Una noche desenfrenada

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En un apartamento de la ciudad de Nagoya, había ropa desperdigada, como un camino de migas de pan que iba desde la puerta hasta una pared que en esos momentos estaba ocupada por dos personas apoyadas en ella. Gemidos y sonidos delatadores flotaban en la habitación y podían verse dos pares de zapatos masculinos desordenados, un par de pantalones y una camisa color celeste esparcida sobre el suelo como charco de agua que junto a ella se encontraba una en tono verde cual césped que hacían juego como si de un paisaje se tratara. El aire estaba cargado de aromas: flor de azahar y Aramis, mezclado con el olor almizcleño del sudor y la carne desnuda. La habitación estaba a oscuras. Ni siquiera los rayos de luna que entraban por la ventana alcanzaban la pared donde los dos cuerpos desnudos se aferraban el uno al otro... Pero, ¿que los llevo aquí?

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Dos horas atrás...

Se encontraban en compañía de Isogai, quien había hecho uso de su conocimiento para asi chantajear y arrastrar a ambos a un karaoke y de paso tomar unas copas. Souichi, solo se dedico a embriagarse e ignorar a ambos hombres, quienes discutían por diferentes opiniones. Cuando Isogai vio que Souichi se levantaba para ir al baño y Morinaga le ayudaba a ponerse en pie, saco un pequeño frasco que meses atrás había conseguido para verter algunas gotas en la bebida de Souichi, pero al ver que Morinaga regresaba a su lugar se apresuro a guardar el frasco el cual por accidente resbalo de su mano derramando una cantidad no muy grande, pero si considerable en su propia bebida. Cuando se dispuso a limpiar los restos de la droga y guardar con discreción aquel frasco, no se dio cuenta que aquel peli azul tomo por equivocación la bebida que se suponía debía ser para Souichi, por lo que alterado trato de detenerlo

-NO, ESPERA!!- pero fue algo tarde, aquel joven la bebió de golpe

-Ah! ¿Qué pasa? ¿Cuál es el problema?

-N-no ninguno je,je... lo que pasa es que esa bebida la prepare para Sou-kun- Morinaga, quien desconfiaba de aquel tipo, supuso que tramaba algo raro

-¿Porqué estas tan nervioso?- miro aquel baso con desconfianza por lo que una idea se le vino a la cabeza -Planeabas drogar a MI Senpai!!- Furioso lo tomo del cuello de la camisa mientras le insultaba

Souichi quien regresaba del baño, miro a ambos tipos discutir, por lo que simplemente los ignoro y tomo la única bebida que se encontraba sobre la mesilla, cosa que para mala suerte de Isogai , pudo ver pero no hacer nada. Después de algunos minutos todo se calmo, pero ambos hombres se les miraba algo tensos, por lo que llamo a la única persona que sabia de esos dos para que le ayudara a llevarlos a su apartamento. Al parecer todo se le había salido de las manos.

Mas tarde llego Hiroto, quien al ver a ambos hombres agitados y acalorados pregunto a un Isogai preocupado que era lo que había hecho, por lo que al contar lo sucedido se dispusieron a sacar a ambos del lugar. Por suerte, en esta ocasión Isogai traía una camioneta. La droga comenzó a hacerles efecto, y las tremendas erecciones que ambos tenían no pasaban desapercibidas. Hiroto se dispuso a ayudar a Morinaga a bajar, pero un alterado Souichi quien ya estaba fuera del auto con la ayuda de Isogai se lo impidió.

-¡¡NO LO TOQUES MALDITO HOMOBAKA!! ¡¡MORINAGA ES MIO!! Y NADIE TOCA LO QUE ME PERTENECE!!- Ambos hombres, Hiroto e Isogai miraban con asombro a un furioso ojimiel, quien no permitió que tocaran a su Morinaga y besaba sin ningún pudor frente a ambos.

Entre besos, caricias y roces, lograron llegar a su apartamento. Mientras que un satisfecho Isogai y un sorprendido Hiroto, se marchaban del lugar después de tal escena.

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Y aquí estaban ambos... el menor sujetaba el peso del mayor, que le rodeaba las caderas con las piernas. -Abre los ojos. -El ruego de Morinaga fue acompañado por una cacofonía de sonidos: piel deslizándose sobre piel, gemidos desesperados, ahogados por labios y carne, rápidas bocanadas de aire y el ligero golpear de la espalda de Souichi contra la pared. Éste oía gruñir a Morinaga con cada embestida, pero su capacidad de hablar había desaparecido, mientras se concentraba en una sensación sencilla pero potente: el placer. Cada movimiento de su amante le causaba un enorme gozo, incluso el roce de su miembro en el pecho de su amante y el tacto de sus fuertes manos sujetándolo. Estaba al borde del clímax, sin aliento, consciente de que el próximo movimiento podría ser el que lo lanzara al vacío. Cada... vez... más... cerca...

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