10 metros un móvil policial parado, ese es su rayo de luz piensa. Al ver la situación el hombre acelera su carro y se pierde entre la oscuridad de las calles. La calma, el salir de una situación que parecía inevitable, siente que esto no podría ser peor. El trayecto a su casa nunca había sido tan largo.
Más que nunca ansía llegar a casa, tan cerca esta de ella. Pasa a un lado del móvil, logra distinguir dentro dos oficiales, dormidos por completo, "al menos sirvieron como distracción" comenta para sí misma. Cada minuto es una eternidad y ya distingue la plaza que queda justo en la esquina de su cuadra. Relaja un poco, toma aire.
Tres cuadras la separan de su hogar. Pasa por la vereda un joven, tiene aspecto de adolescente. No le da importancia y continua. A la distancia el comienza a gritarle "¡¡Hey, hey!!". Con las situaciones recientes frescas en su cabeza toma la opción mas lógica y no contesta. Se vuelve a escuchar un poco más lejos "¡¡Hey tu, la de la bici blanca!!". Hace oídos sordos y acelera dejando atrás al joven.
Finalmente, luego de un trayecto tan corto en distancia pero tan largo psicológicamente, llega a su casa. Una exhalación de alivio al bajar de su bicicleta. Buscando la llave en su mochila nota que su celular no está, prefiere entrar primero. Al cruzar la puerta la recibe su pareja con un beso y un abrazo. "Te he extrañado tanto, he tenido el día más estresante de todos en el trabajo. ¿Qué tal el tuyo?" comenta él. Dejando su mochila responde "Un día más. Voy a tomar una ducha y acostarme. ¿Sabés qué? He perdido mi celular".
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Relatos urbanos
Short StorySerie de relatos urbanos desde la perspectiva de un mendocino de 23 años.