Caos

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El muchacho me ha llevado al piso inferior de la casa, donde se abre una enorme habitación perfectamente cuadrada al pie de la escalera de piedra.

Veo paredes del mismo material y una chimenea de leña cuyo fuego parece tener vida propia. Junto a él, un hombre corpulento,  sudoroso y de espesa barba lo aviva echando sobre él pequeñas ramas secas.

Si fuera un poco más alto y tuviese gafas, cualquier niño de la ciudad pensaría que está ante el gran Santa Claus.

Se gira en redondo en cuanto nos oye aparecer, secándose el sudor de la frente con un trapo sucio.

-¡Majestad! Cuánto me alegro de que por fin os hayáis despertado.-me dice, cogiendo una pequeña silla de madera.-Por favor, tomad asiento.

No siento la necesidad de sentarme, pero decido hacerlo por darle una muestra de respeto, mientras que él se coloca frente a mí al mismo tiempo que su hijo se pasea con paso insonoro por el resto de la habitación, buscando algo.

Ahora que puedo verlos a ambos con más claridad y atención, advierto la longitud de sus caninos y la afilada punta de sus orejas, igual que las mías, lo que me hace llegar a una conclusión: no somos del todo humanos.

-Vos me reconocisteis.- le digo, casi sin darme cuenta.-¿Cómo?

-El parecido a vuestra bella madre es indiscutible.

-¿La conocíais?.-me inclino hacia delante, y coloco mi mano sobre la suya en un impulso involuntario.

Tengo claro que la que ha hecho siempre de madre no es mi verdadera madre, sólo hay que usar la lógica y un poco de sentido común.

El hombre canoso echa las orejas hacia atrás y observa mi mano con expectación, pero luego relaja el rostro y sonríe levemente.

-¿Quién no la conoce? La reina Naratza fue siempre muy querida por tono Kanahé y sus cinco reinos. Gozaba de un gran corazón.-asiente con la cabeza, desviando la cabeza para mirar al fuego de la chimenea.-Tenéis también sus ojos.

Se me eriza cada poro del cuerpo con ese comentario. Tengo algo de mi madre, de mi verdadera madre.

-¿Vos sois también un Onix?

Veo cómo las orejas de mi acompañante se echan de nuevo hacia atrás, lo que me recuerda al perro que Paul me regaló una vez por navidad.

-Somos de los pocos que quedan, alteza.

-¿Qué pasó?

El hombre curva los labios en una mueca que no logro descifrar.

-Todo fue en el baile de invierno.-suspira, agachando las orejas con una expresión de dolor descomunal.-Todos los ciudadanos que componen los cinco reinos de Kanahé se reunían en el Gran Salón del Pájaro Dorado para celebrar la llegada de la nueva estación, pero aquel año Kanahé celebraba también la llegada de dos nuevos herederos: la princesa Nayini, vos; y la del príncipe Kabey, de Belnabe.

>>La reina Naratza había tardado mucho tiempo en poder quedar embarazada, así que ese día la música sonaba en el Gran Salón como si los verdaderos dioses la tocaran.

Hay algo que me hace desviar la vista del hombre: su hijo, quien está sentado ahora sobre una vieja mesa al fondo de la habitación, me está mirando con las orejas alzadas y los ojos llenos de melancolía.

Hace un esfuerzo fugaz por sonreírme, y señala con un gesto la chimenea.

Contengo el aliento. El fuego que consume la leña se mueve solo, tomando la apariencia de personas que cenan alrededor de una enorme mesa rectangular.

El hombre con barba sonríe con un suspiro al darse cuenta de mi reacción, pero no separa los ojos del fuego.

-Había ricos frutos recogidos de los bosques más profundos de Kroba, y Emerte sorprendía a todos los comensales con sus pasteles de polvo de ángel, una receta desconocida para todos.

>>Solíamos bailar alrededor del fuego de plata.-sonríe mientras las figuras de fuego comienzan a saltar y bailar en círculos.-Pero de pronto, la oscuridad cayó sobre el Gran Salón.

Se me cierra la garganta cuando veo que las alegres personas de fuego empiezan a correr de forma desesperada, huyendo de unas bolas de humo negro que han aparecido de la nada, iguales que las que cayeron sobre Jason cuando yo era impulsada al interior del espejo.

Veo a muchos esconderse donde pueden, otros son atrapados, y otros permanecen en el suelo, sin vida.

-Vuestros hermanos consiguieron poneros a salvo y huir con vos mientras los reyes de Odris servían de distracción.

>>El rey de Kanahé, Anthom, es el rey de reyes, pero su poder fue disuelto aquella noche por su hermano. Muchos piensan que fue destruido, otros, que está encerrado en el Salón de los Siete Tronos... simples habladurías.

-¿Y vos?-intervengo.-¿Vos qué pensáis?

-Yo sólo soy un viejo herrero, pequeña, pero hay algo en mí que dice que debéis ser vos quien vengue a los reyes caídos y lidere con mano de hielo y corazón noble a los Onix que quedan y rezan por una nueva vida.-alza la mano, poniéndola a un lado de mi rostro, acariciándome en un acto tan paternal que no soy capaz de retirarme.-No estáis sola, majestad. Tenéis a todo Kanahé con vos.

La Guardiana de AnthomWhere stories live. Discover now