La obediencia

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La obediencia es la actitud pasiva a la hora de ejecutar una tarea frente a una orden o mandato emitida por algo o alguien; y lleva consigo la finalidad de provocar en los demás cierto tipo de conducta y comportamiento para beneficio de quien ordena y, en la mayoría de ocasiones, detrimento de quien la ejecuta.

¿A qué o quién obedecemos? La respuesta a esta pregunta dependerá del estilo de vida que llevemos los seres humanos, nuestros intereses o deseos. Para aquellas personas que viven a plenitud los placeres del mundo material, me atrevería a decir que obedecen las leyes contraproducentes del dinero, sexo, drogas, alcohol, internet, la maldad, la inmoralidad, insensatez, ingenuidad, inconsciencia, doble moralidad e inhumanidad. Para muchos –incluyendome-, tratamos al máximo de obedecer los designios o mandatos del Dios creador todopoderoso. Para efectos del siguiente escrito, me centraré en aquellos que viven el mundo siguiendo las leyes del hombre y del demonio, las leyes del sistema.

¿Qué implica la obediencia? O dicho de otra manera, ¿qué implica obedecer? Significa la entrega total hacia algo o alguien. Significa perder tu voluntad entera por actuar, sentir, pensar y hablar de acuerdo a tus ideales y seguir el ideal equivocado de otros. Significa también aceptar la voluntad ajena, asimilarla y adaptarnos a ella como si fuera nuestro propio deseo pero que a la final proviene de otra persona. Significa perder la conciencia y no poder distinguir que todos somos diferentes y cada uno construye un mundo de manera sincrónica pero en espacios distintos de interacción. Finalmente, significa la perdida de nuestra capacidad de crear, innovar y despertar nuestra mente hacia lo ideal; implicando seguir patrones de comportamiento universales y homogéneos como si vivieramos en una especie de prisión donde el desobedecer las reglas supone un castigo ejemplar para todos.

La obediencia tiene efectos en tres campos: lo bueno, lo malo y lo desconocido. Ejemplo de ello, es que cuando obedecemos nuestros deseos –pocas veces-, o los deseos de los demás –most of the time-, actuamos porque la orden tiene una doble finalidad: por un lado nuestro deseo de actuar, pensar, comportarnos y hablar de determinada forma que muchas veces sobrepasa nuestra fuerza de voluntad de no querer hacerlo y por otro, la convicción de conseguir con nuestras acciones, un beneficio. Lo bueno de haber obedecido es la consecución del objetivo del beneficio -aunque no sea para nosotros-; lo malo es la obediencia en sí, es decir, somos títeres de quién ordena, no tenemos libre albedrio; lo que nos lleva a un problema mayor y es que no medimos las consecuencias de nuestros actos y no distinguimos entre el bien y el mal; lo que desconocemos de todo ello es que no sabemos cuándo actuamos por convicción y lo que otros pueden hacer con nosotros mismos al manipularnos.

Subyace en la orden emitida otro elemento importante, realize qué tanto poder de persuasión tiene quien ordena y cuánta fuerza de voluntad tiene quien obedece y si tiene la capacidad de prever lo positivo o negativo de su comportamiento y sus consecuencias. Obedecemos porque creemos que algo bueno sacamos de nuestras acciones, lo malo sería no hacerlo y lo desconocido nos atemoriza porque no podemos imaginarnos ni por un momento desobedecer la orden de alguna autoridad.

El ser humano actual, no distingue de las cuatro tipos de obediencias que existen: la primera, la obediencia por conviccion propia; la segunda, por convicción familiar; la tercera, por convicción ajena (amigos, conocidos); la cuarta, por persuasión global (personas que manejan los hilos de la cotidianidad, como las redes sociales, la industria musical, el cine, la televisión, el ocio, el entretenimiento, el deporte, videojuegos, etc.). En la primera, nos hayamos en un estado en que la persona muy poco se conoce a sí misma. Muy poco conoce sus gustos, miedos, inseguridades, temores, anhelos, lo que le causa estrés, ansiedad, deseos, felicidad, tristezas, etc., y lo poco que conoce sobre si, la conduce a actuar por convicción propia, sin entender ciento por ciento las razones del por qué hace día a día lo que hace. Este estado de autoinconsciencia, hace que la persona parezca un simple ser caminante a la que el mundo le pasa por encima y don't realize about that.

SOCIEDADES OBEDIENTES Y VIGILADAS - SERES VACÍOS Y ESTUPIDOSWhere stories live. Discover now