Capítulo Unico

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Sus ojos amatistas se detuvieron examinando el objeto frente a sus ojos: café expreso, la bebida caliente que había estado bebiendo cada día unas dos veces por día, le gustaba ese café, aunque no para beber tanto, siendo así... ¿Por qué tenía tantos vasos vacíos en casa? ¿Por qué compraba más si hasta hace un par de horas había ido por uno con anterioridad? Nigthmare frunció sus cejas caminando mecánicamente a pagar, sintiendo como sus mejillas se teñían de carmín y el sudor frío surcaba su frente.

Ahí estaba, ahí estaba la razón por la que había estado comprando más café del que podía beber, la razón... Un chico, un chico albino de hermosos ojos grises y una enorme sonrisa, un chico... Un chico que se encontraba del otro lado de la caja registradora de aquella cafetería.

Nigthmare se puso en la fila de la caja, dándose valor como podía para hablarle de algo más que su compra al estar frente a él… Podría hacer una conversación estúpidamente monótona con un "Que buen clima hace hoy…" Oh, bueno… No recordaba exactamente como era la frase, pero siempre la usaban para iniciar un coqueteo… O podría ser tan cursi y cliché como para decirle "En lo días de calor deberías ir por la sombra… Que los bombones se derriten al sol" Pero no… Ni siquiera podía hablarle ¿Cómo podría decir algo así?

De pronto sintió un empujón para que avanzara, haciéndolo notar que la fila delante de él había desaparecido y era su turno… Caminó lentamente hasta él que lo saludó con una sonrisa, sus brillantes ojos le robaron el aliento, ¡Aunque supiera que decir no podría pronunciar palabra alguna!

—Sé que no debo meterme con los clientes pero…—Nigthmare dio un pequeño salto al escuchar la melodiosa voz del joven—Llevas varios días llevando lo mismo, ¿No sería mejor comprar toda la cafetería de una vez? —Reviso la cuenta del azabache para clavar sus ojos en los contrarios poniendo nervioso al mayor.

—Tienes razón…—Murmuró sacando el dinero, frunciendo el ceño y desviando la mirada—No debes meterte con los clientes…—Le pagó y se fue pensando en lo estúpido que era por haber hecho aquello…

Mientras tanto el albino detrás de la caja suspiró mirándolo salir como siempre hacía. Como siempre hacía desde que se había enamorado del chico de hermosos ojos violetas y ceño fruncido. Pero no era capaz de decirle, aun así, ambos tenían la esperanza.

Tenían la esperanza de ser lo suficientemente valientes como para declarar su amor y por fin estar juntos.

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