Vigilar tiene una finalidad: tener seguridad que algo se está cumpliendo de la manera cómo se especificó y se pactó. Puede ser llevado a cabo desde muy distintas formas y para una amplia variedad de propósitos, pero considero que lo realmente importante es preguntarse: ¿quién nos vigila? La respuesta a esta pregunta nos remite a un sin fin de posibilidades, comenzando desde lo mas trivial, pasando por lo lógicco y terminando hasta en lo mas insensato.
Lo cierto es que nos vigila un ser supremo (máxima autoridad). Los religiosos diremos DIOS, los no religiosos dirán que un grupo o secta ultrasecreta que se mantiene en las sombras y mueve los hilos desde la clandestinidad, otros dirán que son las leyes de la naturaleza, etc. Esta situación nos remite a pensar en algunas características que tiene ese ser supremo o máxima autoridad: es un poder fragmentado, omnipresente, omnipotente y omnisciente.
La primera característica la debemos entender como un suprapoder (que está por encima de todo ser vivo e inanimado) que se divide en cuantas partes sea necesario pero que funciona en perfecta armonia. Es como una gran maquina cuyas partes, desde las más minúsculas hasta las de mayor tamaño, trabajan de forma sincrónica, por lo tanto son interdependientes, y tienen una finalidad prestablecida. Ese ser supremo se encuentra fragmentado en tantas partes como sean los campos de acción e interacción humana: en el hogar, en la escuela, lugares públicos y/o privados (incluyendo templos religiosos, centros comerciales, parques, carreteras, zonas residenciales, empresas), centros reclusorios, sanatorios mentales, hospitales, nuestra vida en la web y hasta en la infinidad del espacio.
Este ser supremo vigilante lleva un control estricto de todo cuanto hacemos, pensamos, decimos, sentimos, insinuamos. Conoce desde nuestro nacimiento hasta el presente, lo que le puede dar algunas señales de nuestro comportamiento y actitud futura, en cuanto a todo tipo de situaciones que nos enfrentemos. Todo ello es posible porque hace una lectura atenta desde lo más profundo de nuestro ser y le facilitamos la tarea al ser muy explicitos en nuestros deseos y sentimientos, en nuestra cotidianidad.
Cada espacio de nosotros que es vigilado tiene códigos de conducta que son diseñados con la finalidad de estandarizar al ser humano, en cuanto a sentimiento, comportamiento, pensamiento y conducta. Las personas que no se rijan por esos códigos tendrán una sanción proporcional a la falta cometida, algunas graves y otras menos graves. Hablamos entonces que además de ser sociedades vigiladas y obedientes, somos reprimidos en medio de un mundo que se dice ser respetuoso de eso que llamamos dignidad.
Se vigila para controlar a una persona o grupos de personas, tener un control total sobre sus acciones, pensamientos y sentimientos y no permitirle un comportamiento propio, lo que nos hace pensar en los tiempos medievales, con la Iglesia católica como fiel vigilante y castigador de lo prohibido. Esto permite una manipulación mental en la que se les dice a los individuos qué pensar, cómo actuar, qué sentir y qué no, entre otros. De esta forma, al vigilar cada espacio de interacción humana, amenazar con castigos y manipular la conciencia, se va arrastrando al ser humano hacia una sociedad perfectamente deshumanizada y estupidizada, en la que reina la doble moral, la hipocresía, la arrogancia, la inmoralidad, lo antiético, inhumano, el egoísmo y la individualidad rivalizada con situaciones que buscan el colectivismo intersubjetivo. Así, damos paso sin saberlo, lenta pero de forma muy segura, a una sociedad de seres vacíos y estúpidos que no somos capaces de pensar de manera independiente, no tenemos ideas propias (lo que nos recuerda la edad media y el poder omnipresente de los curas en esos mil años) y creemos que una persona o grupo de personas tienen la verdad absoluta de todo.
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SOCIEDADES OBEDIENTES Y VIGILADAS - SERES VACÍOS Y ESTUPIDOS
RandomLos ejes centrales de la sociedad esclavizada y consumista del siglo XXI, se ven reflajadas en esta pequeña parte que habla un poco sobre nuestra realidad actual de occidente y, particularmente en nuestro contexto de Cartagena.