“tengo tiempo para saber
si lo que sueño
concluye en algo”"Bajan" de su queridísimo Spinetta resonaba por toda la habitación. Y él no podía hacer otra cosa que no sea pensar en ese otro él.
Su cabeza iba a mil por hora, "no te apures ya más loco", seguía sonando.
No sabe en qué momento se puso a llorar, pero ahí estaba, haciéndolo. No era un llanto desenfrenado. Era algo suave. Casi no se notaba. Sin embargo, ahí estaba. "Los ojos necesitan limpiarse y lubricarse a si mismos la mayoría del tiempo, por esa razón, a veces, caen lágrimas sin motivo de llanto.", había leído una vez. Decidió quedarse con eso, todavía dejando correr las lágrimas.
Golpearon la puerta. Al principio le pareció raro, después recordó haberla trabado. Se limpió los ojos y se levantó del sillón para ir a abrirla.
"Tatito", dijo, sonriendo. Algo bastante característico en él. "¿Qué andabas haciendo con la puerta trabada?", habló, todavía sonriendo y con una mirada juguetona.
"Nada, nada. Va, escuchaba música y repasaba un poco el guión.", dijo Renato. Su voz sonó rara, hasta para él mismo.
"¿Todo bien vos?", preguntó Gabriel. Tenía una expresión un tanto preocupada. El otro tanto era dificil de descifrar, como su persona en general.
"Sí, sí. Tranqui.", respondió rápidamente el menor. "Estoy medio apagado.", dijo, aunque en voz un poco más baja.
"¿Por qué? ¿Qué pasó?", interrogó interesado el mayor, quien, en algún punto de la conversación, terminó sentado al lado de Renato en el sillón.
"No sé.", estaba cansado. Luego de hablar, cierra los ojos.
Se quedan en silencio un rato. Gabriel dandole caricias circulares en el brazo. A la cabeza de Renato vino Cerati con su versión de "Bajan", cantando “el día es tibio sin sol”.
"Te quiero, loco. Te quiero mucho." Gabriel lo miró raro. "No me mires así. Me hacés sentir un pelotudo. Y por si tenés pensado decir algo, separo ficción realidad muy bien, por eso te digo lo que te digo. Te quiero. No sé qué hacer", dijo esta última frase un tanto angustiado. Sentía un peso menos, sin embargo. La situación era rara, los sentimientos mucho más.
Gabriel seguía acariciandolo, todavía sin decir nada. Renato estaba desesperado.
"¡Tato, dale! ¡Te toca a vos!", gritaron desde afuera. Ambos miraron a la puerta. Renato miró a Gabriel como esperando algo. Este último seguía sin omitir sonido. El menor se levantó del sillón y fue con quien lo llamaba, dejando al mayor solo y pensando.
Terminada la jornada de trabajo, todos se preparaban para irse. Renato y Gabriel no se habían visto desde que estuvieron juntos en el camarín.
El menor estaba agotado, caminaba arrastrando sus pies y fumando un cigarrillo hasta donde estaba estacionado su auto. Para su sorpresa, contra su auto estaba parado Gabriel tomando un café. Renato sintió miedo. Pasaron miles de situaciones por su cabeza, todas con un final peor que la otra.
"Yo también te quiero", habló Gabriel. "Te quiero mucho." Renato expulsó el humo del cigarro y le dió una sonrisa medio torcida. Se acercó hasta el mayor y lo abrazó, siendo automáticamente correspondido. Gabriel fue quien tomó la iniciativa de besarlo y el menor se sintió volando. Los labios chocaban y las lenguas bailaban a un ritmo tranquilo, sin apuros. El sabor del café y el cigarro se sentía un auténtico cliché del que nunca querían salir. Se separaron cuando hizo falta aire. Gabriel miraba a Renato sonriendo suavemente.
"¿Querés venir a casa?", ofreció el menor, robandole un sorbito de café al otro.
"Solo si me dejás manejar a mi", contestó el mayor, sonriendo. Renato no pudo hacer otra cosa más que reír y asentir.
Una vez en el auto, Gabriel le pidió a Renato que pusiera música. Este optó por lo que escuchaba antes en el camarín, sin embargo, estaba notoriamente felíz esta vez.
Quedaba mucho por hablar, pero había tiempo. Mucho tiempo.
Gabriel lo miraba y sentía que explotaba de amor. Mientras escuchaba la canción y Renato cantaba a la par, el mayor solo podía pensar “nene, nene. qué bien te ves, cuando en tus ojos, no importa si las horas bajan.”
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bajan [quallichio]
Short Storynene, nene, qué bien te ves cuando en tus ojos no importa si las horas bajan