***Lia
Al mar no le gusta que lo contengan.
Cuando Percy por fin se quedó dormido, me vestí y salí hacia el bosque, sé que es riesgoso, pero necesitaba salir a respirar un poco de aire fresco para aclarar mis ideas. Estaba por entrar al bosque cuando sentí una mano en mi nombro, esto no me tomó desprevenida ya que desde que estaba en la casa grande pude sentir la misma presencia.
-¿Qué quieres chico sombra?-pregunto sin voltear y sigo caminando.
Desde que Nico había cerrado la puerta indagando en la reunión, empecé a sentir su presencia en las sombras, sé que escuchó todo lo que decíamos e incluso soltó una pequeña risa cuando Quirón echo a Annabeth de allí, creo que él también se pregunta porque Percy esta con ella.
-Si no mal recuerdo yo era príncipe.-responde caminando a mi lado.
-Príncipe vigía de la corte oscura, de hecho-le conteste con una pequeña sonrisa.- ¿vienes a detenerme, príncipe?-le dije cruzando mis brazos y con una media sonrisa desafiante.
-No, vengo a hablar un rato contigo.-me dice y yo lo veo tensarse un poco. ¿Qué está tramando este chico?
-¿Así?- respondí un poco nerviosa.
-Pues sí.
Anduvimos caminando sin rumbo por unos diez o quince minutos, hasta que me senté en un claro entre los árboles, donde se veían las estrellas (¡no me iba a sentar en medio del bosque oscuro y tenebroso donde cualquier cosa puede matarme! Mejor donde hay un poco de luz.). Entonces decidí romper el silencio.
-¿De qué quieres hablar?-el soltó un suspiro tratando de relajarse.
-De ti, de hecho.
-Oh…-hubo un pequeño silencio.- ¿Y bien? ¿Yo que?
-Es sobre ti y… tu madre.-dudo un poco.
-¿Mi madre? ¿Qué tiene? ¿Sabes algo de ella?
-Yo… am… la… digamos que la visite.
Lo miré con los ojos muy abiertos.
-¿Por qué hiciste eso?
-Bueno, eso ya no importa.-me dijo evadiendo por completo mi pregunta- El caso es que ella quiere verte.
Hice una mueca.
-Yo no.
-¿Pero porque no?-me cuestionó sorprendido- es tu madre.
-Es una mentirosa.-atajé frunciendo el ceño- No voy a ir a verla.
-Lia…-como yo no mostraba señales de haberlo escuchado el continuó- Es tu madre, la mujer que te dio…-tosió un poco- la mujer que te crió.
-Y es la mujer que me mintió por quince años.
-Escúchame.-dijo arrodillándose enfrente de mí y tomando mis hombros- Aprovecha que tienes una mujer a la cual llamar “madre”.
Reaccioné.
-¿Nico, tu…?-no pude terminar de hablar, pero él había entendido a que me refería.
-No.-respondió sin mirarme a los ojos- Ella murió hace muchos años.
-Oh. Nico, yo…-no quería decirle que lo sentía, porque la verdad no lo hago, no puedo sentir algo que no me paso a mí.
Esos hipócritas que dicen que sienten el dolor ajeno, son mentirosos. No sienten ni la mitad de lo que los afectados sufren. Tal vez sienten lastima, pesar, pena, compasión, pero no el dolor.
Así que solo lo abrace, me tire a sus brazos y le di un gran abrazo. No podía hacer más.
-¿Iras a ver a tu madre?- me susurró en el oído.
-No creo poder hacerlo.
Y era la verdad, no me sentía capaz. Me daban ganas de llorar al pensar en ella y en mi padre falso. Porque, demonios, ¿quién no se enojaría al enterarse de que la mitad de tu familia no es tu familia?
Él se separó de mi abrazo y se levantó.
-Te llevare a verla.
-No.
-Que sí. No discutas.
¿Qué no discuta? ¿Quién se cree el para obligarme a hacer algo que NO quiero? Percy tiene más autoridad sobre mí que él, que todos, él es mi familia ahora.
Me puse de pie y me sacudí la tierra. Luego puse los brazos en jarras.
-No quiero.
-No me importa.
-¡No iré!
-¡Te obligare!-él se comenzó a enojar.
-¡No quiero que me lleves!
-¡No me importa!
-¡¿Si no te importa, porque quieres llevarme?!
-¡Porque tienes que verla!
-¡¿Por qué tendría que ir a verla, eh?!-explote furiosa.
-¡Porque no es tu madre!
Estaba tomando aire para gritarle con toda mi alma cuando mi cerebro capto esa respuesta, la cual me llegó como un puñetazo en el estómago.
-Espera… ¿Qué?
-Mierda.-en cuanto dijo eso, desapareció entre las sombras dejándome sola y más intrigada de lo que me deja mi maestra de matemáticas.
-¿No es mi madre?-le dije a la nada, cayendo de rodillas.
Empecé a sentir unas lágrimas indiscretas rodar por mis mejillas.
Luego no me pude contener más y solté el mar que tenía contenido desde hacía tiempo.
Al mar no le gusta que lo contengan.